Pregúntale a alguien si considera que es libre; pregúntatelo tú mismo. Casi seguro que en un 99,99 % de ocasiones te van a responder que sí, que son libres. A partir de ahí me pregunto: ¿Cómo es posible que seamos “libres” con el condicionante heredado de la combinación genética, con la cabalgante influencia de las hormonas? ¿Cómo es posible que podamos ser “libres” después de haber nacido en un punto geográfico determinado, en una época, en una cultura? ¿Cómo es posible escapar de todas esas circunstancias y salir airoso? ¿Se puede ser libre con estas limitaciones?
Desde el momento en que un óvulo es fecundado por un espermatozoide, surge un Ser Humano en potencia; un Ser Humano tan marcado por todos estos condicionantes que difícilmente va a poder esquivarlos. ¿Qué hace que a alguien le guste la feminidad y a otro la masculinidad? ¿Será genético o cultural? ¿Es algo instintivo que se lleva dentro o se va adquiriendo en el contexto de una determinada sociedad?
Haber nacido hombre, marca; el ser mujer, también; la época que te va a formar nos asigna roles y nos dice que “somos de esa sociedad”; si no eres de la tribu lo tienes claro: “a sufrir”. No lo elegimos conscientemente, lo asumimos porque “quien nos quiere” nos lo dice y le creemos. La sociedad en la que naces te va perfilando en base a la “prueba y error” para que vayas aprendiendo la lección, para que te adaptes.
Toda una serie de típicos tópicos va perfilando tu personalidad; tu carácter se va construyendo como respuesta refleja al confrontamiento entre tu interior y lo que te rodea. Ahí entra todo, tu experiencia al nacer en el seno de una familia, tu relación con el entorno, muchas veces agresivamente condicionante… El grado de cultura, de respeto, de madurez, de tolerancia, de altruismo… todo esto acaba condicionando y por tanto, aunque te diga que eres libre, realmente no lo eres. Y con ello, todas estas circunstancias no son del todo determinantes, hacen falta las “otras”, las de los poderes de hecho. La prensa, la radio, la televisión, los gobiernos, la religión… todos quieren meterte “en ralla”; no quieren conflictos; quieren mantener su estatus y tienen que “domesticarte”. Te quieren hacer creer que eres libre cuando algunos de ellos saben que ni siquiera ellos lo son; que también ellos se hallan atrapados en una especie de trampa, aunque “bendita trampa” dirán algunos, cuya posición les permite estar en lugar predominante y les da una vida cómoda y “divertida”.
En la única cosa que no estoy de acuerdo con el gran sabio Krishnamurtique orienta mis reflexiones, es cuando dice que si detectas que hay que cambiar algo, que lo hagas ahora mismo. Este tipo de cambios radicales son extremos y no me fío demasiado de ellos. Prefiero tomar una gran curva e ir comiéndomela poco a poco, a dar volantazo a la derecha a la altura de un cruce, por ejemplo, y salirme de la carretera. Estos cambios abruptos que te pueden llevar a irte a cualquier otro sitio “para cambiar de vida”, en el fondo, como no ha habido progreso interior suficiente, hace que huyas pero que “te lleves detrás” a ti mismo.
No hay cambios radicales, son más de lo mismo, los cambios tienen que ser interiores y progresivos. Siempre me he preguntado cómo hacerlo. Una de las conclusiones a que he llegado es que un peldaño lleva a otro, quien quiera ir de rellano en rellano, se la va a pegar.
Sólo hay una vía lenta pero segura para “cambiar”: Una buena introspección junto a otra buena extrospección. Si eres capaz de tener paciencia y utilizas la Inteligencia Reflexiva se puede avanzar lento pero ir muy lejos. La mirada crítica ayuda muchísimo.
Si no tienes necesidad de cambio, si te conformas en cómo eres y cómo estás, crees que eres feliz y consideras que eres libre… pues entonces déjalo estar; pero si tienes inquietudes y ves que a tu alrededor hay mucha superficialidad y vulgaridad, reflexiona un poco y proponte el cambio. Desde ese momento ya ha comenzado a producirse, has empezado a tomar la curva, y poco a poco, casi imperceptiblemente, el cambio se hará efectivo. Con el tiempo, irás percibiendo que dependes de menos cosas y por tanto te irás dando cuenta de que realmente, ahora sí, vas siendo más libre cada día. Esa es la libertad que todos creemos tener, que muchos nunca se darán cuenta que no la tienen, y que algunos, yendo a la suya, poco a poco la irán conquistando. El camino a la libertad se llama consciencia.
Como en el último artículo, hoy también le vamos a dar caña a la superficialidad mientras alabamos la introspección, el camino seguro hacia la libertad.
Juan-Lorenzo[email protected] Más Artículos sobre Humanismo