Revista Opinión

Crisis del XVII

Publicado el 16 marzo 2013 por Vigilis @vigilis
Sería muy complicado hablar de lo que la Escuela de Salamanca y sus seguidores apuntaban en relación a las importaciones de metales preciosos. Baste presentar el problema someramente. La llegada de metales preciosos a partir del XVI, produce un aumento general de precios debido a que no se producía un aumento de los productos y el trabajo. Es decir, si tienes que repartir más monedas de plata en una economía que no crece. Las monedas de plata valdrán menos y se necesitarán más para pagar lo mismo. Es lo que conocemos como inflación.

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Antonio de Pereda. El sueño del caballero. 1670.

Hambre
Materias primas y mano de obra aumentan su precio en España, lo que causa miseria. Las exportaciones españolas no pueden competir con otros productos extranjeros y además, el gasto público en armas y ejércitos no ayudan a aliviar la situación. Las crisis del XVI se vuelven crónicas en el XVII, mientras sigue la despoblación interior y las ciudades crecen con hordas de harapientos. Este crecimiento urbano hace que aumente la demanda de tierras de cultivo y pastoreo en lo que se conoce como «hambre de tierras». No pocas rivalidades entre ciudades vecinas comienzan en esta época: las ciudades literalmente robaban tierras que habían quedado abandonadas.
Las manidas guerras de religión de los Austrias por todo el mundo, no es el único efecto que se ve de su política de apoyo a la verdadera Fe. En España, las ciudades se pueblan con conventos y monasterios. Sobra decir que estas instituciones religiosas quedaban eximidas del pago de impuestos, lo que a su vez repercutía en la presión tributaria contra las clases menestrales. Ahondando en la miseria.

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Castroañe (León). Fiestas de San Andrés de 2011.

Hay gran testimonio documental de los litigios de los concejos de las ciudades, pidiendo a los reyes que hiciera leyes para prohibir la mendicidad de quien pudiendo trabajar prefería pedir limosna («si el vicio merece castigo, merece respeto el infortunio»).
Cortes de Toledo, 1559:
«Otro-sí decimos que una de las cosas que causa haber tantos ladrones en España, es igualmente disimular con tantos vagamundos, porque el reino está lleno de ellos, y son gente que muchos de ellos traen cadenas y aderezos de oro y ropas de seda, y sus personas muí en órden sin servir á nadie y sin tener hacienda, oficio ni beneficio, y sacado en limpio unos se sustentan de ser fulleros y traer muchas maneras de engaños, y otros de jugar mal con naipes, y otros de hurtar, y hay entre ellos capitán de ladrones que trae sus cuadrillas repartidas en las ferias y por todo el reino... y muchos de ser rufianes, que es la mas perniciosa y mala gente».

Mucho se ha hablado sobre esos hidalgos que veían mal el trabajo manual. Supongo que a esta idea habrá de unírsele al menos la carestía de vida, que esos hidalgos eran cuatro y el de la flauta y que había un dramático despoblamiento interior. No es que la gente no quisiera trabajar, es que no había gente para trabajar y responder a las demandas de una creciente población urbana en un ambiente de aumento de precios.
Pero lo de ver mal el trabajo tampoco es que no existiera. Adivinad quién no pagaba impuestos. Exacto. Tener un pequeño título y llegar a ser hidalgo era nuestro equivalente actual a tener un primo en la diputación. Con los eclesiásticos pasaba algo parecido: muchas familias enviaban a uno de sus hijos al seminario por dos razones: primera, no darles de comer (si bien es cierto que en muchos casos había que pagar una generosa matrícula, luego los muy pobres no podían ser curas. A lo sumo monjes trapenses). Segunda, tener una bonita parroquia significaba rentas. Otros hacían carrera eclesiástica porque en las bibliotecas diocesanas podían estar tranquilos pintando muñegotes y leyendo pornografía sin que nadie les molestara. Esos eran los menos.

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Siempre hubo clases

También la propia institución del mayorazgo contribuyó a este estado de cosas. El mayorazgo hacía que el primogénito recibiera la casa petrucial y todo bien raíz de sus padres. Los siguientes hijos tenían que buscarse la vida emigrando, metiéndose en un convento o en el servicio de armas.
Se ha tratado de mostrar el imperialismo castellano como forjador de la ociosidad de carácter del español. Esto se debe a que las tierras de Castilla, Extremadura y Andalucía, tenían que ser trabajadas por gallegos, vizcaínos, catalanes y valencianos (no sólo, pero ayudados por). La siega y la siembra del cereal, recoger la aceituna, plantar las viñas... eran actividades de gran estacionalidad que realizaban estas gentes. Pero no es cierto que esto se deba a la ociosidad del castellano. Se debía a que no había gente. Entre un pueblo y otro podían pasar decenas de kilómetros. Una jornada entera a pie. ¿Cómo iban a explotar los campos sin importar mano de obra?
Van probes e tornan probes,
van sans e tornan enfermos,
que anque eles son como rosas,
tratádelos como negros.¡Casteláns de Castela,
tendes corazón de aceiro,
alma coma as penas dura,
e sen entrañas o peito!Cantares gallegos, Rosalía de Castro, 1863
Poco se ha hablado de cómo alemanes y franceses venían a España en peregrinaje a Santiago. Poco se ha comentado de la obligación de dar limosna al peregrino. Y casi nada he visto de cómo los pordioseros de Europa decían que venían a hacer el Camino, y no acababan de hacer el Camino hasta tener un buen saco de monedas con el que volver a sus casas de amancebados, ligeras y herejes. Estas cosas hay que comentarlas, pues también son excluidas de los manuales de historia que leen los niños. Seguro que se trataba de poca cantidad, pero en Bienes del honesto trabajo y daños de la ociosidad, Pedro de Guzmán (1614) habla de 70.000 extranjeros que pasaban por Burgos. Número inflado, pero indicativo que en aquella época el tema preocupaba.

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Otal. Huesca.

En el XVII el pauperismo debió ser evidente a ojos del menos listo del pueblo. La novela picaresca tanto en la Vieja España como en Flandes, da cuenta costumbrista de los ardides de los pordioseros para vivir de no hacer nada. Así, los había que fingían estar cojos o tuertos, otros se envenenaban para ser ingresados en el hospital...los casos más extremos son los de los padres que cegaban a sus hijos o les rompían las piernas. Calculo que esta práctica se dio hasta bien empezado el siglo XX, pues hasta época muy reciente llega la absoluta miseria y subsistencia en muchas partes del país. 
Demografía desigual
El vaciamiento interior no es el único tema de importancia cuyas consecuencias llegan hasta hoy. El movimiento de personas no se reparte por igual en todo el país. Así, las levas y la emigración al Nuevo Mundo, se hacían sobre Castilla. En oriente, no hay tanta emigración a las Indias. Al contrario: hay inmigración occitana. Téngase en cuenta que si Castilla con entre 4 y 5 millones de habitantes estaba vacía, la Corona de Aragón, con 800.000, le iba a la zaga.

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Bernardos (Segovia). 2010.

Si las estimaciones de 40.000 emigrados al año son ciertas. Estamos hablando de un 1% de castellanos que iban al Nuevo Mundo. Como vemos que las ciudades aumentan su tamaño, esta emigración tendría que centrarse en localidades de menor tamaño o que perdían importancia en favor de las de la costa. Resultado: comarcas del interior perdieron población muy rápidamente.
Peste
La Peste Negra oculta que hubo otras muchas pestes en los siglos posteriores. A comienzos del XVII, la peste bubónica se ceba especialmente en Castilla. Se puede seguir su estela como si fuera una franja que uniera los puertos de Castilla en Vizcaya y llegara hasta Ciudad Real. Después, hay una discontinuidad hasta Andalucía y el Algarve. Esa discontinuidad yo la achaco a que en Castilla la Nueva en los albores del XVII no había nada. Nada relevante, entiéndase (la zona está esporádicamente poblada desde la noche de los tiempos). 
También me gustaría tocar el asuntillo de los puertos de Castilla. Resulta muy curioso que los puertos castellanos estuvieran en lo que hoy se conoce como Vizcaya y Cantabria. Ni Asturias ni Galicia tuvieron una buena comunicación terrestre con la Meseta. ¿Se ha analizado este asunto? ¿No sería este detalle más causa de la pervivencia del gallego que la historia esa del irredentismo?
Una primera aclaración
No debemos olvidar que a pesar de la miseria en el Siglo de Oro, se pusieron las bases de la civilización en Nuevo Mundo. Se comenzaron a escribir los estudios científicos modernos sin los que el progreso del XVIII sería imposible. Y cada quince días, los barcos españoles hundían corsarios ingleses, holandeses y franceses. Que esas batallitas también mola contarlas (no había Mundial de Fútbol, y de haberlo, habríamos ganado igual). Es cierto que se forja la leyenda negra y que la persecución a los protestantes españoles ayudará a que se expanda por España. Pero no es menos cierto que hoy tenemos capacidad de desmentir esa leyenda (y sin caer en la leyenda dorada, tal como se hizo hace cien años y por los propagandistas del franquismo).

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Curioso: a falta de fuentes en las que basar sus invenciones, los indigenistas fanáticos se basan en... procesiones de Semana Santa que llevaron los españoles. Con un par. Y luego hablan de tradiciones ancestrales. ¡Y tanto!

Tampoco es cierto que todo el mundo era horriblemente malvado. Pese a los infinitos testimonios de aumento de la criminalidad, también hay testimonios de actos honrosos más allá del deber (no los encontré, pero eso se debe a mi indolencia, no a que no los haya). No es cierto que los españoles tuvieran tanta mala fama en Flandes: los autores flamencos imitaban la novela picaresca española. Los pintores, se metían la zancadilla para poder ir a pintar al Escorial. Las obras de los arbitristas, médicos, geógrafos y literatos españoles eran traducidas a una decena de idiomas y circulaban por Europa como los bestseller de la época. No había corte en Europa que no recibiera al embajador español de turno con todo tipo de alhajas.
Es una dicotomía extraña la de esos años.
Una segunda aclaración
Por lo expuesto hasta aquí, se puede interpretar erróneamente que el proceso de despoblación de Castilla o de falta de crecimiento, se produjo muy rápidamente y por factores fácilmente identificables. Nada de eso. No podemos ver la historia como una montaña rusa en que tras cada época de gloria le sigue una de apuros. Si en el XIV Castilla tiene mejor pinta que en el XVII, se debe a cómo nos la han pintado. Hasta que aparece la clase media no se puede hablar de que un país está mejor o peor. Es cierto que los autores españoles ya identificaban el problema de la pobreza, de la inflación, de la falsa mendicidad, etc. Sin embargo, no podían comparar la situación con una época mejor.
Tanto en el XIV como en el XVII elegir al azar a un paisano, supone elegir a un tipo que conocía poco más que a sus vecinos. Un tipo que pese a su juventud, tenía achaques que hoy identificamos con la senectud. Un probable raquitismo, unas costumbres aberrantes, una ojeriza por todo lo ajeno y una desconfianza total por lo desconocido. Esto unido a una superstición fomentada por la propia religión (casi su único contacto con la civilización). Esta era la mayoría de la gente.

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 España y yo somos así, Alcantarilla.

Cuando leemos «el pueblo hizo esto y lo otro», es una cagada monumental. Un fraude. El pueblo no tenía muchas más preocupaciones que saber qué iba a comer al día siguiente pues tal era la miseria, que incluso con la crisis del Siglo de Oro, la mayor´çia de la población no sabía que estaba en crisis. Hay que tener algo, para perderlo y echarlo de menos. 
El ejemplo más gráfico (y famoso) de esto que digo, es la toma de la Bastilla. A la toma de la Bastilla fueron cuatro animales de bellota, miembros del lumpen. A su vez el fuerte estaba defendido por otros gabachos desdentados que apenas sabían identificar su nombre cuando los llamaban. 
Oh, y qué me decís de las batallas. Desde hace miles de años y hasta hace nada, a los ejércitos les acompañaban hordas de botarates para reciclar lo que tenían de valor los muertos y de paso llevarse carne (de caballos, mulas o personas, ¿qué más daba?).
Dan ganas de escribir una «Historia cutre». A ver si alguien se anima.

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