El sesgo de statu quo, también conocido como sesgo de conocimiento, es un fenómeno psicológico que describe la tendencia que tenemos a preferir que las cosas permanezcan iguales en lugar de cambiar, lo cual NO nos beneficia en el escenario actual de crisis climática y de biodiversidad.
Este sesgo se manifiesta en la resistencia al cambio, incluso cuando el cambio podría resultar beneficioso, y sabemos que surge de diversas fuentes, entre las que se incluyen el miedo a lo desconocido, la aversión a la pérdida y la comodidad con lo familiar.
La preferencia por el statu quo, por lo conocido, puede tener consecuencias significativas, como la inercia en la toma de decisiones, la procrastinación y la falta de adaptación a nuevas circunstancias.
En términos de su origen, el sesgo de statu quo está profundamente enraizado en los mecanismos psicológicos de la mente humana, ya que la aversión a la pérdida es un componente clave: los seres humanos tienden a sentir las pérdidas más intensamente que las ganancias equivalentes.
Esta asimetría emocional hace que los cambios que implican riesgos o costes percibidos sean menos atractivos, incluso cuando los beneficios potenciales del cambio superan claramente a los riesgos. Además, el miedo a lo desconocido y la tendencia a sobrevalorar lo que ya conocemos y subestimar lo que no conocemos también contribuyen a esta resistencia al cambio.
La crisis climática y la crisis de biodiversidad son 2 de los desafíos de la sostenibilidad más apremiantes de nuestro tiempo. Recordemos que cuando hablamos de crisis climática nos referimos al calentamiento global y al cambio climático resultante de las actividades humanas, particularmente la quema de combustibles fósiles y la deforestación, que aumentan las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera.
Esto conlleva una serie de efectos negativos, como el aumento de las temperaturas globales, la subida del nivel del mar, fenómenos meteorológicos extremos y alteraciones en los patrones climáticos
La crisis de biodiversidad, por otro lado, implica la rápida disminución de la diversidad biológica en el Planeta, debiéndose principalmente a la destrucción de hábitats, la sobreexplotación de recursos, la contaminación y el cambio climático.
La biodiversidad es fundamental para la salud de los ecosistemas y, por ende, para la humanidad, ya que los ecosistemas diversos y saludables proporcionan servicios esenciales como la polinización de cultivos, la purificación del agua, el control de plagas y la regulación del clima.
El sesgo de statu quo tiene un impacto significativo en nuestra capacidad para abordar estos problemas ambientales y, en el contexto de la crisis climática, este sesgo puede hacer que las personas y las sociedades se resistan a adoptar tecnologías responsables, prefiriendo seguir dependiendo de los combustibles fósiles conocidos, por citar un ejemplo.
Esta resistencia al cambio claramente se puede observar en la política energética, donde a menudo se favorecen las inversiones en infraestructura existente en lugar de apostar por alternativas sostenibles.
Por ejemplo, a pesar de la creciente evidencia científica sobre los beneficios de las energías renovables y la necesidad urgente de reducir las emisiones de carbono, muchas comunidades y gobiernos siguen invirtiendo en plantas de carbón y otras fuentes de energía fósil.
Esto se debe en parte a la comodidad con el statu quo: las infraestructuras ya están en su lugar, las industrias y los empleos dependen de estas fuentes de energía, y existe una percepción de seguridad y familiaridad con lo que ya se conoce.
En el ámbito de la biodiversidad, el sesgo de statu quo se manifiesta en la resistencia a cambiar prácticas agrícolas y de uso de la tierra que son perjudiciales para los ecosistemas.
La agricultura intensiva, la deforestación para la expansión agrícola y el uso de pesticidas y fertilizantes químicos son prácticas profundamente arraigadas que resultan difíciles de modificar, incluso cuando hay métodos más sostenibles disponibles.
Los agricultores y las empresas a menudo prefieren continuar con prácticas familiares en lugar de adoptar técnicas nuevas y potencialmente más sostenibles, debido a la incertidumbre y al riesgo percibido asociado con el cambio.
Recordemos que la psicóloga Elke Weber ha investigado extensamente cómo los sesgos cognitivos, incluido el sesgo de statu quo, afectan la toma de decisiones en el contexto del cambio climático, identificando que las decisiones ambientales no sólo están influenciadas por la información científica y económica, sino también por la forma en que las personas perciben el riesgo y la incertidumbre.
Según Weber, una de las razones por las cuales las personas no actúan frente al cambio climático es porque los beneficios de actuar no son ni inmediatos ni tangibles, mientras que los costes del cambio se perciben como inmediatos y seguros.
Para superar el sesgo de statu quo en la lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, es crucial desarrollar estrategias que aborden tanto los aspectos racionales como emocionales de la toma de decisiones.
Una de estas estrategias es reencuadrar las decisiones ambientales de manera que se resalten los beneficios a corto plazo de actuar, además de los beneficios a largo plazo. Por ejemplo, promover las energías renovables tanto como una solución para reducir las emisiones de carbono a largo plazo, como también como una fuente inmediata de empleo y ahorro en costes de energía.
Otro enfoque es reducir la percepción de riesgo y aumentar la familiaridad con las nuevas tecnologías y prácticas sostenibles, lo que puede lograrse a través de la educación y la demostración de éxito mediante proyectos piloto.
Cuando las personas ven ejemplos concretos de comunidades que han adoptado con éxito prácticas sostenibles y han obtenido beneficios tangibles, están más dispuestas a considerar cambiar su propio comportamiento.
Además, las políticas y regulaciones pueden desempeñar un papel crucial al crear incentivos para el cambio y penalizar las prácticas perjudiciales. Por ejemplo, la implementación de impuestos al carbono y ayudas a las energías renovables puede ayudar a cambiar las preferencias y comportamientos hacia opciones más sostenibles. Estas medidas pueden hacer que el coste percibido de no actuar sea más inmediato y tangible, reduciendo así la resistencia al cambio.
La colaboración y el liderazgo también son fundamentales para superar el sesgo de statu quo, siendo los líderes políticos, empresariales y comunitarios los que deben dar ejemplo adoptando y promoviendo prácticas ecointeligentes.
La cooperación internacional es igualmente importante, ya que la crisis climática y la pérdida de biodiversidad son problemas globales que requieren soluciones globales, por lo que, iniciativas como los acuerdos climáticos internacionales pueden establecer objetivos claros y crear un marco para la acción colectiva.
En resumen, el sesgo de statu quo es un obstáculo nada desdeñable en la lucha contra la crisis climática y la crisis de biodiversidad, y que se origina en la aversión a la pérdida, el miedo a lo desconocido y la preferencia por lo familiar, y puede llevar a la inercia y la procrastinación en la toma de decisiones ambientales.
Superar este sesgo requiere una combinación de reencuadre de las decisiones, reducción de la percepción de riesgo, implementación de políticas y regulaciones adecuadas, y liderazgo colaborativo. Solamente mediante un enfoque integral que aborde tanto los aspectos racionales como emocionales de la toma de decisiones podemos esperar enfrentar eficazmente estos desafíos ambientales críticos y asegurar que el futuro no se perciba como una amenaza para las generaciones venideras.
El artículo Crisis climática y de biodiversidad: desbloqueando el potencial humano para superar la resistencia al cambio se publicó primero en ecointeligencia.