El País Semanal ha publicado un extenso y documentado reportaje titulado Enganchados al porno “on line”. Hay detalles morbosos para el que quiera pero a mí me interesa lo “saludable” del asunto. El gusto “excesivo” por el sexo o “adicción” al mismo ha tratado de conceptualizarse como una enfermedad.
Intersex, adicción al sexo en la Red, subtipo de adicción al sexo. Para otros, un subtipo de adicción a Internet. Hipersexualidad, según otros especialistas. Con la llegada de Internet se han expandido también nuevas “prácticas sexuales” y el “interés” por mensurarlas y etiquetarlas, ¿quizá como enfermedad? El autor del texto cita esta polémica científica:
Muchos expertos como Carlos Chiclana venían reclamando desde hace años la inclusión del trastorno hipersexual en el estadounidense Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM, en sus siglas en inglés), la biblia de los psiquiatras. Estos especialistas confiaban en su aparición en la edición del DSM-V presentada hace un año. Pero no fue así”.
Cierto. Hace cerca de tres años contábamos en el post titulado Las nuevas “enfermedades mentales” que se preparan, otra pandemia precocinada, la existencia de una plataforma de profesionales sanitarios denominada Stop DSM contraria a la inclusión en el nuevo Manual, publicado finalmente en 2013, de ciertos “nuevos trastornos”.
Entre ellos, el Síndrome de Riesgo de Psicosis, el Trastorno Mixto de Ansiedad Depresiva, el Trastorno Cognitivo Menor, el Trastorno de Atracones, el Trastorno Disfuncional del Carácter con Disforia, el Trastorno Coercitivo Parafílico, el Trastorno de Hipersexualidad y el de Adicciones conductuales.
Cuenta El País que el DSM-V ha descartado la adicción al sexo basándose en que no es posible definir qué constituye exactamente una actividad normal sexualmente hablando. Al no poder definir qué es una sexualidad normal, tampoco ha resultado posible de momento definir lo extraordinario y, por extensión, incluir el trastorno de hipersexualidaden el manual psiquiátrico de referencia.
Así que, teóricamente, no existe. En el equivalente europeo, el ICD-10 (la Clasificación Internacional de Enfermedades), sí cita un impulso sexual excesivo. Existe hasta una revista científica especializada: Sexual Addiction and Compulsivity.
En el reportaje queda claro que hay profesionales que tratan casos de personas que podrían ajustarse a estos patrones. Algo ocurre. En lo referente al cibersexo, indican, podríamos hablar de varios grados: leve, moderado o grave, en función de cómo esta realidad afecte a la vida de esa persona.
Fue en 2000 cuando el doctor Al Cooper, de la Universidad estadounidense de Stanford, estableció las variantes del uso internauta con fines sexuales y el grado de dependencia según su frecuencia de empleo. En su estudio Cybersex: the dark side of the force (Cibersexo: el lado oscuro de la fuerza), basado en un muestreo de 9.000 personas, casi la mitad pasaba menos de una hora desarrollando actividades sexuales online, un 8,3% constituía casos de riesgo y solo un 1% lo vivía como una adicción.
Con ese mismo término, ‘adicción’, cataloga el catedrático de Psicobiología de la UNED Emilio Ambrosio a los enganchados al cibersexo. Como prueba ilustra el artículo científico Prelude to passion: Limbic activation by unseen drug and sexual cues, publicado en 2008 por el departamento de psiquiatría de la Universidad de Pensilvania y en el que se argumenta que tanto la cocaína como las señales sexuales activan el sistema de recompensa cerebral”.
No me digáis que este asunto no es apasionante. Sea como fuere, Allen Frances -ex jefe del Grupo de Tareas del DSM-IV- ofrece en su escrito Abriendo la Caja de Pandora: las 19 peores sugerencias del DSM-V algunas nociones sobre esas supuestas “enfermedades mentales”.
Del Trastorno de Hipersexualidad comenta que será
un regalo para los buscadores de excusas en los falsos positivos y un potencial desastre forense”.
Añadiría que con las denominadas Adicciones conductuales lo que se estaría medicando, llegado el caso, son elecciones de vida, erróneas o no, éticas o morales o no, mejorables o no, pero lo cierto es que cualquier persona podría ser considerada mentalmente enferma y medicada si es considerada simplemente adicta a las compras, al sexo, al trabajo, al fútbol, a la tarjeta de crédito o a los videojuegos.
¿Vosotros que pensáis?