Crecer en un vecindario pobre puede ser una fuente de estrés para niñas y niños y, a veces, se asocia con problemas cognitivos y problemas de salud mental en los jóvenes. Un estudio reciente encontró evidencia sobre la relación entre los vecindarios desfavorecidos y las alteraciones en la estructura del cerebro durante la adolescencia. Los hallazgos indican que los vecindarios desfavorecidos están asociados con desviaciones de las trayectorias típicas del desarrollo del cerebro, pero que una mayor autorregulación amortigua los efectos de la desventaja del vecindario en el desarrollo neurológico (Rakesh et al., 2021).
Qué metodología usaron
El desarrollo del cerebro es un proceso complejo y prolongado, y puede verse influenciado por factores ambientales y psicológicos, como las desventajas del vecindario, el temperamento y el comportamiento de los padres.
Con el objetivo de examinar la relación entre los vecindarios desfavorecidos y el desarrollo neurológico estructural durante la adolescencia, los investigadores utilizaron modelos de aprendizaje automático para calcular la edad cerebral de un individuo basándose en datos de neuroimagen.
El conjunto de datos de Cohorte de Neurodesarrollo de Filadelfia, que contenía datos de imágenes de resonancia magnética estructural (IRM) de 1.313 jóvenes, fue utilizado para establecer un modelo normativo de la edad cerebral. Luego, este modelo se aplicó a los datos del Estudio de Desarrollo Adolescente de Orygen, una investigación longitudinal en la que los adolescentes completaron tres exploraciones de resonancia magnética estructural en el transcurso de varios años. Los investigadores estaban particularmente interesados en la diferencia entre la edad cerebral prevista de un participante y su edad cronológica.
Qué encontraron
Luego de analizar los datos, encontraron evidencia de que diferentes niveles de desventaja en el vecindario estaban asociados con diferentes niveles de maduración cerebral, y que una característica temperamental conocida como control de esfuerzo moderaba esta relación.
Entonces, vivir en vecindarios desfavorecidos está asociado con cambios en la forma en que se desarrolla el cerebro desde el principio y hasta el final de la adolescencia, pero que estos cambios son diferentes en adolescentes con niveles altos o bajos de una dimensión de temperamento llamada “control de esfuerzo” (que es la capacidad de utilizar los recursos de atención para regular mejor las emociones e inhibir las respuestas conductuales inapropiadas), explicaron los autores.
Según los resultados del estudio, los niños que crecieron en vecindarios desfavorecidos tenían cerebros que parecían más viejos de lo que era típico para su edad durante la adolescencia temprana, pero esta brecha se redujo lentamente con la edad al final de la adolescencia. Es más, estas asociaciones se mantuvieron válidas incluso cuando se controló el estado socioeconómico del hogar y otras adversidades (como el abuso y la negligencia infantil), lo que sugiere que la desventaja del vecindario desempeña un papel único en el desarrollo del cerebro.
Además, las personas de vecindarios desfavorecidos que tenían bajo control de esfuerzo demostraron un retraso en el desarrollo del cerebro al final de la adolescencia; el mismo patrón no fue evidente en sus pares con menos desventajas o en los adolescentes desfavorecidos con un alto control de esfuerzo.
También encontraron que si bien la conducta parental positiva no amortiguó los efectos de la desventaja del vecindario en el desarrollo neurológico, sí se asoció de forma independiente con las trayectorias de desarrollo del cerebro, por lo que los adolescentes que experimentan una crianza positiva baja tuvieron un desarrollo acelerado durante la adolescencia temprana, que fue seguida por un fuerte declive, resultando en un retraso en el desarrollo del cerebro al final de la adolescencia.
Dentro de las limitaciones del estudio, los autores señalan que la cantidad de variabilidad individual que existe en las personas, que a menudo no se aborda en investigaciones como las realizadas. Es decir, hay muchas personas de barrios desfavorecidos que no muestran alteraciones cerebrales. Pero este tipo de variabilidad individual se pierde en los tipos de análisis realizados (donde se examinan los promedios de grupos de personas en lugar de mirar datos individuales). Por lo tanto, es importante tener en cuenta esta variabilidad individual y también examinar qué hace que ciertas personas sean resilientes.
Por otro lado, los investigadores no encontraron que estos cambios cerebrales estuvieran asociados con resultados de salud mental. Eso significa que las alteraciones cerebrales observadas no actuaron como mecanismos que transmitieran los efectos de los vecindarios desfavorecidos y contribuyeran a la mala salud mental de los adolescentes. Por tanto, es posible que estas alteraciones sean en realidad adaptaciones que representen mecanismos de resiliencia y/o estén asociadas a un funcionamiento positivo. Sin embargo, es difícil responder a esta pregunta sin conocer la trayectoria de desarrollo completa. Se necesita más investigación con diseños longitudinales extendidos que sigan a las personas desde la infancia hasta la edad adulta.
Referencia bibliográfica: Rakesh, D., Cropley, V., Zalesky, A., Vijayakumar, N., Allen, N. B., & Whittle, S. (2021). Neighborhood disadvantage and longitudinal brain-predicted-age trajectory during adolescence. Developmental Cognitive Neuroscience, 51, 101002. https://doi.org/10.1016/j.dcn.2021.101002
Fuente: Psypost
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