Ese día que mucha gente ve lejano en sus rutinas diarias, ya somos pocos los que los celebramos (tan sólo un 74% de la población activa) y que además, lo hacemos mal: celebramos que trabajamos no trabajando! Es una forma curiosa, sería como celebrar el día mundial de la paz con misiles y tanques de guerra, o celebrar el día de la obesidad infantil regalando comida de McDonald’s…o incluso celebrar el día de la madre (reciente en fechas) apartándonos de ellas.
Creo que esta es una de las razones por la que se ha ido perdiendo la responsabilidad que se adopta trabajando, y esto (muy divergentemente hablando) ha llevado a que se esté perdiendo la consciencia del trabajo, de lo importante que es para nuestras vidas, para las relaciones sociales, para poder estar cansados cuando nos vamos a dormir…y por supuesto para disfrutar del día del trabajador, de ese bendito viernes en medio de la semana.Yo siempre he sido diferente, no digo rara ni extraña, sino diferente. Este día debería celebrarse diferente, deberíamos de trabajar más y mejor, de poder sentirnos orgullosos de nuestra responsabilidad y de dar ejemplo. Y…como yo soy diferente, tengo trabajo.A continuación os explicaré mi viaje por el mundo laboral con final feliz. Soy bióloga, de hecho microbióloga, y si hilamos más fino especializada en virus. A priori no es un perfil muy solicitado (ya os digo que posteriormente tampoco lo es, aunque siempre suena bien), pero creo que la demanda radica en crear la necesidad.
La gente piensa que encontrar trabajo depende de la experiencia, de los estudios o de los “enchufes” y entonces se desaniman dedican cada vez menos tiempo a la búsqueda, lo que se traduce en más tiempo sin trabajo. Os hago un resumen de mi CV: he trabajado SIEMPRE. Curioso, ¿a que si? No siempre he trabajado en cosas que tenían que ver con background (si consideramos trabajo como tarea remunerada), he estado en una papelería, profe de inglés y, dónde tengo más experiencia, en tiendas de ropa varias, seis años (toda mi carrera de estudiante). Cómo buena científica en una fase inmadura de su carrera, todo esto lo compaginaba con prácticas gratuitas, pero siempre bien aprovechadas, en centros de investigación.Acabé la carrera, cursé 13 asignaturas el último año para poder ser licenciada (y no graduada)y decidí hacer un máster (no sabía si podría trabajar de ello, pero el tema era profundamente interesante), me desplacé de cuidad. Nada fue fácil, tuve que compaginar las clases con un trabajo de 40 horas semanales. Todo el mundo me decía que no podría, que eran muchas horas, e incluso alguien llegó a sugerirme que así no aprobaría el máster.¡Pero pude! Y además conseguía visitar Madrid los domingos. Casi al acabar el curso me denegaron la beca (beca general del ministerio) que había solicitado y tenía que pagar 4000 euros en dos meses. Lo primero que escuché fue que lo dejara, que renunciara a tener el título y me volviera a casa, pero no me pareció la mejor idea, ¡así que me quedé! Conseguí un trabajo mejor y pagué el máster. Cuando todo acabó, decidí que era hora de ponerme a buscar mi primer trabajo como bióloga (suspiros). Tardé cuatro meses en descubrir realmente cuales eran mis posibilidades, en saber a qué empresas dirigirme y para que puestos, en aprender que podía aportar mi persona (y así crear necesidad) y por el camino fui haciendo contactos. Los seis meses restantes los dediqué a una búsqueda (súper) activa: casi 6 portales, donde dejaba más de 10 diarios CV y más de 7 entrevistas en las que me dijeron: NO. Una me dijo SI, y aquí estoy, trabajando en uso de los centros más prestigiosos de investigación a nivel estatal, aprendiendo cada día y con nuevos restos. No estoy en un laboratorio con una bata blanca y botas de montaña, pero trabajo como bióloga, aplico cada día lo que llevo años estudiando, y sobre todo, soy feliz.
Para encontrar trabajo, se necesita lo mismo que para la vida: ACTITUD. Esa palabra marca nuestro camino, y nos hace mirar adelante. La selección natural ya hará el resto.