Atentos a esa mezquita llamada Córdoba que quieren instalar en la Zona Cero de Nueva York, la exigencia de que la ciudad española y Al Ándalus sean musulmanas, y su relación con los atentados de Madrid del 11M de 2004, planificados antes del 11S de 2001.
Porque los casi 200 muertos de las masacres de Madrid no tienen relación con la participación española en Afganistán o Irak, advierte en “El País” una de las mayores autoridades mundiales en yihadismo, Fernando Reinares, vicedecano de la universidad Rey Juan Carlos, y asesor de Interior y de organismos de inteligencia de distintos países.
Reinares acaba de escribir con Ignacio Cembrero, especialista en el norte de África, que a principios del verano de 2001, dos meses antes del ataque a las Torres Gemelas, Amer Azizi, miembro de Al Qaeda, volvió de entrenarse en Afganistán para cometer gigantescos atentados en España, donde tenía residencia, reclamando Al Ándalus para el islam.
Inmediatamente después del 11S la policía desarticuló su célula, pero él huyó, primero a Irán y luego a Afganistán. Allí lo mató en 2005 un misil estadounidense.
El artículo sorprendentemente, como si fuera de otro contexto, olvida el atentado de mayo de 2002 en la Casa de España de Casablanca, que produjo 41 muertos, y el conflicto de Perejil, dos meses después. Ambos casos ocurrieron un año antes del envío de tropas españolas a Irak, en verano de 2003.
Después, las masacres del 11M de 2004, el triunfo de Zapatero y la errónea atribución del atentado a la presencia de españoles en Irak.
Sí, atentos: crece la ensoñación musulmana de Al Andalus. Sobrealimentada por la instalación en el lugar triunfal para el imaginario islamista, la Zona Cero, de la mezquita Córdoba.
Y Córboba, la ciudad española, es un mito multuculturalista falso, terrible para los infieles en tiempos del islam.
Más sanguinaria y brutal que cualquier ciudad saudita actual, por mucho que digan lo contrario los supuestos moriscos actuales e incluso el embajador estadounidense en Madrid, impulsado por la ignorancia de Obama en su discurso de hace quince meses en El Cairo.