Rambla de Figueres, con el Monument a Narcís Monturiol de frente.
Que las instituciones dejen en libertad a sujetos con estas problemáticas, sin asegurarse de que alguien les va a supervisar y va a informar de inmediato de cualquier anomalía a las autoridades competentes, debería preocuparnos sobremanera. Porque no sabemos a qué tenemos que atenernos con personas que campan a su libre albedrío por las calles de nuestros pueblos y ciudades como bombas de relojería que pueden estallar en cualquier momento y segarnos la vida a cualquiera de nosotros, sólo por estar en el lugar y en el momento equivocados.
¿Qué diferencia hay entre un enfermo de esquizofrenia que siente deseos de vengarse y se deja llevar por el impulso de matar a un hombre catalán y de Figueres de un islamista que decide calzarse un cinturón de explosivos y volar por los aires llevándose con él a un montón de víctimas inocentes elegidas al azar, en nombre de Alá?
¿Por qué consideramos al primero un enfermo y al segundo un terrorista?Ambos son enfermos, pero también asesinos.Tener un diagnóstico psiquiátrico no debería servirle a nadie para evitar la cárcel ni para pagar por el crimen que haya cometido. La esquizofrenia paranoide es una enfermedad muy angustiosa, que hace que las personas que la padecen confundan la realidad y se sientan continuamente amenazadas por atacantes que no son tales, pero la enfermedad de por sí no las convierte en asesinas.Para matar a un hombre a sangre fría, cuando ya años atrás has matado a otra mujer también a sangre fría, se necesita algo más que un cerebro confundido. Hace falta tener instinto para matar, hace falta perderle el respeto a la vida de los demás. Y eso nada tiene que ver con la enfermedad. La enfermedad nunca debería servirle a nadie de excusa para atenuar sus culpas.
Ya suficiente estigma social sufren las personas que padecen alguna enfermedad mental como para que los asesinos se sirvan de ellas para justificar sus actos injustificables. Una persona a la que se diagnostique de cualquier trastorno, ya sea físico o mental, tiene la obligación de procurarse el tratamiento que sus médicos le recomienden para cuidarse y evitar, en lo posible, indeseables complicaciones, recaídas o empeoramientos de su salud. De no hacerlo, nada podrá reclamarle ni a sus médicos ni al resto de la sociedad, porque ella misma se habrá buscado su mal.El alcoholismo, sin ir más lejos, no deja de ser una enfermedad. Pero, cuando alguien que ha bebido más de la cuenta provoca un accidente de tráfico en el que se dan víctimas mortales, la justicia no tiene ningún inconveniente en enviar a prisión al causante del mismo. ¿Por qué esa “Justicia” no utiliza la misma bara de medir cuando alguien resulta asesinado porque otro alguien ha dejado de tomar su medicación y “no sabe lo que hace”? La imprudencia es la misma. La condena también debería serlo. Porque matar a alguien nunca puede justificarse. Ni por la excusa de una guerra, ni por el atenuante de una enfermedad, ni por ningún supuesto Dios que te haya pedido que mates infieles.Quitarle la vida a otro es condenarte de por vida a no ser digno de la vida propia.
Estrella PisaPsicóloga col. 13749