La discoteca tenía dos escalones hacia abajo para acceder al recinto, las aceras, en Llanes, poseían esa humedad permanente propia del clima, y el que suscribe tenía dieciocho años, hace ya de esto mucho tiempo. Busqué el tema por internet en otras ocasiones, hasta que hoy se me ocurrió modificar el criterio de búsqueda y encontré la canción de Marty Balin que hoy ilustra la entrada; recuerdo haberlo escuchado solo en la madrugada, mientras preparaba los exámenes y más tarde, con mis amigos y compañeros, después de bajar los dos escalones de rigor en las vacaciones tempranas, cuando buscábamos en la antigua tienda la botella de Campo Viejo con la que acompañar una cena enlatada que calentábamos con una pequeña cocina junto a la tienda de camping. Después terminamos los estudios, nos dispersamos y ahora, más de treinta años después, solo somos viejos conocidos que tenemos poco que decirnos las más de las veces. Pero supongo que alguien se acordará de los corazones rotos, del tiempo en el que se bailaba lento en las discotecas y de los paseos en la semioscuridad del pueblo tenuemente iluminado, volviendo a la acampada entre Puerto Chico y Toró.