No siempre una imagen vale más que mil palabras. La imagen de las manifestaciones de ayer contra los recortes y contra la brutalidad policial que se gasta la autoridad competente, sólo capaz de imponerse a golpes, es la de una Grecia en ciernes, ardiente y desesperada. Una sociedad a las puertas del abismo que todavía está a tiempo de ser reprimida. Y no. No era eso. No fue así, aunque nos lo quieran hacer creer. Decenas de miles de estudiantes se manifestaron de forma pacífica reclamando justicia y derechos. Pero la imagen y el sonido que queda como un eco de lo que sucedió es el de coches y contenedores ardiendo, escaparates rotos, intentos de saqueo, el corte de voz de una joven a la que le habían quemado el coche en el centro de Barcelona repetida a cada batería de titulares (debo decir que yo en su lugar habría sonado histérica).
Es decir, más justificaciones para nuevas represiones contra los ecos de una imagen y de unas palabras, y todas ellas, a tenor de lo visto en la tele por el personal, serán “necesarias, profundas, amplias”… Esta imagen, publicada en la prensa italiana, ejemplifica el papel de algunos medios de comunicación aquí que, subliminal o burdamente, tergiversan día tras día en clave mariana la protesta social hasta convertirla en un intento de invasión de los bárbaros antisistema.
