Revista Cine

“Contando hacia la nada”: Carlos Aguilar busca a Jesús Franco. Una charla.

Publicado el 28 abril 2011 por Esbilla

“Contando hacia la nada”: Carlos Aguilar busca a Jesús Franco. Una charla.

Poco hay que decir por que lo interesante viene debajo y no es cuestión de repetirse. La esperada colisión entre el universo particularísimo de Jesús Franco y el nervio no menos particular de Carlos Aguilar se soluciona con un libro nacido clásico y desafiante en su heterodóxia. Lúcido y crudo, penetrante y amargo. Escrito casi en clave detectivesca, un relato adictivo que se se lee solo y de paso aclara muchas cosas sobre el cine, la figura y “los tiempos” de Jesús Franco en un conjunto simultáneamente categórico, es decir, perfecto en si mismo, y abierto a profundizaciones. Una plaza bifurcada en mil nuevos caminos. Con el músculo sintético funcionando a plena potencia, se condensa en 300 páginas la rabiosa realidad de un autor insólito por la  fuerza de las circunstancias y por la convicción de serlo. Ahora la charla:

“Contando hacia la nada”: Carlos Aguilar busca a Jesús Franco. Una charla.

Howard Vernon y María Silva en "Gritos en la noche" (1961)

Lo primero, gracias por arriesgarte a volver, y gracias dobles por hacerlo con semejante pan bajo el brazo.

Me gusta tanto tu blog, disfruté tanto con tu entrevista anterior, fue tan estimulante para mi cabeza responderte, que… ¡no podía negarme!.

Ya lo has explicado pero vas a tener que volver a hacerlo ¿Cómo nace este regreso a Franco que, creo tiene su origen tanto en aquel libro que hiciste en Italia como a cierto clima de “petición popular”?

Verás, efectivamente mucha gente me sugería que lo escribiera, gente conocida de siempre o que acababan de presentarme incluso, argumentando que era vergonzoso que en España no existiese un libro sobre un director español sobre el cual los había publicados en Alemania, Francia, Italia e incluso Japón. Ciertamente, yo era posiblemente la persona adecuada, por los conocimientos al respecto acumulados a lo largo de muchos años, tanto por el visionado de las películas como por haber formado parte del equipo de Jesús. Por añadidura, el libro que publiqué en Italia era básicamente visual, el texto era parco, y además apareció hace ya once años. Mi mujer, Anita Haas, que como sabes también es escritora y con la cual había publicado sendos libros sobre Eugenio Martín y John Phillip Law, terminó de animarme, diciéndome, más o menos, “Es un libro necesario, tú eres la persona indicada, ¿por qué sigues dudando?” y añadió en inglés, ya que es canadiense, “Just Do It!”. Por lo cual, planteé el

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Escudado por el actor Jack Taylor y por el responsable de Cátedra Raúl García durante la presentación del libro del el cine Doré

proyecto en Cátedra, apenas aparecer la segunda edición ampliada de mi libro sobre Clint Eastwood, y a ellos les pareció muy oportuno incorporar a Jesús en la colección. Acto seguido, firmamos el contrato y me puse a ello.

Alguna cara torcida por el hecho de ver alguien como Jesús Franco en una colección como Cineastas de Cátedra?

No la he visto personalmente, pero algo he leído en ese sentido en un blog. Lo lamento, para mí reaccionar así delata cortedad de miras, porque escribir sobre Jesús Franco implica una aportación bibliográfica tan considerable e interesante, a su manera, como lo son otras, a la suya. En caso contrario, ni yo habría escrito el libro ni Cátedra lo habría publicado, por supuesto.

Toca también aclarar otro punto antes de empezar en serio: no hay carnaza.

Si te refieres a que no hablo de mi larga y, si se quiere, tortuosa relación personal con Jesús a lo largo de los años, así es. Se debe a que este libro es un ensayo sobre Jesús Franco, para la colección específica “Cineastas”, no la crónica de los vaivenes de nuestra relación, un planteamiento que tendría cabida en todo caso en una autobiografía. Por eso, decidí afrontar el tema con la mayor

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imparcialidad y ecuanimidad posibles, por respeto al lector y a Cátedra. Ni siquiera me menciono a mí mismo, salvo en dos ocasiones concretas, al ser ineludibles (cuando organicé el ciclo sobre Jesús en Filmoteca Española en 1994, y los rasgos suyos, no pocos pero tampoco tantos, que incorporé en el protagonista de mi novela Nueve colores sangra la luna). Lo que no he apartado es la enorme y diversa cantidad de información privilegiada que fui reuniendo a lo largo de muchos años gracias a la amistad entablada con gente importantísima en la vida y obra de Jesús, sería estúpido no haberlo aprovechado, implicaría malgastar la ocasión única de incorporarlo en un libro. Gente estupenda, de absoluta fiabilidad en sus declaraciones y confidencias, al contrario por cierto que Jesús, que miente como respira. Entre esta gente, destacan varios que ya no están entre nosotros, como el actor Howard Vernon, el director de fotografía Manuel Merino, el director de producción Karl-Heinz Mannchen y el realizador León Klimovsky. Y entre los que siguen vivos, están el realizador Joaquín Romero Marchent, el actor Dan Van Husen y el crítico y guionista Juan Cobos. Más algunos otros, en inferior nivel (actores como Rafael Hernández y William Berger, el gran Miguel Marías, etc).

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Con Karl-Heinz Mannchen, Jesús Franco, y León Klimovsky en la Filmoteca en 1993

Jesús Franco fue una gran influencia en tu, por decirlo de modo cursi, evolución personal.

Lo reconozco, y jamás lo negaré. Desde el especial impacto íntimo que me provocaron las primeras películas suyas que vi en la adolescencia, en copias cochambrosas por añadidura cortadas, hasta la amistad que surgió entre nosotros a inicios de los años 80, la influencia de Jesús Franco en mi vida y obra ha sido fortísima. ¡Me gustaría ser capaz de determinar hasta qué punto positiva y hasta qué punto negativa!. Bromas aparte, aunque no lo era, precisamente por eso escribir este libro ha supuesto para mí una labor de gran intensidad personal, en cierto modo de diálogo conmigo mismo, puesto que yo desalmado o aséptico no soy, al contrario. Por ende, no puedo escribir sobre Jesús con el mismo espíritu con que he escrito sobre Clint Eastwood, pongamos por caso. Pero, por decirlo también de modo cursi, era un libro que me debía a mí mismo, pues el que publiqué sobre él en Italia repito que se quedaba muy corto, en todos los sentidos. Aunque tengo mucho cariño por ese Jess Franco. El sexo del horror, que conste.

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"Miss Muerte" (1965): Marcelo Arroita-Jáuregui en manos de Estella Blain.

¿Compartís Jesús y tú cierta sensibilidad estética?

Compartíamos un montón de cosas, quizá demasiadas. Entre ellas, por supuesto, se encuentra la que apuntas, bifurcada en diversas vías.

En este sentido personal, supongo que el libro habrá sido doloroso por la cruda decadencia del personaje en todos lo niveles.

Pues sí, ya te digo. Escribir los capítulos finales me resultó no ya penoso, sino hasta desagradable. Pero había que hacerlo. Lo que no puede hacer un historiador cinematográfico, y repito que el libro está planteado desde tal perspectiva al cien por cien, es tergiversar o dulcificar las realidades para defender lo indefendible.

Una idea especialmente lúcida que expones es la de que cuando Franco quiso volver o tuvo la oportunidad de volver a rodar en condiciones ya no sabía hacerlo. Había perdido el músculo de no ejercerlo. ¿Cuándo se extravió?

Sí, esto que apuntas es particularmente triste y harto evidente.  Empieza a suceder en su cine hacia 1974.

Desde luego su cine de los 60 anuncia a un cineasta que nunca fue.

Ya lo creo. Un director que a los 30 años hace La reina del Tabarin y a los 31 Gritos en la noche sin duda reúne condiciones para ser uno de los grandes. Sin embargo, mira…

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El hombre-cámara

Según explicas tiene una compulsión por rodar que empuja obligatoriamente a un cine de fragmentos.

Exacto. Mejor dicho, se vuelca en unas escenas, pero se abandona en otras. Por eso incluso sus mejores películas son irregulares.

Igualmente el sentido del erotismo es otra clave en al construcción de un universo personalísimo y obsesivamente interconectado, basado en muchos aspectos en al repetición de formas, motivos, esquemas…Monomaníaco, como bien dices.

Efectivamente. Ya se detecta en sus primeras películas, aunque no esté en primer término, y la Censurafranquista acechara. 

¿Llega lo “franquiano” a fagocitar lo “sadiano”? ¿Se puede hablar con propiedad de un erotismo genuinamente suyo?

No hay nada genuinamente de Jesús Franco, él combina múltiples influencias y las personaliza. ¡En Jesús Franco, lo único original es él!

Y luego está el jazz, claro. Siempre me ha parecido un director que hace cine como si hiciera música. Incluso en un sentido íntimo, egoísta casi.

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Por ahí van los tiros. Lo que ocurre es que también esa particularidad se degrada en su obra, a la vez que las demás.

Resulta de gran importancia tú valoración de otro par de elementos que no suelen tenerse tanto en cuanta: la comedia y el melodrama, cuando no directamente el folletín.

Sí. El sentido del humor de Jesús, a la vez erudito y chorra, unas veces explícito y otras sutil, es fundamental en su obra. Así como el factor melodramático, aunque éste en inferior medida.

¿Es Franco un posmoderno antes de lo posmoderno?

En cierto modo. Enfocando su obra cual reciclado personal de unos materiales previos que acaso no den más de sí.

¿Ese abrazar la improvisación viene de la querencia por esos lenguajes o se mezcla de forma fatal con las necesidades trapisondistas del cinema bis de la época?

Más bien lo segundo. Pero sin descartar la propia personalidad de Jesús, que le impele a funcionar así. Es un hombre nervioso, inquieto, hiperactivo, con poca capacidad, o nula, para la reflexión, para la elaboración. Con tal de no parar, prefiere rodar algo mal que detenerse a pensar cómo podría rodarse bien. Esto conviene especialmente a esas “necesidades trapisondistas” que mentas, porque abarata enormemente la filmación.

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La mirada sobre la Europa de las coproducciones donde se movió Franco resulta casi más sórdida que entrañable.

Lo sé, pero era inevitable. Los cinéfilos, no digamos ya los freaks, tienen realmente mitificada la SerieB, como sistema de trabajo, y a sus artífices, como profesionales emblemáticos admirables por sistema. Ignoran que pertenecer a ese mundillo y participar en ese cine no era el simpático cachondeo que ellos piensan, sino una labor ingrata y extenuante, desquiciante sobre todo, que por lo común tenía lugar entre granujas e infelices. Y te lo digo yo, que crecí a la sombra de ese tipo de cine, e incluso le debo la base de mi cinefilia. Pero es que también procuré que este libro significara algo más que un libro sobre Jesús Franco, al reflejar unas épocas y unos contextos de las que apenas hay bibliografía en español, y cuyas propiedades, en todos los sentidos, son inconcebibles para los cinéfilos jóvenes, actuales.

En un momento de su carrera, mediados de los 70 pongamos, todo se vuelve un carrusel de engaños, prácticas dudosísimas, rodajes solapados, encadenados, inexistentes… ¿Cómo se mantuvo vivo en medio de aquella industria primero agonizante y luego cadáver?

Pues porque Jesús es listo y muy trabajador, por un lado, y sabe ser simpático y envolvente, por otro. Su capacidad de maniobra surge de la combinación de estas virtudes.

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Volviendo al libro; es un ejercicio de síntesis impresionante.

Muchas gracias. Sucede, por un lado, que con los años me he ido volviendo progresivamente sintético respecto a estilo, tanto en los ensayos como en las novelas. Añade que debía resumir la increíble actividad ininterrumpida de una persona a lo largo de más de cincuenta años, clarificando toda clase de cuestiones… Convenía pues estilizar el trabajo, pero sin dejar fuera nada fundamental ni interesante. Además te confieso que, como autor, si algo me espanta es la posibilidad de aburrir al lector. Yo me he aburrido mucho leyendo libros de cine, y sigo haciéndolo, también por eso me aterra que alguien pueda aburrirse con uno mío. Asimismo, siempre he pensado que “breve” no es necesariamente sinónimo de “superficial”. En absoluto. Se puede decir lo que se debe decir, sin palabras añadidas ni rodeos superfluos. La prolijidad, la farragosidad, cada vez me fastidian más, y si un libro es sintético y está bien escrito despliega una fuerza especial. Me encanta la máxima “menos es más”.

¿Hay cierta intención de arrancar de las garras de sus admiradores?

Pues un poco sí, la verdad. Un poco por snobismo inconsecuente, un mucho por freakerio puro y duro, a Jesús se le ha mitificado en forma insensata en los últimos años, sobre todo desde que existe Internet, y a menudo con el soporte de sus propias trolas, que son continuas y de todo tipo. Por eso, he trabajado para poner las cosas en su sitio, ya que las conozco de verdad. Es decir, he procurado establecer una base historiográficamente correcta, cuando menos, a partir de la cual valorar las películas con la autoridad que me confiere el conocimiento de causa, respecto a la obra, autor y contexto.

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Con Jesús Franco se da una circunstancia insólita (una entre muchas), que reflejas a través del libro. Era algo así como un “cineasta entre coyunturas”. Es decir, su cine era imposible en aquella España y a la vez su cine solo era posible en aquella Europa.

Justamente. Él se percató, y se sirvió de tal interferencia para no soltar la cámara por nada ni nadie.

Él tenía unos vínculos muy fuertes con lo mejorcito del cine español de la época y se había movido mucho profesionalmente pero ni así se libró de ser machacado por como dice su sobrino Ricardo Franco, “una panda de frustrados repugnantes, de burócratas pervertidos”

Sucede que la propuesta (formal, estética, ideológica, genérica… en todos los frentes y niveles) que Jesús brindaba a finales de los años 50-primeros 60 era demasiado particular y chirriante para que el cine español de la época pudiera asumirla tal cual. Todos esos palos y rechazos que sufrió al empezar le quemaron mucho, pero al mismo tiempo lo envalentonaron y reafirmaron.

Nuevamente reaparece en este libro la importancia capital de las citas, todas exactas, resúmenes perfectos de cada capítulo que encabezan.

Muchas gracias. Están elegidas con todo cuidado, entre las muchas que barajé, sin repetir de nadie, salvo del propio Jesús, para abrir y cerrar. Me encanta comenzar así los capítulos, tiene fuerza y gracia, y emplaza bien al lector.

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Lo mismo para la formidable galería de imágenes, con presencia destacada para amigos y admirados.

Gracias nuevamente. Compaginé imágenes ya un tanto vistas, pero que no podían faltar al ser emblemáticas, con otras absolutamente inéditas, que significaran genuina aportación gráfica. En este sentido, me serví de mi propio archivo, y todavía en mayor medida de la altruista e inapreciable colaboración de mi gran amigo Javier G. Romero, el editor de Quatermass y responsable cardinal de los dos libros que he escrito con mi mujer, John Phillip Law. Diabolik Angel y Eugenio Martín. Un autor para todos los géneros. En cuanto a la gente que aparece en las fotos, el criterio era incluir a toda la posible, haciendo hincapié en la más admirada, como bien dices, y sin repetir excesivamente con nadie. Salvo Soledad Miranda, claro, no faltaría más!

Hay que detenerse en ella. En no pocos aspectos me parece que su muerte divide el cine de Franco, desde luego una enorme porción de encantamiento se desvanece.

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Espejismos de Soledad: Montserrat Prous en "Diario íntimo de una ninfómana" (1972)

Durante un tiempo parece empeñado en resucitarla mediante una serie de actrices como Genevieve Deloir o Montserrat Prous, que tienen un algo de dobles escalofriantes.

Ya lo creo. Jesús con ellas parecía James Stewart con Kim Novak en De entre los muertos!

Luego encuentra a Lina Romay…no sale bien parada en el libro. Su erotismo frontal es opuesto por completo al de Soledad Miranda. ¿Muere la sofisticación sexual con ella?

Obviamente.

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Todo el libro se lee como una novela, más incluso como una historia detectivesca alrededor del “enigma Franco” ¿Están el Aguilar ensayista y el novelista definitivamente fusionados?

Pienso que sí. Al menos, ése fue un poco el planteamiento, aunque quizá no del todo consciente por mi parte. En cualquier caso, concebí el libro efectivamente como una historia, en cuanto a estilo, antes que como un ensayo. Por consiguiente, se trataba de atrapar al lector en el primer párrafo y de no soltarlo hasta el último, como si se tratara de una trama efectivamente detectivesca, o de una fábula. Jugando, así, con el lenguaje novelístico, en cuanto a tono, espíritu, cambios de ritmo, sentido narrativo… De lo que yo siempre huyo en mis libros es del academicismo, la pedantería, la pomposidad. Porque son planteamientos que no invitan a la lectura, sino a tirar el libro por la ventana apenas lo empiezas. Además, en caso de que realmente lo acabes, lo olvidas al día siguiente, porque no te deja ningún sedimento. A no caer en este defecto me ayuda no sólo mi faceta de novelista sino también el espíritu de síntesis que comentábamos antes, para adquirir el cual ha sido inapreciable mi labor durante tantos años en la Guía del Cine, o sea el hábito de comprimir en pocas líneas elocuentes la valoración de miles de películas de toda índole.

“Contando hacia la nada”: Carlos Aguilar busca a Jesús Franco. Una charla.

Junto al actor y director Ricardo Palacios, uno de los múltiples testigos.

El personaje es, de por sí, increíblemente literario.

Ya lo creo. Y te digo una cosa, podría haber acentuado ese aspecto,  extenderme en lo increíblemente novelesca que ha sido la vida de Jesús, rebotando de acá para allá, liando a unos y otros. Pero si hubiera entrado en tales detalles, igual los lectores ni os lo hubierais creído!

¿Sabes si Jesús lo ha leído? En cualquier caso el libro transpira respeto, admiración, que no adoración, y honestidad.

Pues no lo sé, francamente. Estoy de acuerdo que las características cardinales de mi libro son el respeto, la admiración y la honestidad. Es más, sin ellas como premisa, no habría sido posible escribirlo, sería un panegírico freak, y de eso soy incapaz, porque no me lo creería ni yo. Amén de hubiera supuesto una falta de respeto a una editorial como Cátedra, y al tipo de lector que me interesa; es decir, el cinéfilo sensible e inteligente, jamás el descerebrado ni el pedante, citando los dos extremos del abanico.

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Lina Romay en "Die Sklavinnen" (1975)

El libro se cierra con un doble final entre lo lúcido y lo melancólico, entre lo que fue y lo que fue y lo que se perdió que resume tanto el libro como al cineasta.

Sí, ése era el tono que perseguía. Por consiguiente, me pareció de lo más oportuno incluir esas citas de Joaquín Romero Marchent y Ricardo Franco. Además, proceden de publicaciones actualmente imposibles de encontrar, al igual que la mayor parte del resto de las citas incluidas. También me guié de este criterio para seleccionarlas, de forma que en este libro tuvieran una especie de segunda vida, llegaran a gente que ya no puede adquirir las obras originales, por estar agotadas.

Acabemos nosotros también.

Ante todo, agradeciéndote el interés. Y luego, ya por mi parte, añadiendo que tengo la esperanza de que tanto tiempo de dedicación a este libro, y tan ardua implicación moral al escribirlo, hayan cuajado en mi objetivo. Es decir, en que exista la obra que justifica Jesús Franco, a la altura de la editorial Cátedra y de lo que merece el cinéfilo verdadero, con criterio amplio y mente abierta. 


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