Revista Infancia

Conociendo las escuelas amables de Pistoia

Por Aguamarina Maribel Jiménez
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El turismo pedagógico te ayuda a ampliar la mirada como maestro/a, a cuestionarte, a replantearte la escuela que quieres,… me parece tan importante conocer otras escuelas del mundo, sobre todo si son referentes internacionales, y las de Pistoia en Italia lo son. Turquesa viajó hace poquito hasta allí y estas son sus reflexiones, de imprescindible lectura si buscas el cambio educativo…

Visita a Pistoia

El pasado mes de abril un grupo de 30 personas procedentes de Mallorca y Cataluña fuimos a visitar algunas escuelas infantiles del municipio de Pistoia.

¿Por qué Pistoia? Porque son escuelas que dada la mirada que tienen sobre la infancia están reconocidas a nivel internacional, teniendo entre sus referentes a Loris Malaguzzi y Francesco Tonucci, y, como no, teníamos que ir a verlas con nuestros propios ojos.

Las escuelas infantiles de Pistoia se nutren de una rica trayectoria nacida en los años setenta, sostienen hasta el último término el dicho un niño pertenece a toda una tribu y  consideran toda la ciudad como lugar de vida y de cultura a través del cual se derivan múltiples aprendizajes.

La ciudad acoge a los niños y hay establecida una importante red entre los servicios educativos, la escuela y la familia, asegurando así la continuidad y coherencia educativa que se dan en esta red de intercambio.

Las familias son bien recibidas en las escuelas y se les invita a que participen de ella activamente.

Los profesionales deben tener unas horas mínimas de formación al año, lo que permite que estén en constante reciclaje, abordar nuevas perspectivas y no quedarse anclados en viejos ideales.

Los niños son protagonistas de su aprendizaje y se intenta respetar el concepto de escuela amable que recogía Loris Malaguzzi, haciendo de la escuela un espacio acogedor, con no demasiados niños, preservando la familiaridad existente en las casas (de hecho muchas de las escuelas están establecidas en casas para transmitir este concepto de acogida y continuidad).

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Una cosa que nos llamó mucho la atención fue la cantidad de documentación que reflejaba el trabajo y las vivencias de los niños y las familias en la escuela. Grandes plafones con imágenes, dibujos o transcripciones de conversaciones llenan las paredes de los nidos.

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Otro dato muy característico de estas escuelas es el sentido de la estética que tienen, de cuidar los pequeños detalles haciendo que, de manera inconsciente, los espacios resultaran más acogedores, agradables y bonitos. Un jarrón de flores, un mantel, unas revistas bien colocadas… producían sensación de calidez y acompañamiento.

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El concepto de la No Directividad

Varias son las escuelas que he ido visitando en los últimos años en la península y fuera de ella y hay una cosa que últimamente no deja de llamarme la atención: cómo escuelas con las mismas bases, ideales, referentes, valores, etc. pueden distar tanto unas de otras cambiando “simplemente” un concepto, el concepto de directividad.

El concepto de no directividad no tiene nada que ver con el de libertinaje. Tampoco tiene que ver con la fabricación en serie de pequeños tiranos. A mi entender, en todo espacio deben coexistir una serie de normas y límites para que se pueda dar de manera eficaz la convivencia entre unos y otros y en el cual las libertades de uno se acaban cuando interfieren en las libertades del otro.

La directividad es aquella cosa que marca la diferencia entre respetar el ritmo interno de los niños, sus necesidades e intereses o, por el contrario, no respetarlos e ir dirigiendo su actividad a lo largo del día.

Cuando me di cuenta de esto fue, para mi, todo un hallazgo: yo tenía en mente que toda escuela que llevara a cabo un acompañamiento consciente, acogedora, que partiera del concepto del niño como protagonista de su propio aprendizaje, en la cual los niños pudieran transitar por diferentes ambientes preparados, con actividades significativas, manipulativas… había de ser igual a otra con las mismas bases… Pero después de visitar varias escuelas me he dado cuenta de que la realidad de una puede ser extremadamente opuesta a la realidad de otra con el único hecho de tener en cuenta o no la directividad.

Para mi el concepto de directividad parte del respeto hacia el niño, bajo esta premisa se puede dejar ir a un niño al baño cuando lo necesite o cuando “toque”, se puede dejar que un niño almuerce cuando quiera o cuando “toque”, se puede dejar participar a los niños a través de los diferentes espacios en función de sus necesidades internas o se puede dirigir su actividad según convenga, etc.

ESTE CONCEPTO LLEVA A MÚLTIPLES DUDAS Y A CUESTIONARSE Y REPLANTEARSE LA ESCUELA QUE QUEREMOS

Surgen dudas acerca de lo permitido, de lo adecuado, de lo políticamente correcto, de la libertad, del respeto…

A mi, personalmente, me gusta ir al baño cuando lo necesito, me gusta comer cuando tengo hambre, me gusta estar sin hacer nada cuando lo necesito… ¿y a ti?

Estamos hablando de necesidades primarias, obviamente si entra en juego la integridad física del niño vamos a actuar convenientemente…

Y he aquí un clásico:

“Pero los niños tienen que ir acostumbrándose a hacer cosas que no les gusten porque así es la vida real “. Esta afirmación da lugar a otras tantas reflexiones como por ejemplo, cómo estamos manejando nuestras vidas para admitir que en nuestra realidad tenemos que hacer cosas aunque no nos gusten o que nuestra vida está llena de obligaciones que nos disgustan… ¿De verdad es para eso la vida?

En su día a día, los niños van a ir encontrándose con estos límites, a medida que crezcan, que exploren nuevos contextos y experiencias, no quiere decir que en la escuela no se puedan ofrecer actividades dirigidas, pero primero la infancia debe aprender a escucharse, a respetar las necesidades vitales de su cuerpo para poder así, a medida que crezca, responder en base a un verdadero conocimiento y escucha interna.

Si no lo dejamos aprender cuando es niño, ¿cuando lo va a aprender? Si no aprende a escucharse nunca, de adulto no sabrá actuar en función de lo que verdaderamente necesita.

En las escuelas de Pistoia me encontré con esta realidad, la realidad de unas escuelas con una trayectoria envidiable, estéticamente ideales, prestigiosas, acogedoras, entrañables, familiares, con espacios llenos de múltiples materiales… y directiva.

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Pero he visitado muchas escuelas en las que me he encontrado con esta realidad y no pretendo aquí hacer una crítica es, simplemente, una observación de una realidad de la cual no me había percatado hasta hace poco, cada uno es libre en su elección y es perfecta sea cual sea.

¿Qué pensáis vosotros del concepto de directividad? ¿Deberían tener las escuelas actividades dirigidas?¿No? ¿Un poco de cada? ¿Qué las tengan pero que el niño escoja si realizarla o no?

En mi escuela es un tema de constante debate.

Este mes tocaba un tema controvertido… Nos leemos el mes que viene… Por cierto ¡acepto sugerencias!

firma turquesa

No tengáis miedo, cada semilla sabe cómo ha de llegar a ser flor.

Aguamarina

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