Nos encontramos en el trabajo tras unos días de vacaciones. Todo el mundo se felicita el año : Feliz Año, Feliz Año, Feliz Año. Entre los unos y los otros, se van tejiendo imágenes de “Navidades Encantadoras” al abrigo de las reuniones familiares . Nadie describe una experiencia negativa : risas, buenos manjares, regalos… Los que han viajado, han rozado la perfección y los que no, se lo han pasado genial … Me incluyo, que conste.
Ya, ya…
Va pasando el día y hablamos más. Y salen las cositas tontas esas que , la verdad, dotan de realidad a las familias. Si algo he constatado es que las “piñas familiares de amor verdadero” son las que menos abundan. El amor, en su justa medida , está en muchas de ellas pero… tú en tu casa y yo en la mía, a poder ser.
Olvidaos de dramas extremos ( que los hay y eso ya son otro cantar) , hablamos de las cositas tontas esas.
Ejemplos : La cuñada que llega a casa de tu madre, se sienta, le sirven y se va. No es ni muy simpática ni muy borde pero… no ayuda. En la cocina se oyen los siseos de tu madre : ¿Pero la has visto? ¡No mueve un dedo!. O… la atmósfera gélida que envuelve a los comensales cuando se entra en aquello de quien hace mejor el pollo relleno e, incluso, se comenta la preferencia por el que no está encima de la mesa ( a según que madres-cocineras-tradicionalistas hay que tratarlas con muchísimo cuidado) o las peleítas tontas por los niños, los juguetes que se dejan o no se dejan y los brincos de las criaturas en el sofá blanco de tu cuñada que no tiene hijos y sí una casa de diseño… O aquello de no llevar nada y no participar en los gastos y, ni tan siquiera preguntar ( 2 adultos y cuatro niños). O aquello de que tu eres del Real Madrid y yo del Barça , uno fan de Intereconomía, el otro de Gran Wyoming y la tertulia post banquete navideño se convierte en un gallinero del que lo mejor es huir. O la suegra que habla de las virtudes de la otra nuera ( no de la que ha organizado la comida) que está en un crucero para desestresarse. O del “pobre niño” que resulta ser el hermano, cuñado o primo de treinta y muchos que vive en casa de los papis, le hacen la colada y suele ser el típico gorrón que se apropia de la Wii de los peques sin concesión…
Cositas tontas . Sin importancia y sin valor a la hora de cuantificar lo mucho que nos amamos los unos a los otros pero…era extraño ese brillo pérfido en los ojos del que me relataba, cómo había disfrutado dándole turrón de chocolate a su hijo para después, animarlo a jugar en el sofá blanco inmaculado de la cuñada de turno…
Oye, pero todo genial…