Hablando con ellas, que me llevan bastantes años de ventaja en este camino, pude comprender mejor esa dualidad entre el orgullo de verlos crecer y el dolor de saber que ya queda menos para que vuelen.
Ese futuro síndrome del nido vacío...
Mis cuñadas no son mujeres precisamente sedentarias: trabajan , hacen actividades, salen, entran , tienen vida social... y mis sobrinos, han estrenado la mayoría de edad recientemente, así que la etapa crianza les queda ya lejos.
Sin embargo, ambas sufren pensando en como se sentirán cuando los "niños" ya no estén, definitivamente en casa.
Mi suegra, la voz de la experiencia después de haber criado y visto volar a 6 hijos , contaba que ella lo pasó mal y que durante mucho tiempo, cuando venía de alguna parte aun buscaba inconscientemente el coche de alguno de sus hijos en el aparcamiento esperando verlos llegar como había echo siempre...
A mi esa etapa aún me parece "muy" lejana y puedo reflexionar al respecto desde la seguridad de tener a mis ratones de 4 y 8 años que aun duermen acurrucaditos a mi lado tantísimas veces.
Pero se que el tiempo pasa mas rápido de lo que pensamos.
Por eso, estuve pensando en cual es el quid de la cuestión:
¿Quizás esté en aprender a crecer a la par que nuestros hijos?
¿Quizás, sea que al convertirnos en madres y meternos de lleno en nuestro rol, cambiamos tanto por dentro que a veces perdemos nuestra identidad individual?
¿Puede quizás, que ese apego del que tanto hablamos siempre por parte de nuestros hijos, no sea tanto de ellos como nuestro?
Quizás sea un mezcla a partes iguales de todo lo anterior.
Por eso nuestros niños, ya no tan niños, buscan alzar el vuelo con cierta incertidumbre, pero con ganas, con alegría a pesar de ese pellizquito que da dejar el nido, con la ilusión de crear su propia vida.
Y sin embargo las madres, en ocasiones, asistimos al despliegue de sus alas con un sentimiento agridulce de alegría e incertidumbre.
A lo mejor una de nuestras tareas como madres y para con nosotras mismas, sea buscar nuestra identidad mas allá de la madre que somos y llevamos dentro.
Dejar de ser "la mamá de" para seguir siendo "Maria, Andrea, Juana, Teresa...".
Que interioricemos que nuestros hijos, no son nuestros propiamente, si no que nacen de nosotr@s, que somos su vehículo para venir al mundo, las encargadas de proveerles de todo lo necesario para su desarrollo como los seres humanos independientes que son y los adultos en que se convertirán.
Somos sus madres, los queremos por encima de todo, quisiéramos salvaguardarlos de cualquier pena o dolor, pero no podemos y quizás no debamos pues entorpeceríamos su propio crecimiento personal.
Si asumimos con tiempo, que esto va a suceder algún día y que es lo mas saludable para ambas partes, estaremos haciéndonos un favor a nosotras mismas, pero también a nuestros hijos, que podrán emprender su camino libres de culpa, con alegría y seguridad.
Como madre, es triste creer que ya no hay vida tras la etapa de crianza.
Como hijo, no hay nada peor que el sentimiento de culpa por abandonar el hogar paterno dejando una madre destrozada detrás.
A vivir, reflexionar y crecer.
Buen fin de semana.