Danger, Will Robinson, acabas de tocar donde duele. Ipso facto, todo el mundo quiere fusilar a esa señora por decir palabras prohibidas en la lengua de Mordor. Vox populi, vox dei, esta señora no puede decir que no quiere contratar a embarazadas. Penitentiam agite, ¿a dónde vamos a llegar? De pronto todo el mundo es empresario y sabe todo lo que tiene en la cabeza un empresario a la hora de decidir contratar a una u otra persona. Genial. La turba ha decidido, venga, recoged que nos vamos. Ya está. A esta señora se la envía a una isla en medio del océano y santaspascuas.
De lo que se trata aquí es de la infinita capacidad para la hipocresía que tiene el personal. Enseguida la polémica se ciñó al tema de contratar embarazadas. Realmente lo que nos debería de preocupar es otra cosa: que todo el mundo ataque a una persona por decir lo que piensa. Además, por decir algo razonable.
Sobre no contratar a chicas en edad de quedarse embarazadas
Cartel del partido Conservador para las elecciones del Reino Unido de 1910.
Está comúnmente aceptado que es una guarrada discriminar a embarazadas en los puestos de trabajo. En lo que la gente no cae es que el empresario —el empresario serio, que mira por su negocio— es por definición el ser que menos discrimina del mundo. Si es la persona adecuada para el puesto y está de acuerdo en las condiciones de trabajo (salario, jornada, extras...), ya puede ser arzobispa vudú de la Iglesia Vegetariana Lésbico-comunista-Afrodiversa que esa persona va a ser contratada al margen de las ideas que tenga el empresario. En una situación normal el debate se acabaría aquí.Ah, pero no estamos en una situación normal. Entre empresario y trabajador se entrometen agentes externos: el primero el gobierno, que más o menos te dice por dónde tiene que ir esa relación laboral (y para algunos casos no niego que esa intromisión pueda ser deseable: puede haber casos de explotación de dementes o de gente en necesidad extrema y a mí no me gusta que se abuse de una posición de fuerza excepto si es para acabar con terroristas). El segundo agente es "la sociedad", que se involucra a través del gobierno, dotando de facultades al legislador más allá de sus fines naturales que son los relacionados con guardar el orden. Debido a "la sociedad" el empresario que deba contratar a alguien y tenga dos currículums, uno de una embarazada y otro de una chica que debido a una operación no puede quedarse embarazada, tiene que contratar a la embarazada para no discriminarla. En esta situación deseable para "la sociedad", se está discriminando a la pobre chica que no puede quedarse embarazada y que no sabemos si tiene más necesidad de ese trabajo que la embarazada. Es decir, aparece la hipócrita política antidiscriminación que realmente es una política discriminatoria.
Esto todos los días. Durante los últimos cien años y de forma ininterrumpida.
Evidentemente se puede dar el mismo caso en el otro sentido: dependiendo del empleo del que se trate, igual al empresario le interesa contratar a una embarazada. Y no me voy al ejemplo de trabajar de modelo para ropa pre-mamá, donde se está discriminando a los varones de más de cincuenta años y nadie dice nada (dependiendo de lo que diga "la sociedad" hay discriminaciones que valen y otras que no valen). Me voy al ejemplo de aquellos casos donde al empresario en igualdad de condiciones prefiera a la embarazada porque igual piensa que una madre puede ser más responsable y madura que una persona sin hijos. Es más, una madre que acaba de dar a luz hará todo lo posible por mantener su puesto de trabajo y se esforzará en tratar de mejorar su posición dentro de la empresa porque egoístamente pensará en la seguridad futura de su progenie.Ah, pero "la sociedad" cree que un empresario no es capaz de tener esto en cuenta y que siempre va a hacer cosas malvadas porque los empresarios son por definición —democrática— seres malvados. El problema que veo yo aquí es la idea mítica de empresario que décadas de antiliberalismo, anticapitalismo y propaganda filocomunista han propiciado en varias generaciones. El problema es que el deporte nacional es cagarse en los empresarios. Y cuanto mejor sea un empresario, más malvado será.
Existe un extendido mito sobre la idea de empresa. "La sociedad" no tiene mayor problema con la churrería de la esquina, pero si lo tendrá con Mercadona o Inditex. Cuanto más grande sea una empresa, una persona normal sabe que más seguridad tienen su trabajadores, más extras disfrutarán y en general tendrán mejores condiciones de trabajo y más seguridad en su empleo, pero "la sociedad" pensará que esa empresa es más malvada. Existe una relación maligna en el magín popular entre éxito económico y M.A.L.
Por eso también todos los políticos que quieren ganar votos hablan de "ayudar a las pymes". Y así nos va. En las pymes el trabajo es mucho más inseguro, los sueldos más bajos y las posibilidades de promoción y formación infinitamente más escasas que en las grandes empresas. Si te preocupan de verdad las condiciones de trabajo en este país y la disparidad salarial, empieza a lavarte la boca cada vez que menciones a una gran empresa.
Y aquí entra nuevamente la hipocresía. A toda institución de este país encargada de "velar por los intereses de los trabajadores", le importan una mierda los intereses de los trabajadores (y aunque le importaran sería imposible meterse en la mente de todos y cada uno de los trabajadores). En España, velar por los intereses de los trabajadores significa vivir del erario público en un extraño amancebamiento que chupa de la teta del presupuesto público. Sindicatos, patronales, mesas de diálogo social y otros, forman una estructura público-privada cuyo fin real es mantener los privilegios de los socios de su club. Y por eso es normal que se denigre a los empresarios y que tengamos leyes laborales propias del corporativismo fascista de los años 30.
Y la gente luego te viene llorando "¿por qué tenemos un puto paro crónico de la quinta parte de la población activa? ¿Por qué arrojamos cifras laborales propias de un pantano arrasado por armas químicas?". La respuesta a esa pregunta —igual que decir que no vas a contratar a una embarazada— nadie la quiere oír: en este país se ha confundido proteger al trabajador con joder al trabajador.
Si la mitad de las energías que empleamos para que quien ya está trabajando no pierda su trabajo (por muy inútil o improductivo que sea), las empleáramos para que la gente accediese al trabajo (ya sea primer trabajo o reenganche laboral), quizás tendríamos alguna buena noticia. Pero para lograr esto hacen falta grandes empresas y multinacionales. Y para tener grandes empresas hace falta dejar crecer a las empresas y alejarnos de un ambiente anti-empresa y anticapitalista. ¿Por qué en la tele a todas horas en cualquier canal siempre hay algún analfabeto que en su vida ha tenido una empresa dando lecciones sobre cómo llevar una empresa? ¿Por qué después de miles de millones de euros robados y con muchos de sus dirigentes procesados por la justicia seguimos escuchando a sindicatos que sólo representan sus intereses? Los sindicatos se han cargado lo bueno que tenía el trabajador organizado con sus compañeros (la libre asociación de los trabajadores es uno de los grandes inventos del capitalismo y debemos de estar orgullosos). Y lo han hecho con ayuda.
Eterno retorno.
En España tenemos un paisaje laboral que haría llorar de alegría a Mussolini. Pero esto no lo oímos en la tele, preferimos el monotema de la semana y a otra cosa.Rush - The trees: