Lucinda Williams es de largo mi songwriter femenina preferida. La norteamericana, reina del folk country sin discusión, lleva más de treinta años en esto de la música y ha publicado algunos discos que no deberían faltar en la estantería de ningún melómano. La de Louisiana, que tocó el cielo con Car Wheels On A Gravel Road (uno de mis discos favoritos de todos los tiempos), pasó por un bache con su anterior trabajo, el flojo Little Honey, pero ha vuelto con ganas de redimirse y vaya si lo ha hecho. Blessed, su nuevo y recién estrenado álbum, vuelve a mostrarnos a esa escritora de canciones que siempre sabe dar con la tecla adecuada a la hora de arañarte con una canción. Ayer mismo, Quique González decía en una entrevista a Efeeme "si escuchas el nuevo disco de Lucinda Williams, que igual lo ha hecho en dos tardes, y es lo de siempre, pero es...uf... Escuchas las canciones de ella, con la guitarra en la cocina y, sí, es lo de siempre, pero es que son tremendas, y hacer eso, hacer las cosas simples, hacer canciones sencillas, es lo más difícil. Y tampoco me imagino a Lucinda diciendo "estoy haciendo lo de siempre". Lo hace y ya está.". La verdad, no puedo estar más de acuerdo con el Kid. Un ejemplo perfecto es Copenhaguen, una canción que no inventa nada nuevo pero que consigue transportarte, emocionarte y atraparte con una facilidad asombrosa. Y qué bien suena este tema mientras no para de llover...