Revista Religión
Leer | Marcos 12.28-34 | Amar a nuestro prójimo es un mandamiento bíblico y la base de la regla de oro, pero la frase no está completa sin “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mr 12.31, cursivas añadidas). Si queremos ser vasos para derramar el amor del Padre celestial en los demás, tenemos que preocuparnos por ellos.
Independientemente de cómo actuemos o nos sintamos, nuestro Padre nos ama con amor perfecto. La prueba está en Juan 3.16, el cual dice que Dios amó tanto a la humanidad, que dio a su Hijo para que muriera por sus pecados, ¡aunque éramos sus enemigos (Ro 5.8-10)! Nadie es digno del sacrificio que hizo Cristo, pero el sentir del Padre celestial es que valemos la pena. Si Él nos considera valiosos, entonces debemos ver a los demás de la misma manera.
Recibir el amor de Dios debería inspirarnos a amar a todos los que nos rodean, aunque sea más fácil amar a unos que a otros.
En los evangelios, el Señor Jesús repite el mandamiento a sus discípulos, probablemente porque sabía que nos encontraríamos con personas difíciles de amar. Pero nos asemejamos más a Dios cuando nos preguntamos: ¿Cómo puedo servir a esta persona? ¿Qué es lo mejor para ella?
Aunque encontraremos personas que parecen difíciles de amar, el mandamiento se mantiene: Debemos amarlas como a nosotros mismos. Esta es una poderosa herramienta de evangelización. Pocos pueden resistir la atracción de un amigo afectuoso que se comporta como el Amigo perfecto. ¿Conoce a alguien que necesita sentirse amado hoy?
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