Quizá el lector, aplicado a sus tareas asistenciales, sus preocupaciones diarias y la necesidad de la búsqueda de soluciones a los problemas, ante la idea de extender su “visión” de la realidad a algo tan vasto e impreciso como el cosmos, se sienta alejado de esta materia. Comprensible. Pero no vamos a dejar de ampliar horizontes por eso o, al menos, intentarlo de una forma elemental.
Los más ilustrados reconoceran el término como la versión en español de Weltanschauung, con esa fascinación que ejerce–o más bien ejercía–el alemán a la hora de expresar conceptos filosóficos, especialmente en la primera mitad del siglo pasado. Sirve para entender algo más allá de la cultura, incluyendo además las creencias y las opiniones sobre lo que nos rodea, incluso como visión de lo que hemos vivido y esperamos que pase con el mundo, con–en el ampliado español–el cosmo que nos rodea. Generalmente se aplica a los colectivos, etnias o grupos culturales, pero también sirve para individuos concretos, especialmente cuando se pueden encontrar en ciertas encrucijadas de la vida.
No vamos a pretender que los profesionales sanitarios que atienden niños y sus familias, incluyan en su entrevista una encuesta sobre la cosmovisión, así, a pelo, y pretender con ello intentar entender “de qué van”, por ponerlo en términos castizos.
Pero sí que animamos a unos y otros, especialmene en circunstancias de una cierta complejidad, tratar de elucidar que conocen y que esperan del mundo que envuelve a nuestros interlocutores. De forma especial, sería una buena idea en adolescentes con problemas. Con frecuencia observamos que los adolescentes y por naturales razones de su desarrollo psicosocial, no saben lo que quieren y no saben a donde van. Y eso les lleva a situaciones escasamente deseables, cuando no notablemente peligrosas o patológicas. Quizá ahí, y con la discreción y habilidad necesarias, conseguir extraer donde se situan nuestros pacientes y cómo ven lo que les rodea, nos puede ayudar a colocarlos en un sitio más confortable y menos confuso.
No va a ser, obviamente un parámetro a incluir en la visita rutinaria de Atención Primaria, como no lo fue, en su día, el modelo explicativo de la enfermedad en cada paciente que nos propuso Arthur Kleinman. Él pudo ver como sus residentes convirtieron el concepto en otro dato de la anamnesis. Por ejemplo: una paciente de tal edad, con tales antecedentes, de etnia caucásica y culturalmente occidental, afecto de tal o cual síntoma y con tal “modelo explicativo de su enfermedad”, y con ello encasillarlo en un grupo diagnóstico u otro. Como los que se explican su enfermedad como un castigo divino, o como una revés de la fortuna, o como algo heredado o algo que pillaron en un prostíbulo. No vale.
Pero indagar cómo se ven en el mundo y que esperan de su entorno puede ayudar a la búsqueda de soluciones. Y eso vale tanto para pacientes concretos como, en el caso de la Pediatría, para las familias. Visiones disparatadas o expectativas irreales van a dificultar el manejo de una situación. Mientras que una visión más equilibrada nos ayudará, al menos, a la busqueda de recursos de soporte, en el entorno o más allá.
Por eso lo traemos aquí, como hicimos con el proyecto de vida, hace unos días.
X. Allué (Editor)