Consummatum est
Autor: César Pérez Gellida
Editorial: Suma de letras
ISBN: 9788483656402
Páginas: 665
Sinopsis
La pequeña localidad islandesa de Grindavik amanece con todos los miembros de una familia brutalmente asesinados. En uno de los países del mundo con menor tasa de homicidios por habitante, el comisario de la Brigada de Homicidios de Reykjavik, Ólafur Olafsson, se enfrenta al caso más escabroso que ha visto justo en el ocaso de su carrera profesional. Pero muy pronto todas las pistas empiezan a apuntar hacia un sofisticado asesino en serie, Augusto Ledesma, que durante varios años ha ido componiendo una siniestra poética de versos regados de sangre a lo largo y ancho de Europa.
Ante tales evidencias, la INTERPOL decide poner al frente del caso al jefe de la Unidad de Búsqueda Internacional de Prófugos, Robert. J. Michelson, que se rodeará de un grupo especial integrado por algunos «viejos conocidos» del asesino.
Reseña de Rustis
Quienes habéis seguido a lo largo de 2014 mis dos anteriores lecturas de la trilogía “Versos, canciones y trocitos de carne” de César Pérez Gellida, sabréis ya que me sentí un poco defraudada -dadas las expectativas- con Memento Mori, y que comencé a vislumbrar con mayor claridad el estupendo escritor ante el que me encontraba con Dies Irae.
Toca ahora cerrar el círculo y tratar de reproducir en este momento mis impresiones acerca del final de una trilogía que ha obtenido un enorme éxito, y entre cuyos lectores dominan aquellos que envían felicitaciones salpicadas de adjetivos entusiastas al vallisoletano. Pocos casos he encontrado con críticas negativas, aunque han existido y, como en todo, no siempre bien fundamentados. En esta ocasión, y pese a mis reticencias iniciales, puedo decir que Pérez Gellida ha cerrado con brillantez su trabajo, dejando de lado muchas de las “faltas” que cuestioné en los volúmenes anteriores, y dejando ver, exclusivamente, los muchos logros que tiene su manera de entender el género negro.
Volvemos a encontrarnos en Consummatum Est con el asesino en serie Augusto Ledesma, que continúa dejando un reguero de sangre a su paso, a la vez que acrecienta la frustración de sus enemigos, especialmente la de su eterno persecutor, Ramiro Sancho. El comienzo de la historia, de nuevo, es uno de los puntos fuertes de la novela.
No tardarán en localizarme, comienza la cuenta atrás.
Con esta afirmación del asesino, el autor parece ya ponernos en los labios el final de la historia. ¿Van a atrapar a Augusto? Así parece, pero el instante en que se produce esta escena queda cortado por más de 600 páginas que nos envuelven hasta regresar a ese mismo lugar, y a la resolución final de la historia. Un círculo cerrado mediante esta estructura, que logra aprisionar al lector quien, de nuevo, es prácticamente incapaz de dejar de leer hasta la última vuelta de hoja. En el interior del círculo, dos partes bien diferentes: una de ellas, repleta de acción y donde Pérez Gellida pone de relieve su extraordinaria capacidad para generar escenas intensas, describir persecuciones, mantener el ritmo, la velocidad y convertir la narración en casi cinematográfica. En todo caso, será una segunda parte más lenta, pero mucho más profunda, la que a mi juicio consiga dominar en este libro y la que nos lleva, sin giros espectaculares ni engaños, solamente por la mera evolución de los personajes, hasta la conclusión.
César Pérez Gellida
Merece la pena haber pasado por todas las entregas anteriores de la trilogía, por los muchos pasajes bien escritos, pero también por aquellos que en su día juzgué como excesivamente teóricos, para terminar en esta novela a la que ni falta ni sobra nada. Augusto Ledesma no defrauda, y finaliza su viaje manteniéndose como uno de los mejores asesinos en serie que yo he conocido en mis lecturas: un ser devastador y brutal, pero con un fondo de fragilidad que nos acerca a sus pocos rasgos humanos y nos hace tomarle, incluso, cariño. No concibo una buena novela negra sin un personaje que, al menos, contenga cierta profundidad psicológica; de nada vale saber escribir una buena historia, inventar una narración sorprendente o ser un maestro de la acción, si se dejan los protagonistas como meros títeres sin alma. Y, sin embargo, en Pérez Gellida el fuerte son, precisamente, los personajes. Y por encima de todos, el asesino. Su ansiada búsqueda de la inmortalidad, que el escritor narra sirviéndose de la voz en primera persona de Ledesma, nos va en los volúmenes anteriores dando explicación al “porqué” de su maldad y nos sitúa, en esta última ocasión, en el “cómo”: cómo va a lograr Augusto no ser olvidado es la clave de toda la historia, y el modo más natural y menos brusco de llegar al desenlace.
Acción y fuertes dosis de profundidad psicológica son las dos claves que considero que el escritor ha manejado con soberbia en esta ocasión. Y, como de justos es reconocer lo obvio, debo reconocer yo en esta ocasión que la pequeña decepción del inicio, se ha convertido ahora en verdadera admiración por quien, pese a encontrarse inmerso en la vorágine del éxito, ha sabido contar su historia hasta el final sin perder brillo. Es más: mejorando novela a novela.