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Blas Ramón Rodríguez © 2016
Las vacaciones, a pesar de ser uno de los períodos del año más anhelados por todos, pueden transformarse en un espacio de discusiones y conflictos para la pareja, por diversos motivos. En ocasiones, los desencuentros y conflictos que surgen en las vacaciones se convierten en la gota que colma el vaso de la crisis de pareja, llegando a producir una fractura emocional que pueden llegar a desembocar en profundos distanciamientos, separaciones y divorcios. Si, ocurre que se sale de vacaciones con los mejores propósitos de consolidar una unión y se vuelve cada uno por su lado.
Uno de los primeros desencadenantes de la emergencia del conflicto en una pareja que está de vacaciones, es precisamente, el lugar escogido para disfrutarlas, las fechas y las actividades a realizar también pueden ser motivos de complicaciones, sobre todo cuando los gustos e intereses de uno se imponen sobre los del otro.
Singularmente, el hecho de pasar mucho más tiempo juntos genera muchas expectativas respecto a cómo debería ser la relación de pareja cuando se tiene la posibilidad de compartir más, generándose en ocasiones una presión adicional para ambos miembros de la pareja. Cuando estas expectativas se frustran dan paso a las recriminaciones y conflictos. Resulta llamativo que, justamente, cuando la convivencia familiar se intensifica en un entorno de mayor relax, sobrevengan problemas capaces de desestructurar la relación, en vez de ser un panorama apropiado para el descanso, el diálogo, la comunicación y expresión de los afectos familiares, etc. Obviamente, las rupturas surgen en aquellas relaciones que ya arrastran desde antes problemas de comunicación y diálogo, de desafección o de pérdida de confianza y credibilidad. Aquellas parejas que han venido arrastrando conflictos a lo largo del año, suelen verse "acorraladas" en las vacaciones, al tener que estar mucho más tiempo en contacto y cercanía. No debemos perder la perspectiva de que en algunas relaciones que sobreviven gracias a las rutinas cotidianas y los ritmos establecidos durante todo el año, el hecho de pasar más tiempo juntos, lo que conlleva una reorganización como pareja y como familia. En vacaciones tenemos más tiempo y oportunidad para manifestar lo que tal vez llevamos tiempo guardando, o para fijarnos más en los que creemos que nos hace infelices de la otra persona o relación, o para analizar nuestro rol y nuestras tareas familiares. La modificación de las rutinas y los roles suele ser condición suficiente para originar molestias y desacuerdos. Piensen, por ejemplo, en aquel miembro de la familia acostumbrado a no realizar ningún tipo de tarea doméstica durante el año y que, en vacaciones, quiere seguir manteniendo su rol en el apartamento de veraneo y lo único que le preocupa es salir a la playa o a pasear por el campo de la misma manera que sale a trabajar durante todo el año, dejando las tareas domésticas que se pueden requerir en vacaciones a su pareja. Una expectativa que se suele frustras muy frecuentemente en estos períodos es que, quien se ocupa más habitualmente de las tareas de casa, esperará que su pareja coopere para poder descansar también. Esto puede resultar confuso o incómodo, cuando alguno de los dos no demuestra suficiente flexibilidad para adaptarse a nuevas condiciones temporales.
La intimidad es a veces uno de los aspectos de la pareja que se descuidan durante el año y, las vacaciones son el espacio en el que se espera poder disfrutar plenamente de ella. En aquellos casos en que hay complicaciones, probablemente la imposibilidad de tener una plenitud sexual cuando hay tiempo y espacio para ello, puede ser la voz de alarma para evidenciar un problema de pareja que debe ser conversado y/o tratado.
Pero, ¿qué se necesitaría para dar un giro a esta perspectiva negativa y así transformarla en algo constructivo? Toda pareja que aborde sus pequeños y grandes conflictos con una buena comunicación, siendo considerado y respetuoso con la otra persona, y teniendo la predisposición a cooperar para que ambos estén bien, tendrá mucho terreno ganado... en estas vacaciones y durante todo el año.
Encontrar la raíz del problema, es encontrar la verdadera solución. La raíz del problema es la falta de diálogo y para dialogar se necesita confianza. Diálogo y confianza se retroalimentan: si no hay diálogo no hay confianza y viceversa. Y para dialogar no es necesario estar de acuerdo, sino saber comunicar las diferencias de opiniones, de gustos, de preferencias y de pareceres para respetarlas e intentar llegar a un arreglo. Un matrimonio que no lo hace durante todo el año, difícilmente lo hará en las vacaciones. Pero lo puede conseguir, si se dan cuenta de cuál es el problema y cuál es la solución.