Revista Coaching
Cuando una organización se plantea convertir a las personas en su eje estratégico en lo que a desarrollo y generación de valor se refiere, se está planteando no sólo una revolución organizacional, sino también una transformación total que le situará en nuevos escenarios de productividad, competitividad, convivencia y referencia como modelo inspirador para otros que continúan dudando si atreverse a dar el paso y cómo hacerlo.
De partida, la organización debiera olvidar todo lo hecho hasta ese momento, no porque vaya a desecharlo sino porque son elementos de cubierta de la nueva arquitectura que conviene no utilizarlos hasta que el basamento del edificio se haya consolidado. En otras palabras, en la mayor parte de los casos se ha comenzado la obra por el tejado desarrollando áreas de innovación de clara raíz tecnológica, departamentos de calidad excesivamente centrados en control de procesos y gestión burocrática así como iniciativas colaterales estructuradas en términos de acciones o sugerencias de mejora con escasa continuidad en el tiempo. Todo ello sin llegar a implicar de forma efectiva y continua al cien por cien de las personas, bien porque se ha intentado y no se ha conseguido o simplemente porque ni se ha considerado.
Una vez superada esta tentación, la organización debiera plantearse dos objetivos primarios:
* Invertir en investigación interna * Invertir en innovación extensiva
Y todo ello, teniendo claro que la investigación interna no es otra cosa que invertir en la generación de conocimiento activo y compartido a diferencia de la innovación extensiva que consiste en invertir ese conocimiento para obtener valor o, si lo prefieren, dinero.
Tener claro estos matices es la condición sine qua non para no volver a caer en los errores del pasado. No hay innovación sin conocimiento, a menos que se aspire a la simple novedad. Pero tampoco hay conocimiento sin personas y el conocimiento de una empresa no es una prerrogativa exclusiva del equipo directivo y, menos aún, de todos aquellos que disponen de mesa. El conocimiento es corporativo, nunca exclusivo, siempre inclusivo y comprensivo. El conocimiento está ahí, pero debemos invertir en aflorarlo, estructurarlo, compartirlo y, sobre todo, ponerlo a trabajar para la generación de nuevo conocimiento que no es otra cosa que eso que llamamos innovación.
Hablamos de “investigación interna” porque nos centramos en descubrir el conocimiento que se ha generado en las interacciones del conjunto de las personas con su entorno inmediato, interno y externo. Hablamos de “innovación extensiva” porque persigue implicar a todos los agentes activos directos e indirectos, desde el operario que ejecuta la rutina más evidente al proveedor más molesto o el cliente más insospechado. Un proceso es la suma de un conjunto de componentes y el último de ellos no es necesariamente el más vital en su éxito. Cuando me desplazo en avión, aparentemente el piloto es la pieza clave, pero cuando mi maleta aparece a tres mil kilómetros del punto de destino, comienzan a aparecer otras personas igual de vitales en el proceso.
¿Quiere invertir en convertir el conocimiento de su empresa en un fenómeno activo?
¿Quiere invertir ese conocimiento para obtener dinero?
Ya sabe por dónde debe empezar…
Buenos días, tardes o noches, pero en cualquier caso, invierta en aquello que persigue.