Revista Psicología

Conflicto moral: la elección de sofía (fuerza moral de las emociones)

Por Gonzalo

Aunque es un caso de ficción, lo cierto es que dilemas como éste y otros parecidos se plantearon en tiempos de guerra. Mientras ella (Sofía) y sus hijos se hallan cautivos en un campo de concentración nazi, un guardián se acerca a ella y le hace la siguiente proposición: si mata a uno de sus hijos, el otro vivirá; si rehúsa elegir, ambos niños morirán.

Al forzarla a aceptar el hecho de que es peor ver morir a dos hijos que a uno solo, el guardián la sitúa en el dilema de elegir la vida y la muerte de sus hijos, elección que ningún padre quiere ni debería tener que hacer. Visto de esta manera, algunos podrían decir que Sofía no tiene elección: en la fría cuenta matemática de los hijos vivos, está claro que 1>0. Y si no hay opciones en conflicto, no hay dilema moral.

Pero esta visión descarnada del problema de Sofía pasa por alto muchas otras preguntas: ¿estaría mal que rechazara el ofrecimiento del guardián y dejara morir a sus dos hijos? ¿Sería responsable ella de la muerte de sus hijos si decidiera no elegir?

Dado que no es posible recurrir a un principio claro e incontrovertible para responder a estas preguntas, nos quedamos con el dilema moral, un problema que se plantea como conflicto entre dos deberes antagónicos.

Sofía tiene, como madre, la responsabilidad de proteger a sus dos hijos. Aun cuando estuviera siempre peleándose con uno de sus hijos y nunca con el otro, seguiría enfrentándose a un dilema; rasgos de la personalidad como ésos no proporcionan material adecuado para decidir sobre la vida de otro, por más que puedan decantar nuestros sentimientos en un sentido o en otro.

Imaginemos que la ley permitiera que las diferencias de personalidad interfieran con nuestros juicios sobre la justicia y el castigo. Podríamos acabar condenando a un ladronzuelo a cadena perpetua a causa de su sonrisa siniestra y anular la sentencia contra otro ladronzuelo gracias a su sonrisa seductora.

Sofía elige sacrificar a su hija menor y más débil para salvar a su hijo mayor y más fuerte. Luego pierde la pista de su hijo y años después, corroída por el sentimiento de culpa, se suicida.

Mi intuición me dice que la actuación de Sofía era lícita, quizás incluso obligatoria, dado que se trataba de elegir entre la muerte de dos niños o la de uno. ¿Por qué entonces una reacción de culpabilidad?  Lo más probable es que esta respuesta emotiva -como todas las demás- surja de un análisis, a menudo inconsciente, de las causas y las consecuencias de los actos de un agente:

¿quién hizo qué a quién, de qué manera y para qué? Este análisis ha de preceder a la emoción. Una vez este mecanismo se pone en marcha dentro del problema, puede desencadenar una emoción de manera tan rápida y automática como cuando nuestras pestañas registran una presión y responden cerrando automáticamente los párpados.

Verse forzado a actuar mediante una elección puede desencadenar el mismo tipo de angustia que cuando se opta voluntariamente. El tipo de emoción que se experimenta surge de un análisis inconsciente de las causas y las consecuencias de la acción.

Contra la fuerza moral de las emociones se pronuncian aquellos que piensan que resolvemos los dilemas morales razonando conscientemente mediante un conjunto de principios o reglas. Las emociones perturban el pensamiento objetivo. Una versión extrema de esta perspectiva es que no hay dilemas morales, puesto que para cada conflicto aparente entre dos o más obligaciones contrapuestas hay una única opción.

Una inscripción en el exterior de una iglesia de Yorkshire, en Inglaterra, dice:  “Si tienes dos deberes en conflicto, uno de ellos no es tu deber”. Si dispusiéramos de una teoría moral totalmente precisa, habría un principio o regla exacto para arbitrar entre las diversas opciones. La moral sería como la física, un sistema que podemos describir con leyes porque presenta regularidades legaliformes.

Al igual que la famosa ecuación de Einstein que describe la relación entre la masa y la energía: E=mc2, tendríamos una ecuación o un conjunto de ecuaciones paralelas e igualmente bellas para la esfera moral. Teniendo presentes dichas ecuaciones, enchufaríamos los detalles de la situación, meteríamos los números correspondientes y nos saldría una respuesta claramente razonada para cada una de nuestras elecciones morales.

Desde este punto de vista, los dilemas son irreales. La sensación de conflicto moral deriva del hecho de que la persona que valora la situación no piensa de manera clara o racional y no ve las opciones existentes, las causas y las consecuencias de sus actos. Está usando las tripas en lugar de la cabeza.

Nuestras emociones no nos proporcionan el tipo de proceso adecuado para arbitrar entre distintas elecciones, si bien nos impulsan en una dirección una vez que nos hemos hecho a una idea.

CONFLICTO MORAL: LA ELECCIÓN DE SOFÍA  (FUERZA MORAL DE LAS EMOCIONES)

Fuente:  LA MENTE MORAL, Cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro   sentido

             del bien y del mal    ( MARC D. HAUSER)

0.000000 0.000000

Volver a la Portada de Logo Paperblog