The Story of Stuff es, en principio, un documental de escasos 20 minutos que, desde hace varios años ya (data de 2007), mes más o menos, viene circulando por la Web en consonancia con la divulgación de células progresistas a través de las redes sociales. Allí, una señora llamada Annie Leonard, didáctica de la corrección política (luego nos enteramos de que es experta en desarrollo sostenible y salud ambiental) ilustra, de cara a la cámara, el sistema capitalista de producción y consumo valiéndose de unas animaciones precarias, pero que en los contornos del diseño gráfico –es decir, en el mayor de los casos, de la fruslería ornamental– se reputan modernísimos.
Nadie piense que la muchacha Leonard acude a nosotros provista de los ingenios de la teoría marxista, aunque su buena voluntad provoque la clásica confusión de chicha por limonada. Podríamos suponerla afiliada al partido Demócrata de su Seattle natal y gracias. Una voz más en el teléfono de la tragedia del pensamiento político contemporáneo. Sin embargo, nobleza obliga, llega en su documental a conclusiones nada desdeñables, basadas en la observación científica, que luego hizo explotar en el libro homónimo (impreso en papel reciclado, of course).
¿Sabía el lector, por caso y en estos tiempos de denodada desinfección, que los jabones antibacteriales tienen un fungicida llamado triclosán que se vincula a problemas endócrinos, asmas y alergias? ¿Sabía el lector que un 60% de los productos que consume para su aseo personal podrían afectar a sus hormonas? ¿Se escandaliza el lector ante estos breves datos? ¿Lo conmueven al lector las costureras peruanas que hilvanan su polo Lacoste? ¿Le preocupa tirar su CPU a la calle, aun a sabiendas de que contiene materiales peligrosos para el hábitat terrestre?
Datos incontrastables todos cuya fatalidad no admite prórrogas: la catástrofe transcurre ahora mismo y la ecología ciñe mucho más que la noticia de, pongamos, un militante encadenado a una foca a orillas del mar de Bering. Pero Leonard suena cándida, como la madre primeriza progre que compra los dizque pañales ecológicos para su crío (¡la solución individual como utopía comunitaria!) y propone acabar con las guerras, valorar el tiempo, comprar de segunda mano y privilegiar el rol de ciudadano por sobre el de consumidor… Todo muy lindo, pero, ¿cómo se hace todo esto sin la Revolución? ¡Díganmelo! Yo no lo sé.