“Hay un club fuerte de primera división de España que me quiere. No lo voy a decir, porque después se quema”, anunciaba en febrero Fabbiani, en una de sus habituales apariciones mediáticas, con más humo que certezas.
Vaya a saber qué pasó con ese “club fuerte” de España que supuestamente lo quería. Ogro estuvo, cuando los móviles de espectáculos se lo permitieron, entrenándose con Lanús, su casa. Ningún equipo de Argentina quiso apostar por su adquisición, conocedores de que es dueño de una gran técnica pero también del gusto por las jornadas nocturnas y la alta exposición que realiza en los ámbitos extrafutbolísticos.
La cuestión es que finalmente consiguió club. No es un grande de Argentina ni de España, tampoco en algún chico o de medianas aspiraciones. Integrará las filas del Veracruz, de la segunda división de México. De ser endiosado por el periodismo -gran culpable, hoy dedicado a hundirlo después de elevarlo- y propulsar la venta de caretas de Shrek, de ser calificado -inexplicablemente, remember “puede ser el Barros Schelotto de River”- como referente de River por Gorosito y de ser colocado en la misma vitrina de ídolos como Labruna, Francescoli y Alonso por algunos hinchas de River -pecado imborrable-, Fabbiani pasará a competir en la B de México. Talento desaprovechado.
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