Con cierta frecuencia escribo en este blog, a propósito de la manipulación mediática y política, demandando un cierto grado de escepticismo sobre toda la información que se publica y sobre cuanto se nos presenta como incuestionable. Además de insistir en la necesidad de una actitud crítica ante los mensajes que recibimos y contenidos a los que accedemos. Pues bien, como dice el refrán: consejos vendo que para mí no tengo.
Hace unos días usando la página Twitter de este blog, contribuí a la difusión de una noticia de dudosa veracidad. Se trataba de un tuit que daba por cierto que Los girasoles ciegos había sido eliminado por la nueva administración andaluza, como lectura obligatoria en Segundo de Bachillerato. ¿Vuelve la censura?, se preguntaba. Indudablemente la interrogación retórica inducía a una respuesta afirmativa y en ella se condensaba toda la intención de la misma. Al leer dicho tuit recordé cuánto me había gustado la lectura de los cuatro relatos que componen el libro de Alberto Méndez y, como no me resultó extraña la noticia, hice retuit pasándome por el forro de mis caprichos la recomendación de no usar las redes de manera irreflexiva.
En el blog En Campo Abierto , Javier Aristu me hizo caer del guindo. Era cierto que el libro había sido sustituido por El cuarto de atrás, de Carmen Martín Gaite. La Consejería de Educación de la Junta de Andalucía ha explicado que "las recomendaciones de lectura para Segundo de Bachillerato las establece una ponencia formada tanto por profesores universitarios como por profesores que imparten lengua y literatura en bachillerato, todos funcionarios docentes". Más o menos así es como se determina el litado de lecturas recomendadas por lo que reconozco el error de propagar una censura política que simplemente no se había producido.Es decir, que actué como un pardillo al eludir el siempre recomendable recurso del escepticismo y el necesario ejercicio de contrastar la información. Ignoré que las apariencias engañan, que en toda noticia hay algo de verdad y que ese algo es precisamente el señuelo para que los incautos piquemos y actuemos de altavoces. Lo usual es que la información falsa presente un hecho cierto que otorgue apariencia de autenticidad a la información tendenciosa para que, siendo inexacta y sesgada, sea tomada como cierta.
Las redes sociales suponen una gran oportunidad para acceder a contenidos y a información alternativa, para sortear los intereses políticos y culturales de los grandes medios, partidos o corporaciones. También es una oportunidad para participar en todo aquello que nos interesa. Pero tiene sus riesgos y exige ciertas cautelas para no actuar con la ligereza de dejarnos llevar por las apariencias, por lo que se hace necesario dedicar unos minutos para pensar y no caer en el simplismo del binomio estímulo-respuesta, un tiempo para descifrar los contenidos a los que accedemos y que contribuimos a difundir.
Si no actuamos con diligencia y criterio propio, de alguna manera contribuimos en el empobrecimiento deliberativo que genera una red siempre presta a la polarización, al blanco o negro y al exabrupto. Por cierto, en estos últimos días el espectáculo ofrecido por fanatizados seguidores de determinados partidos resulta inenarrable. Lo peor de todo o lo más desalentador es intuir que dicha reacción no responde a las discrepancias lógicas entre grupos ideológicos diferentes; lo más desmoralizador es sospechar que obedece a intereses y estrategias para ocultar que, bajo ese espectáculo cotidiano de refriegas y alborotos, hay poca cosa por no decir nada y que no se vislumbra una alternativa.
Hay que desconfiar de los mensajes que nos llegan, rechazar los de trazos gruesos y sopesar los más sutiles. Internet y las redes sociales suponen una gran oportunidad que tiene sus riesgos, pero también son un punto de apoyo para escuchar, leer, aprender y rectificar; para no convertirnos en seres acríticos de fácil manipulación o en voceros de pocas luces y muy excitados.
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