He estado leyendo a Coks Feenstra en el blog Somosmultiples. Ha escrito un artículo sobre la importancia de los rituales en familia. Lo podéis leer pinchando aquí.
Inmediatamente ha venido a mi cabeza la voz ronca, de recién despierto, de mi padre contándome el cuento de La Gallina Marcelina. Siempre el mismo cuento. Los fines de semana, me iba a su cama, solía estar solo mi padre, mi madre ya se había levantado y hecho la comida, seguramente. Y siempre me contaba el mismo cuento. También recuerdo el olor a picatostes, cuando le daba por preparar el desayuno. O cuando bajaba a la churrería a por porras y nos despertaba a mis hermanas y a mí poniéndonos una porra o un churro debajo de la nariz...saltábamos de la cama e íbamos a desayunar como si no hubiera mañana. Otra cosa que también recuerdo es a mi padre fabricándome un periscopio con cartulina y espejitos, para el colegio. Yo no hice nada, solo observarle y alucinar con que funcionara. Y escuchar el concierto de año nuevo. Y criticar a la gente con mi madre en la sala de espera del médico, no paramos de cortar trajes, todavía lo hacemos. U oírle coser en su máquina mientras escuchaba a Rocío Jurado. Los viajes relámpagos a Gandía a comer una paella, volviendo el mismo día, saliendo de madrugada de casa y durmiendo en el coche. Escuchar a Los Panchos o Katiuska en el coche. Sentarnos a ver la tele comiendo Nocilla del bote, pero solo metiendo la puntita de la cuchara cada vez. Dejar de ver una película que echaran en la tele porque mi madre no había visto los títulos y, entonces, ya no se iba a enterar de qué iba... Terminar de comer y poner en la mesa el cesto con nueces o castañas y seguir comiendo. Ver a mi abuela achispadilla porque se había comido una torrija de vino, que me diera chocolate negro Dolka del que tenía escondido en su armario o quedarme sola con ella porque mis padres salían, poner la película de Grease por enésima vez y que la pobre me dijera "otra vez tenemos que ver a los melenas esos, hija?".
Son cosas cotidianas, normales, en cada casa son diferentes. Pero que son las que realmente calan en nuestro subconsciente y se quedan ahí, y salen a flote con un olor, unas notas musicales, un sabor...
De esas pequeñas cosas, de esos pequeños recuerdos y rituales es de lo que tenemos que llenar el subconsciente y el corazón de nuestros hijos. Al final es lo que recordarán con cariño.