Hoy seré escueta, que más vale un indicador del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que mil palabras. Instalada en la bronca y el descrédito mutuos, la palabrería gratuita (que como todo lo barato, sale caro), la corrupción galopante y en todos los frentes y direcciones y la sinvergüencería, la clase política continúa su escalada imparable hacia algo parecido a la nada. Flaco favor a este sucedáneo de democracia, que tanto costó.
Como consecuencia, los ciudadanos no confían en sus políticos. Lo demuestran cada cuatro años no yendo a votar, y encumbrando a la abstención como la opción con más adeptos. Si ellos, los políticos, que se conocen bien, no son capaces de valorarse en lo más mínimo y cubren esa carencia afectiva con lujos, ¿por qué se rasgan las vestiduras cuando la realidad les da de bruces y resulta que nadie les quiere? El amor, como la amistad, se alimenta día a día, no inaugurando contrarreloj antes de cada elección plazas duras o poniendo primeras piedras de cara a la galería. Así no hay amor que valga…
Billie Holiday cumpliría hoy 96 años. No lo hará, pero dejó esta canción, un lamento contra los linchamientos en los estados del sur de Estados Unidos y uno de los primeros lemas del movimiento por los derechos civiles estadounidense.