Pocas personas llegan a ser capaces de arriesgarlo todo para defender sus ideales. Enfrentarse a los gigantes de la injusticia a pesar de saber que su vida corre peligro. Milada Horáková protagonizó una de esas historias extraordinarias de coraje y valor. También de profundo dramatismo. Pagó con su vida por enfrentarse al régimen comunista después de haber sufrido el nazismo y haber sobrevivido a un campo de concentración. Milada creía que hombres y mujeres debían ser libres para escoger su destino y se negó a aceptar que una única idea, el comunismo, se impusiera en su recién creado país, Checoslovaquia. Pagó muy cara su osadía.
Milada Králová nació en Praga el 25 de diciembre de 1901 en el seno de una familia sencilla. Milada tenía tres hermanos, Marta, George, quienes fallecieron durante la Primera Guerra Mundial, y Vera, quien sería un gran apoyo a lo largo de su vida. Desde joven, creció en Milada un sentimiento de solidaridad hacia los más necesitados y de lucha contra las injusticias. Durante la Primera Guerra Mundial, cuando estudiaba en un instituto, fue expulsada del centro por participar en manifestaciones pacifistas. Milada continuó estudiando hasta graduarse en derecho en la universidad en 1926.
Un año después se casaba con Bohuslav Horák, con quien tendría una hija, Jana. Durante varios años trabajó en el departamento de ayudas sociales de la ciudad de Praga, colaboró con la Cruz Roja y empezó a implicarse en organizaciones feministas. En 1929 se incorporaba a la actividad política como miembro del Partido Nacional Socialista Checoslovaco.
Cuando Alemania invadió Checoslovaquia en 1939, Milada y su marido se unieron a la resistencia. Un año después, la Gestapo los descubría y ambos fueron trasladados a distintas cárceles. Milada llegó a pasar un tiempo en el campo de concentración de Terezín. No fue hasta el final de la guerra, con la llegada de las tropas estadounidenses, que Milada pudo reencontrarse con su marido y su hija, que había quedado al cargo de su hermana Vera.
Lejos de dejar su vida comprometida, Milada volvió a la escena política y consiguió ser elegida en el parlamento de su país. La paz duraría poco. En febrero de 1948, los comunistas se hacían con el poder en el conocido como "Golpe de Praga". Milada se negó a aceptar la situación y, como protesta, dimitió de su escaño en el Parlamento.
Milada Horáková pagó con su vida su osadía de querer luchar por un mundo libre de imposiciones ideológicas
Milada era una figura conocida y popular entre la población y se convirtió en un elemento incómodo para los líderes comunistas que poco a poco fueron purgando las instituciones de personas que no eran afines a ellos. Muchos políticos habían huido del país pero Milada continuó trabajando para restablecer la libertad y la democracia en Checoslovaquia.
El 27 de septiembre de 1947, Milada era detenida y acusada de espiar para Occidente y trabajar para desestabilizar el régimen comunista. Tras sufrir un duro encierro y terribles torturas, fue sometida a un juicio controlado por responsables soviéticos que culminó el 8 de mayo de 1950 en el veredicto de culpabilidad y de condena a muerte.
Importantes personalidades como Eleanor Roosevelt, Winston Churchill o Albert Einstein intentaron pedir clemencia para Milada pero el presidente de la Checoslovaquia comunista no se apiadó de la que sería la única mujer de más de doscientas víctimas del régimen en ser ejecutada. El 27 de junio de 1950, Milada Horáková perdía la vida ahorcada en la cárcel de Pankrác. Su familia no tuvo siquiera el consuelo de poder enterrar sus restos. Fue incinerada y sus cenizas desaparecieron.
Su marido había conseguido huir a los Estados Unidos, desde donde luchó hasta el final para conseguir liberar a su amada esposa. Jana permaneció varias décadas junto a su tía Vera hasta que en 1968 pudo reencontrarse con su padre.
Personalidades como Eleanor Roosevelt, Winston Churchill o Albert Einstein intentaron en vano pedir clemencia para Milada
El denso Telón de Acero consiguió ocultar el terrible genocidio que supuso la expansión del comunismo en Europa Oriental. No fue hasta la caída del muro de Berlín y los distintos regímenes comunistas que historias como la de Milada pudieron empezar a salir de su largo letargo. Ya en 1968, tras la Primavera de Praga, el veredicto de su juicio y el de sus compañeros ejecutados fue anulado. En la década de los noventa su memoria fue recuperada y desde 2004, cada 27 de junio, fecha de su ejecución, se recuerda a las víctimas del régimen comunista.
Un año después salían a la luz las cintas del juicio en el que Milada Horáková, lejos de reconocer lo que bajo tortura pretendieron que declarara, reclamó su derecho a pensar por sí misma y a defender la libertad. "Nadie en este país - dijo Milada - debería morir por sus ideas".
Película que habla de ella
Milada