Revista Opinión

Concursos de meadas autonómicas

Publicado el 22 julio 2015 por Vigilis @vigilis
Uno de los graves problemas políticos de España que nadie parece dispuesto a afrontar una vez que se sienta en un trono es el territorial. Y no hablo del diámetro de la boina de nuestros cerriles habituales sino del tema territorial que importa: el del dinero del contribuyente. ¿Cuál es la forma óptima de lograr que converjan diferentes lugares de un país? ¿Cómo lograr que la asistencia pública sea percibida de igual modo por todos los ciudadanos del país con independencia de su domicilio? ¿Cuál debe ser el objetivo de una buena política territorial? ¿Qué tipo de modelo descentralizado queremos? En definitiva, ¿cuál es el aspecto que debería tener el modelo territorial español?

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Hay que explicar suavemente que algunas cosas tienen que cambiar.

Daniel Lacalle apunta en un reciente artículo hacia la deseable competencia fiscal. Mientras las CC. AA. solo se encarguen de repartir gastos y no se hagan responsables de ellos ciertamente los incentivos perversos generados son un problema que creamos artificialmente. El autor apunta hacia los incentivos perversos de caracter autonómico pero no hay que dejar de lado que en lo político igualmente se generan perversos incentivos, si cabe, todavía más graves que los económicos.
Se trata de un viejo asunto: la crítica al modelo económico no puede ir desligada de la crítica al modelo político. La redistribución estatal beneficia más a los que peor lo hacen —hablamos de políticas públicas, no de personas— y al mismo tiempo crea incentivos para que se produzcan conflictos de caracter político: si digo "nacioncita de la señorita Pepis" seguro que sabéis por dónde voy.

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Afganistán: nation building literal.

La desleal actitud de los gobiernos autonómicos dirigidos por nacionalistas y su correspondiente dispendio en asuntos para los que no tienen competencias es una faceta más del problema territorial español, que pese a la poca atención que le prestan los economistas no se puede dejar de lado o comentar de pasada con un "las regiones tienen características únicas y especiales". Y es que en el análisis político se ve claramente dónde hace aguas el diagnóstico exclusivamente economicista del asunto: cualquier superficie aleatoria de terreno tiene características especiales y únicas. Y mal que les pese a los cerriles habituales las comunidades autónomas no dejan de ser superficies de terreno arbitrarias sobre las que arbitrariamente se establecen administraciones de caracter político. Sí, en teoría sucede lo mismo con los estados, pero la diferencia es que la calidad de "estado" lleva aparejada una cosa que se llama soberanía (que a su vez puede ser nacional o no, en el caso de España, soberanía nacional, en el caso de Cuba, soberanía de una organización criminal que llamamos Partido Comunista de Cuba).
Ciertamente cuando comparamos aportaciones de las CC. AA. al estado unas aportan más de lo que reciben y otras no. Es una cosa muy dificil de entender que se llama media aritmética: se suma el total de aportaciones, se divide por el número de participantes y unos quedan por encima de la media y otros por debajo. Si la diferencia entre quien más recibe y quien menos fuera de una peseta, también habría comunidades por encima y comunidades por debajo de la media.

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Discurso de fin de año de un señor que no sé yo por qué tiene que dar discursos de fin de año. Sonríe como Chandler.

Bromas aparte, incluso en aquellas comunidades que tienen un saldo negativo con el estado (si es que eso tiene algún sentido) no es dificil encontrar municipios con una situación mucho peor que otros de comunidades con un saldo positivo. Y al contrario. La comparación de las balanzas fiscales autonómicas nos sirve para analizar la evolución de las distintas regiones y poco más. Me acuerdo que cuando los nacionalistas reclamaban la publicación de las balanzas fiscales esto se criticaba desde Madrid como una absurda comparación de la potencia del mear y que sólo iba a servir de excusa para el discurso victimista de los cleptócratas privilegiados.
Sin embargo hoy cierto olor a victimismo es el que sale de Madrid: en la prensa madrileña, que en nuestro país coincide con la prensa nacional, se ponen grandes titulares comparando el chorro de la meada madrileña con el chorro de la meada de los sediciosos cleptócratas. Entiendo que el uso político de las balanzas ficales que se hace en Madrid es diferente al pretendido por los nacionalistas, pero aun así —y sé que esto no va a gustar— esa orina huele a espárrago.

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Fraga iba por las noches con un pico a hacer autopistas sin que nadie le viera y por eso las inauguraba.

Es como si cada vez que alguien crea un problema, otro viene a solucionarlo creando a su vez otro problema. Y no salimos de ahí porque la frase "en mi taifa mando yo" no es exclusiva de los nacionalistas y nos negamos a verlo.
Por algún tipo de intoxicación colectiva que altera nuestra percepción pensamos que los que no se definen como nacionalistas no hacen nacionalismo de su parroquia pero eso no es así. Exactamente el mismo tipo de política clientelar y la misma instrumentalización partidista de la administración pública encontramos en los turnistas y en los cerriles tradicionales. Los que se supone que están en contra del nacionalismo han comprado las coordenadas políticas por las que creen que deben moverse y así tenemos por ejemplo a Feijoo diciendo exactamente lo mismo que diría un nacionalista gallego pero delante de una bandera de España para recordar a la gente que él no es nacionalista. O sin ir más lejos: libros de texto para escolares que nos hablan de la historia romana de Andalucía, que es una cosa que mataría de la risa a los romanos antiguos.

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Ah, qué únicas las fiestas de <>.

Salió hace poco un tal Revilla, que es un señor con bigote conocido por tirar el dinero en el puerto deportivo de Laredo y que reina sobre Cantabria, diciendo que los cleptócratas catalanes se anden con cuidado porque el Ebro nace en tierras cántabras. Bienintencionado o no, vemos que trata de solucionar un problema creando otro problema: ni el Ebro es suyo ni existen las tierras cántabras, no al menos como él las intenta patrimonializar.
Más allá de la muy sofisticada queja de que quien más gana más paga es inevibale ver que hay otros problemas y que como apunta Lacalle pueden verse aliviados por una mayor responsabilidad fiscal de los territorios. Si los sátrapas autonómicos dieran la cara por la presión fiscal de sus electores, puede que no tuvieran tanto tiempo libre para jugar a hacer nacioncitas de la señorita Pepis ni concursos de meadas. Si los sátrapas autonómicos mientras ascienden de puerco a marrano tuvieran que exprimir a sus vecinos para pagar cada aparato de resonancia magnética que con tanto boato inauguran, igual tendríamos más alternancia en el poder autonómico.

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Otro día hablamos de las diputaciones.

Es que para hacernos a una idea de las implicaciones colaterales de nuestra actual política territorial podemos comparar los años de presidencia autonómica de algunos políticos con presidencias de similar duración:
Nursultan Nazarbayev (Kazajistán): 26 años.
Islam Karimov (Uzbekistán): 26 años.
Juan Carlos Rodríguez Ibarra (Extremadura): 25 años.
Manuel Fraga (Galicia): 25 años.
Isaias Afwerki (Eritrea): 24 años.
Jordi Pujol (Cataluña): 23 años.
Aleksander Lukashenko (Bielorrusia): 21 años.
Manuel Chaves (Andalucía): 19 años.
Denis Nguesso (Congo): 17 años.
No me parece una lista deseable.

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