Cristóbal Colón, parte XVII, Filson Young

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Ningún hombre tuvo mejor excusa para sus supersticiones que el Almirante; tan pronto como terminó con su Visión, el viento cayó, salió el sol, el mar se derrumbó y se restableció la comunicación con la tierra. Mientras estuvo enfermo y soñando que uno de su tripulación, Diego Méndez, había estado ocupado con los esfuerzos prácticos en preparación para este día de buen tiempo; había hecho una gran balsa con canoas indias atadas juntas, con poderosos sacos de tela para velas en los que se podían atar las provisiones; y tan pronto como el mar se calmó lo suficiente, llevó esta balsa por encima del bar hasta el asentamiento en tierra, y comenzó el negocio de embarcar todas las tiendas y municiones de la guarnición de Bartolomé. LEER MÁS »