Revista Creaciones

correr, ese deporte de riesgo

Por Patriciaderosas @derosasybaobabs

Recién llegada de unas soleadas mini vacaciones de Semana Santa quiero compartir hoy con vosotros una experiencia dedicada a todas las mujeres imperfectas como yo que en un momento dado han tenido que gritar: no juego a nada, y qué?!

Siempre he creído que no soy yo quien pasa del deporte, es él quien me evita. Porque todos los deportes de equipo se me dan mal, pero mal. No me atrae el tenis, ni el padel, ni ningún deporte que lleve asociada la palabra “jugar”.  Y de verdad que no me considero una sociópata, pero si me veis en la playa, no me propongáis jugar a palas…muerdo. Supongo que mi torpeza asociada a una falta de espíritu competitivo han hecho de mi lo que ahora soy.

He intentado que me gusten, lo prometo, pero es que no hay manera.  Pereza máxima sólo pensarlo. Sin embargo, me gusta todo aquello que me de independencia y que no requiera más que a mi misma, y mi tiempo. Esta última temporada la necesidad de respirar hondo, contar hasta diez y creer que puedo con todo ha hecho que me urja buscar una vía de escape y de desconexión. Aconsejada por una gran amiga que ya es una guerrera running, me comencé a plantear la posibilidad de empezar a correr. Para no mentir, con pocas esperanzas de que me gustase.

Las razones eran evidentes: Uno, la libertad de practicar este deporte de manera independiente sin depender de horarios y disponibilidad de nadie. Dos, poder hacerlo al aire libre. Y tres, tener un rato PARA MI en el que relajarme, escuchar música o simplemente pensar.

Las tres razones se volvían en mi contra si lo meditaba mucho…Uno, el hecho de no tener que comprometerme con nadie hacía que lo pospusiese continuamente porque siempre tenía cosas que hacer de mayor urgencia. Dos, porque vivo en Asturias donde hoy llueve y mañana también. Y tres, porque soy completamente incapaz de desconectar del todo.

Lo dicho, es mejor no meditar en exceso algunas decisiones y esta Semana Santa era el momento idóneo para comenzar a entrenar. Días de sol, un paseo marítimo perfecto y logística suficiente en casa como para permitirme una escapada matutina.

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Así que ahí fui, con todas mis ganas y mi positividad, demostrándome a mi misma que hubo un tiempo en el que sacaba tiempo para hacer el deporte que me gustaba y que podía recuperarlo..

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Resumen de la primera jornada:

-  una señora que me duplicaba la edad y corría con bermudas vaqueras estaba más en forma que yo. Bajón.

- dos chicos que corrían juntos comentaban que sus mujeres utilizaban la excusa de la lactancia para no ponerse a dieta. Casi dejo de correr y entro en la conversación.

- un abuelo me preguntó si estaba bien. Deduzco que mi cara roja y semblante desfallecido le darían una pista de mis aptitudes.

- comprendí el término de “trote cochinero”.

- si vas a correr, quizá las zapatillas que utilizaste hace cinco años en batuka no sean la mejor opción si no quieres quedarte con ellas en la mano.

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Pero sabéis que es lo mejor? Que tengo ganas de volver. No pienso aventurarme a decir que será esta afición quien acabe con años de dedicación completa a profesionalizar mi aversión deportiva, pero al menos, ha logrado dejarme con ganas de más. Aunque no nos engañemos, el escenario ayuda…o no?

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Mi próxima reconciliación deportiva será con la bici, ahora que Alejandra ya tiene más de un año y se lo va a pasar genial montando conmigo. Si pasáis por el blog de puntoMOM os doy una idea fantástica…

Y vosotros, habéis logrado que las vacaciones saquen alguna afición dormida de vuestro interior?

Mañana, DIY vacacional, que se me da mejor que correr.

patricia.


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