En el transcurso de esta semana, Espectadores fue incapaz de dedicarles siquiera algún mini-post a la absolución del ex Presidente Carlos Menem y otros 17 acusados por el contrabando de armas a Ecuador y Croacia, a la trágica carambola entre un colectivo y dos trenes en la estación de Flores, al inmediatamente posterior choque triple con el premetro, al escándalo que algunos denominan “showklender“, a las declaraciones del juez prófugo Otilio Romano, al quinto aniversario de la segunda desaparición de Jorge Julio López, a la doble efeméride del 16 de septiembre (Revolución Libertadora + Noche de los Lápices). Distribuida en menos de cinco días, la implacable sucesión de hechos y conmemoraciones de envergadura neutralizó cualquier esfuerzo por mantenerse al día.
En jornadas como éstas, quien suscribe prefiere correrse de la acuciante realidad un poco por temor al efecto arrollador de tanta noticia y recordatorio indigestos. Otro poco por falta de tiempo (para cubrir tantos flancos habría que estar leyendo y escribiendo sin descanso) y por cierta limitación intelectual (cuyos síntomas principales son la tendencia a la repetición y algunas lagunas mentales que impiden redactar con fundamento y precisión).
En jornadas como éstas, también decae el entusiasmo ombliguista expresado a principio de mes. En otras palabras, cuando la actualidad supera hasta neutralizar toda intención de cobertura más o menos presente/pertinente, esta blogger pierde la mirada romántica -”ingenua” o “sobrevalorada”, corregirán algunos lectores- sobre su pequeño espacio online.
Ante el desánimo, conviene bajar los niveles de (auto)exigencia periodística y abandonar la carrera detrás de la Agenda (así, con “a” mayúscula). De ahí la publicación de textos más bien generalistas o cinéfilos.
El recreo se extenderá por lo menos hasta la semana próxima. De hecho, para ese entonces ya están pautadas dos reseñas: una sobre una película estrenada ayer jueves, y otra sobre un pre-estreno atípico. Además, como los últimos 21 de septiembre, Espectadores presentará su nuevo header (de diseño propio) en honor a la llegada oficial de la primavera austral.
“Time out” o “tiempo fuera” suelen gritar los jugadores de football americano cuando quieren pedirle al árbitro un parate, o bien porque un compañero se lesionó o bien para señalar una falta no registrada. Con perdón de quienes no pueden ni leer una expresión yankee, quien suscribe la utiliza igual para reponerse de una semana dura en términos de actualidad y para excusar la imperiosa necesidad de gritar “paren el mundo; me quiero bajar”.