Revista Educación
Resulta más que evidente que el asunto del ejercicio de la autoridad preocupa. Existe el convencimiento de que vivimos un periodo de pérdida de autoridad por parte de quienes tienen que ejercerla, ya sea en la familia, en la escuela o en la sociedad en general. El sábado pasado, Francisco J. Laporta, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, escribía un artículo de opinión sobre este tema en el diario El País (aquí). En él hacía suyas afirmaciones como la siguiente “las directrices de quien es considerado autoridad se aceptan como razones para las propias acciones con exclusión de las que uno pudiera tener al respecto”, lo que viene a querer decir que cuando un sujeto posee esa autoridad (por su cargo o sus conocimientos), lo más racional es seguir sus dictados, ya que ello supondría incorporar su racionalidad a la hora de tomar una decisión en una situación en la que carecemos de capacidad suficiente para hacerlo por nosotros mismos. Mas adelante continúa refiriéndose a la crisis de autoridad que se vive en la actual escuela española - “no es que tengamos una crisis de autoridad, es que parecemos estar cerca de una oleada colectiva de ignorancia y estupidez”.
Bien, pudiendo estar de acuerdo en que en la escuela, al igual que en la familia, ha habido en las últimas décadas una reducción progresiva de la autoridad de educadores y padres, me permito cuestionar la necesidad de obediencia absoluta a esas figuras, como parece deducirse de las palabras de Laporta. Obedecer a padres, médicos y profesores, será, como se afirma en al artículo, introducir racionalidad en nuestras vidas, pero no debemos perder de vista que desde finales del siglo pasado algunas tendencias en los ámbitos de la salud o la educación parecen aconsejar lo contrario.
Un ejemplo claro sería la tendencia actual en promoción y atención primaria de la salud, impulsada por la O.M.S., que pasa por aumentar la participación de la población y empoderar al paciente, lo que significa que el doctor no es ya esa figura omnisciente que dirigía con autoridad las vidas del redil de sus pacientes. En la actualidad la ciudadanía está mucha más informada, es más exigente y ha empezado a tomar las riendas de su propia salud, sin que ello suponga necesariamente un impulso del poder de los curanderos. Este empoderamiento pasa por aumentar los conocimientos del paciente, ofrecerle diversas opciones médicas, permitir su acceso a información en salud, favorecer su toma de decisiones respecto a tratamientos, es decir, todo lo contrario a ese respeto absoluto al “dios médico” que propone Laporta en su artículo.
En la escuela también se ha vivido una transformación semejante que ha supuesto una democratización de los centros educativos con actitudes menos autoritarias por parte del profesorado y una mayor participación, aunque aún insuficiente, del alumnado y sus padres en la gestión y política de los centros. El empoderamiento del alumnado, sobre todo en secundaria, y el fomento de una actitud crítica ante el conocimiento es un objetivo avalado por la evidencia empírica y defendido por la mayoría de investigadores internacionales, que viven al margen de este debate fuertemente ideologizado que se ha instalado en nuestro país.
La familia no podía ser menos, y los estilos democráticos parentales son reconocidos como los más apropiados para favorecer el desarrollo de chicos y chicas. Este estilo no sólo implica el apoyo y la supervisión parental, sino también la promoción de la autonomía y la estimulación por parte de padres y madres de la toma libre de decisiones y de un pensamiento crítico e independiente en sus hijos.
En fin, creo que ha quedado claro que el artículo del profesor Laporta no me ha convencido mucho, y es que podría pensar qué diablos hace un catedrático de Filosofía del Derecho opinando sobre asuntos educativos. Sin embargo, acabo de caer en la cuenta en que en este mismo blog he opinado con frecuencia sobre asuntos jurídicos, por lo que tengo que admitir que está en todo su derecho a hacerlo. Este debate parece más que necesario.
Sus últimos artículos
-
Las redes sociales como riesgo y oportunidad para el desarrollo adolescente
-
Creatividad y vulnerabilidad al like. o donde dije digo….
-
La vida transcurre entre los 10 y los 25 años o la plasticidad del cerebro adolescente
-
Malestar psicológico y creatividad: de las experiencias infantiles adversas a la originalidad innovadora