El año pasado fui testigo de la felicidad de un amigo, de un compañero que ha compartido conmigo (y muchos más) muchos ratitos de letras. Para mí leerle siempre ha sido un placer, cada uno de sus versos, aunque a veces tristes, me enamoran. Es de esas personas que debería conocer y leer todo el mundo. Hace mucho tiempo ya que tenía pensado hablar de este libro, pero hasta ahora por muy variados motivos no lo había hecho.
Un día hablando con él, me prometió que recibiría como regalo un ejemplar de su libro según se publicase. Y cumplió su palabra. Poco después recibía en mi buzón el ejemplar de Corto de Tinta firmado y dedicado por Toño Jerez.
Toño es un grande. Aunque no suela mencionarlo ha sido galardonado en muchos concursos de poesía. Cada uno de sus poemas refleja mucho de sí mismo, y siempre escribe, como él dice, sin hipocresías.
Con este poema ganó el I certamen Internacional de Poesía Francisco Pérez Fernández.
POETA DE GUARDIA
Todas las noches en todas las ciudades
un poeta insomne debería caminar las calles,
debería ejercer de sereno
aunque lleve el corazón entre los dientes
y una ebria lapicera le queme el bolsillo,
Un verso a tiempo asegura el deshielo de las camas
y ayuda al buen dormir, o si ya es tarde, al buen morir.
Un poeta de guardia
al servicio de adolescentes de trastabillado palpitar
que fenecen de miedo en cada latido nocturno,
al cuidado de prostitutas famélicas de ternura
con ganas de habitar un paisaje distinto,
a disposición de la mujer que acaba de quedarse viuda
y llora mientras escucha Fly me to the moon.
De noche, los poetas deberían estar junto a las farolas,
o a la salida de cualquier club de jazz,
porque a veces las notas
duelen tanto que suenan a lágrima,
y una lágrima nocturna que suena a jazz
sólo puede remendarla un poeta.
Todas las ciudades
tendrían que situar a los poetas estratégicamente
cuando llega la noche.
Para que ausculten los pechos de los borrachos
y estrujen sus corazones hasta sacar toda la soledad
que deja el ron cuando pierde el azúcar.
Que recorran las aceras mientras tañen una campaña
a modo de aviso y reclamo a los que no duermen
pero necesitan una boca que besar, una lengua que morder,
una piel que acariciar antes de que sea demasiado tarde.
Para que nadie muera de ausencia en la ventana
ni agite el llanto, ni derrame la pena,
ni despierte a la tristeza.
Pero las ciudades no tienen poetas de guardia
y los botiquines sólo acumulan objetos inútiles.
Corto de tinta es un libro que desgarra. Un libro donde se plasman sentimientos, pensamientos, vivencias, denuncias, protestas.. donde se plasma la esencia de la persona que lo ha escrito. Me atrevo a afirmar que leer Corto de Tinta es conocer un poco más a Toño, y para mí ha sido un auténtico placer. Gracias Toño, me leas aquí o no, por tu libro y por todas esas noches que hemos compartido de poesía, de charlas, y de risas.
Me voy a atrever con permiso, a rescatar un pasaje de este precioso libro.
Máscaras
Este callarse siempre o casi siempre. Este no incendiarse aunque ardamos. Este amargo materialismo primo hermano de la avaricia. Esto de ser políticamente correcto aunque sangren las aceras. Este caminar sin pisar el suelo para no hacer ruido. Estas maneras de vivir, de confundir hipocresía con educación, distancia con buenos modales, y soledad con tristeza, cuando en realidad es un oasis de certeza. Todos estos, estas que padecemos harán que cualquier día no seamos capaces de saber si la máscara que utilizamos a diario forma ya parte de nuestra propia piel.
Y para terminar, la sipnosis del libro que son unas palabras de José Escánez Carrillo totalmente acertadas.
Corto de tinta no es un libro casual; es un estado de voluntad, una necesidad de renovación, un “ovario” de poemas. No es la impotencia lírica de un poeta falto de técnica, ni de imágenes; sino la catarsis obligada de quien se arrastra por la realidad con un verso colgando de los dedos, la mirada poética que se expande fuera del poema, mirada medida pero sin métrica; con el ritmo absoluto de la vida marcando las pulsiones del lector. Corto de tinta es un reportaje lírico, poemas non natos manchados aún con el aliento amniótico de la vida; la melodía de la autenticidad.