Desde la web de Consulta Psicológica he comenzado a responder a preguntas sobre psicología. No he puesto ninguna condición a la hora de recibir las mismas. Solamente hay que rellenar el formulario que hay en la web o enviar la pregunta a la dirección de correo se[.]acigolocispatlusnocnull[arroba]ofni para atender las peticiones. Luego yo oriento o respondo según mis conocimientos y saber, claro. No es complicado responder en muchas ocasiones. La gente sufre determinados problemas y espera una orientación, una respuesta sobre a quién acudir; qué puede ser lo que le ocurre o cómo resolver éste o aquel problema de su vida. Más adelante (dependiendo de la ayuda que ya me han ofrecido), quiero hacer una pequeña clasificación de las preguntas recibidas; pero tengo ya claro que la mayoría son sobre asuntos amorosos. Celos, engaños, pérdida de confianza en la pareja… Muchas veces con devolverles a los consultantes de éste tipo sus preguntas de forma ordenada, ven enseguida dónde está la solución. Muchos incluso la saben antes de hacer la pregunta, y solamente esperan una confirmación. Otros confunden problemas sexuales/psicológicos con falta de habilidades sociales a la hora de establecer contacto con la persona deseada, y esperan de mí que les ofrezca algunos trucos de mágica para que éste o aquella caigan rendidos a sus pies, completamente enamorados; cosa que, cómo no, generosamente hago
Finalmente, otro grupo numeroso dentro de esta categoría es aquel que, habiendo roto su relación sentimental recientemente, busca la forma automática de olvidar y rehacer su vida, esperando que mi bálsamo de Fierabrás permanezca inalterable a pesar del mucho uso que hago yo de él, por culpa de mis abundantes heridas, claro, y comparta con ellos algunas gotas para aliviar su dañado corazón -cosa por otro lado impensable, pues no quiero transformar a nadie en un robot frío y sin corazón, que es lo que me está pasando a mí por el abuso de ése maravilloso y escaso elixir-. Evidentemente, el consejo mejor es tiempo y calma, maduración sentimental con mejores resultados que el maldito bálsamo, pues además de curar, aporta sabiduría.
Pero existe una categoría mucho más inquietante, aquella por la que realmente me decidí a ofrecer éste servicio: El de las personas desesperadas, aquellas que te piden suplicando ayuda, consejo, iluminación, porque no ven sentido a sus vidas o porque hasta el día de hoy no han conocido una vida digna que merezca la pena vivir. Frente a éste grupo es fácil comprender las pequeñas bromas que he hecho del primero ¿no?. El mismo lo forman aquellas personas que realmente he estado buscando, aquellas que estoy dispuesto a ayudar. Mi primer consejo siempre es el que acudan a un especialista de su localidad, porque creo que hoy en día no todo se puede tratar a través de Internet. Sé que parece absurdo, aconsejar que vayan a buscar consejo en su barrio, en su pueblo, como si yo fuera un simple loro que repite las palabras de un amo ausente. Pero la realidad es que muchas personas en situaciones así se ha escondido tanto en ellas mismas que han dejado de pensar que hay alguien más allá de su puerta, negándose a creer que su solución pueda estar a la vuelta de la esquina. Como me siendo en la obligación de dar mi mejor consejo, o al menos, el más sincero, ése tiene que ser, cómo no, el inicial y me convierto en improvisado comercial de todos aquellos desconocidos profesionales de la salud de los diferentes lugares del mundo desde donde me escriben. Luego pienso que eso queda muy frío, que podría aportar algo más… Pero tras recapacitar, llego a la misma conclusión: ¡Acude a tu médico de cabecera, a los servicios sociales de tu localidad! Desde allí todo será cuesta abajo.
Evidentemente, escribe gente de países muy distintos, y para muchos, eso de los servicios sociales o de un médico cercano suena como a ciencia ficción. Otros muchos, que sí que disponen de todo eso, o ya lo intentaron o no quieren hacer caso al consejo. Esos son mis potenciales clientes. Aquellos que, tras descartar la posibilidad de acudir en persona a un psicólogo/a o a un especialista, sea por el motivo que sea, deciden pedirme consejo a mí. Esos son los que me motivan, en los que me centro con mi mayor atención. Algunos solicitarán formalmente mis servicios profesionales (los menos) y pagarán los mismos según las tarifas ofrecidas en la web, pero la mayoría solamente se conformarán con que les responda a sus dudas, le oriente sobre su forma de proceder. De entre todos estos, uno me devolverá mi último correo con un “gracias por su ayuda, me he sentido mucho mejor”. ¡Ese es el único que realmente me pagó!
Y no hay que engañarse. Si has leído hasta aquí tras ver el título del artículo, es evidente que esperas algún comentario sobre las terapias online e incluso sobre las terapias online gratuitas. Muchos dicen que son malas, que no aportan nada, que no se pueden controlar porque no existe una forma eficaz de saber quien hay a cada lado de la línea de comunicación… Incluso algunos dicen que, si te ofrecen algo gratuito es porque algún tipo de engaño hay detrás, y pretenden cobrar a través de la publicidad de la web o de la llamada telefónica, que se haría a través de un número de tarificación especial, etc. Otros dirán que es buena, que acerca al psicólogo al domicilio de la gente que no puede salir de casa o que no dispone de psicólogos en su lugar de residencia. ¿Mi opinión? como he dicho en muchas ocasiones, sigo pensando que, hoy en día, sustituir una entrevista personal por una videoconferencia, simplemente, no tiene color. La interacción humana no se puede sustituir, por muchos psicólogos que insinúen que, en un chat, los emoticones representan fielmente el estado de ánimo de quien está al otro lado. Y tal y como he explicado antes, si el que solicita la ayuda puede acudir a un psicólogo, tiene que ir, sí o sí. Pero si no es así, ¿qué es preferible, no hacer nada o atender a esa persona? En todos los manuales de psicología se dice que ésta demostrado que la simple terapia, sea del tipo que sea y se aplique como la calidad que se aplique, ya de por sí es buena. Aporta algo positivo (aunque puede que no duradero, claro) al cliente. Siendo esto así, creo que hay que aplicar la terapia online cuando no haya alternativas a la misma. Esa es mi conclusión. Y yo quiero hacerlo sin vergüenza, sin complejos, sabiendo que siempre aconsejo primero buscar otras soluciones mejores. ¿Qué hay de malo que mi web tenga algo de publicidad? Aún no soy capaz de pagar con ella lo que me cuesta el alojamiento del sitio siquiera. ¿Que hay de malo en ofrecer mis servicios profesiones tras cada consejo que doy? ¿Acaso aquí todo el mundo trabaja gratis? Lo malo es cobrar no siendo un profesional de lo que facturas, no cobrar cuando te sientes orgulloso del trabajo realizado, que es como yo me siento.