Revista Ciencia

Conductismo, símbolos fálicos y autoestima

Por Davidsaparicio @Psyciencia

“Actué así debido a mi baja autoestima”, “esa persona es muy orgullosa”, “mi amigo siempre logra lo que quiere por que tiene mucha fuerza de voluntad”… Son explicaciones frecuentes para explicar nuestro propio comportamiento o el de personas de nuestro alrededor. Pero, ¿qué es la autoestima? ¿Dónde se encuentra? ¿y la fuerza de voluntad?

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El dualismo en psicología y la sociedad

Los orígenes de lo que planteamos hoy los podemos encontrar hace más de 2.000 años cuando Platón estableció la existencia del mundo sensible y el mundo de las ideas, de la división entre cuerpo y mente, lo físico y lo mental, lo que se conoce como dualismo.

La psicología dominante suele tener, de manera más o menos consciente, una posición dualista en la que se explican los pensamientos, emociones, creencias, constructos…Como algo mental entendido como diferente a lo físico, de una existencia más allá, que funcionan de manera distinta a todo lo demás, lo físico. Considera también, que este mundo mental determina o condiciona el físico, contiene las causas, como cuando se dice que “no habla en público porque le da vergüenza” o “siempre gana debido a sus pensamientos positivos”.

Este tipo de concepciones sobre el comportamiento humano están profundamente arraigadas en nuestra sociedad y forman parte de nuestra manera habitual de hablar sobre ello, por lo que puede parecer normal y coherente. Pero al mismo tiempo, pueden resultar limitantes para uno mismo. Si consideramos que hay una cosa mental, “más allá”, que nos determina, difícilmente podremos hacer algo al respecto.

Conductismo: Una alternativa monista y pro-científica

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La alternativa principal a la filosofía dualista de las escuelas psicológicas predominantes la encontramos en el conductismo. En palabras de Skinner, “mi dolor de muelas es tan físico como mi máquina de escribir”. Históricamente se han dado explicaciones “de otro mundo” a toda serie de fenómenos. En épocas pasadas, por ejemplo, se podían atribuir las tormentas o sequías a algún Diós, el hecho de que una piedra caiga, a un alma que deseaba regresar a la tierra, o ciertos comportamientos a llevar el diablo dentro. En muchas de estas facetas la ciencia ha logrado superar el dualismo y dar explicaciones empíricas y monistas de los hechos, y con esta motivación surgió el conductismo.

Hablemos ahora del “símbolo fálico”, que sé que es lo que te ha llevado hasta aquí. En los años 50 la corriente principal en psicología era el psicoanálisis, que también afín al dualismo, sugería que los problemas de comportamiento se debían a un “más allá” llamado inconsciente.

Creer que hay algo dentro de la persona, que existe como tal, o un mundo mental que nos condiciona, es algo sin duda limitante para aquella persona que quiere tener cambios en su vida.

El psicólogo conductista Teodoro Ayllon, tal vez en una muestra de la facilidad para hacer amigos que en ocasiones se le ha recriminado al conductismo, realizó una curiosa prueba en favor de las explicaciones monistas y los principios conductuales, en oposición al psicoanálisis del momento.

En el hospital psiquiátrico donde trabajaba, había una mujer ingresada desde hacía 23 años que pasaba la mayoría del tiempo tumbada entre la cama y el sofá. Ayllon y su compañero Eric Haughton mediante el condicionamiento operante hicieron que cada vez pasase más tiempo de pie agarrada a una escoba.

El psiquiatra de orientación psicoanalítica del hospital, redactó un informe en el que se podía leer lo siguiente:

Su ritmo constante y compulsivo sosteniendo una escoba… Podría ser visto como un procedimiento ritual, una acción mágica. Cuando la regresión conquista el proceso asociativo, las formas primitivas y arcaicas de pensamiento controlan el comportamiento. El simbolismo es un modo predominante de expresión de los deseos insatisfechos profundamente arraigados y de los impulsos instintivos… Su escoba podría ser entonces: Un niño que le da su amor y ella le da a cambio su devoción; un símbolo fálico; el cetro de una reina omnipotente

Esta anécdota de moralidad discutible, respalda claramente la necesidad de una aproximación científica a la hora de elaborar el conocimiento psicológico, basado en lo empírico, y no en conceptos y constructos hipotéticos.

Vale, sí, no estamos en los 50, ni somos todos psiquiatras psicoanalistas… Planteemos un ejemplo actual:

  1. Mis amigos me dicen que se han hecho vegetarianos dado que la carne hoy en día está manipulada químicamente y es mala para la salud
  2. Veo en televisión un programa sobre las pésimas condiciones de los animales de los que nos nutrimos
  3. Leo un documental sobre las grandes ventajas de la dieta vegetariana en el bienestar personal
  4. Mi pareja se hace vegetariana
  5. Vamos a un restaurante vegetariano y me sabe exquisito
  6. Me hago vegetariano

Una visión dualista podría explicar mi comportamiento de dejar de comer carne en base a mis creencias sobre la comida animal, o el ser vegetariano, dando a entender que esa es la causa de mi comportamiento. Sin embargo, parece poco probable que sin mis experiencias directas y físicas con lo vegetariano, me hubiese vuelto yo también vegetariano. Por supuesto que en este proceso aparecen pensamientos en relación a ser o no vegetariano, pero ellos también son consecuencia de mis experiencias físicas y directas con ello, no causas de mi comportamiento.

De hecho desde el conductismo, el hecho de pensar sobre ser vegetariano, sentir una emoción, recordar… se entienden como comportamientos solamente observables por la persona que los tiene, lo cual no significa que funcionen de manera distinta a todo lo demás; se trata de conductas respondientes y operantes como cualquier otra, solo que en este caso exclusivamente accesibles a uno mismo, son conducta privada.

¿Dónde nos lleva todo esto? Hablemos de autoestima…

Todos los seres humanos tenemos una filosofía personal, sea más o menos explícita. Constantemente damos explicaciones sobre cómo funciona el mundo, y para este artículo es especialmente relevante; sobre cómo funcionamos las personas.

Creer que hay algo dentro de la persona, que existe como tal, o un mundo mental que nos condiciona, es algo sin duda limitante para aquella persona que quiere tener cambios en su vida. En consulta frecuentemente me encuentro con personas que están buscando mejorar la autoestima, y sentirse más motivados. De manera coherente con la filosofía predominante y habitual, entienden que “necesito cambiar mi autoestima para poder hacer eso que quiero” o “tengo que estar motivado para tener éxito”.

Lo interesante es que al preguntar por la autoestima, para qué la quieren, o cómo saben que alguien tiene autoestima, suelen mencionar aspectos como los siguientes: Actúa con determinación, sabe decir “no”, busca relacionarse con los demás, se proponen metas y se esfuerzan hasta lograrlas, hacen cosas que a otros les podrían dar miedo…

De modo que, al observar todo ello, físico de nuevo, uno deduce que hay algo mental detrás, la autoestima, que le permite hacerlo. Sin embargo la evidencia que se tiene es que es una persona que hace toda una serie de cosas, y probablemente, al verse hacer todo ello, los pensamientos que tenga de sí misma, sean de los popularmente llamados “positivos”.

Si preguntamos a alguien para qué quieres ese “pack de pensamientos agradables” en lugar de otros, la respuesta sería precisamente, para así poder hacer cosas distintas, tener una mejor vida. Parece improbable que alguien pueda “modificar su autoestima” o cambiar pensamientos de “no podrás” por los de “eres genial” deliberadamente, más si se consideran en un plano “mental” distinto a lo físico.

¿Y si empezáramos por lo que sí se puede cambiar, y al fin y al cabo, el objetivo final de tener autoestima o motivación, que es hacer cosas distintas en la vida? Sí hay un área interesante en la que trabajar que sería en, independientemente de lo que se pueda sentir o decir alguien sobre sí mismo, centrar las energías en actuar con determinación, decir “no” cuando sea necesario, buscar la interacción con otras personas, proponerse metas y esforzarse por lograrlas, o hacer cosas aun con el miedo presente.

Verse haciendo todo lo anterior, en lugar de no haciéndolo, probablemente modifique la percepción de uno mismo, si eso es importante para la persona. Aun así, llegados a este punto puede que tener unos pensamientos u otros sobre uno mismo ya no sea importante. Cuando el concepto “autoestima” o “motivación” ya no se interponen en el camino hacia lo que uno quiere, la persona no actúa exclusivamente en base a lo que puede sentir en un momento dado, sino en base a lo que quiere para sí ahora y en el futuro.

Uno se puede liberar de eso que hasta ahora habían sido barreras, de esas “entidades mentales limitantes” de las que se habla, pero al menos a día de hoy, no hay evidencia de que existan, y centrarse en el presente, físico, para conseguir lo que se quiere.


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