Por ahora, la actuación de Rodrigo De la Serna y la clara intención de romper con cierto molde Pol-ka son los aspectos más loables de Contra las cuerdas, serie que Canal 7 emite hace dos semanas. Si bien replica esquemas narrativos ya conocidos (dos hermanos muy distintos enfrentados por amor a una misma mujer), la propuesta de On TV parece determinada a abandonar el costumbrismo típico de la factoría Suar y ensayar otro registro algo más realista.
Escrita por un equipo autoral que coordina Esther Feldman, dirigida por Alejandro Maci y producida por Bernarda Llorente y Claudio Villarruel, esta nueva ficción alterna entre tradición e innovación. Por ejemplo, reedita el conflicto del provinciano que se traslada a la capital por necesidad, pero evita reubicarlo en los barrios residenciales (Palermo, Coghlan) que suele preferir Canal 13.
Detalle nada casual: el micro que Ezequiel toma en Entre Ríos lo deja, no en Retiro, sino en Liniers. Los personajes que el protagonista cruza hasta encontrar refugio se parecen muy poco a los taxistas/colectiveros gauchos de Gasoleros o a los basureros/boxeadores pata de Campeones.
Mario Alarcón, Osmar Núñez, Sergio Pedely representan el lado oscuro de una Buenos Aires escenario del conflicto de Ezequiel con su hermano Luciano (Maximiliano Ghione) en torno a Ana (Soledad Fantiño). Pero, porque en definitiva se trata de una telenovela, no todo es hostilidad: Roberto Carnaghi, Martín Pavlovsky y Paola Barrientos encarnan a los porteños de bien que de una u otra manera contienen al protagonista.
Contra las cuerdas se estrenó el 30 de noviembre pasado. También a fines de este año un grupo de actores, autores y directores de TV impulsa un proyecto de Ley de Ficción que pretende fijar “una cuota de pantalla mínima de dos telenovelas y dos unitarios de producción propia anuales por canal de aire de ciudades con más de un millón y medio de habitantes“.
¿Algo está empezando a cambiar en nuestra bastardeada televisión?