Revista Espiritualidad

Crítica a la psiquiatría y a la psicología modernas

Por Joseantonio

 CRÍTICA A LA PSIQUIATRÍA Y A LA PSICOLOGÍA MODERNAS

José González. Psicólogo y terapeuta de orientación junguiana.

CRÍTICA A LA PSIQUIATRÍA Y A LA PSICOLOGÍA MODERNAS

En este breve artículo que hoy escribo para Psicología junguiana me voy a referir específicamente a una serie de críticas que desde la práctica de la psicoterapia junguiana me veo en la necesidad de hacer a los valores presentes en la consciencia colectiva contemporánea. 

Para empezar, el objeto de estudio de la psicología, como su propio nombre indica, es el alma o la psique. Por lo tanto, no se reduce solo a la mente consciente, y menos aún a la biología del cerebro. El alma es el ámbito de la emoción y de la imaginación, abandonada y maldita no solo por la ciencia, sino también por la confesión. 

Uno de los temas fundamentales que surge en la consulta es el modo en que se aborda la psique en el modelo de psicología occidental. Para empezar se pretende trasponer al estudio del alma el modelo somático o biológico, más propio de la medicina que de la psicología. Con ello, desaparece el auténtico objeto de tratamiento y estudio de la psicología y de la psiquiatría: la psique o el alma.

Como decíamos más arriba, el alma se expresa en el ámbito de las emociones y de las imágenes. Es un mundo de imágenes que fluyen cual ripario discurrir de las aguas, o bien, se reflejan como en el espejo de una fuente cuya agua vuelve al lugar del que procede. Lo observamos los psicólogos en los sueños, en la imaginación y en la actividad creativa.

Así pues, la psiquiatría moderna adolece no solo de un desconocimiento del objeto de estudio de la psicología, sino además de una lamentable carencia de una verdadera psicopatología.

Por ejemplo, el modelo imperante en el actual manual de trastornos mentales (DSM-V) es descriptivo, procede del siglo XIX, y está compuesto por un conjunto de rasgos que en la práctica muchas veces resulta imposible de aplicar en casos concretos. De hecho, visto en detalle, cualquier persona es susceptible de presentar uno o varios rasgos sin por ello adolecer de trastorno alguno o, también, se producen solapamientos que dan lugar a comorbilidades. 

Para colmo, el modelo psicopatológico de la psiquiatría se presenta como ateórico, algo inconcebible, con lo que pierde todo carácter científico. 

La psicología cognitiva, que deriva en una psicología positiva de la mano de un autor norteamericano, Martin Seligman, pretende reducir lo psíquico a lo mental. Con ello, el objeto de estudio de la psicología, el alma, se circunscribe únicamente al ámbito de la consciencia. Por si esto fuera poco, se pretende desde ese enfoque presentar un modelo para alcanzar la felicidad. La felicidad, por supuesto, consistiría en ser exitoso socialmente. Todos deberíamos aprender de aquellos que han conseguido triunfar. Así, las personas más felices deben ser las más exitosas. Hagámonos todos influencers, participemos en operación triunfo, convirtámonos  todos en “gurús” de la espiritualidad o seamos ricos y famosos y, con eso, según la psicología positiva, seguro que seremos felices y comeremos perdices.

La gran problemática de la psicología y psicoterapia modernas reside, en cambio, en la carencia de una certeza científica acerca de la importancia de la actitud moral en el tratamiento y cura de los trastornos psíquicos. Es fundamental lo que el paciente hace con los contenidos psíquicos que provocan su sufrimiento y malestar. Que los integre en la consciencia y se responsabilice de ellos es vital, no solo para su cura, sino también para el proceso de maduración que el tratamiento psicológico junguiano promueve y propicia.

Por último, no puedo dejar de señalar el reduccionismo filosófico que impera en la psiquiatría moderna. Se refleja en cómo se pretende reducir todo lo psíquico a un funcionamiento neuronal, con lo que el objeto de estudio de la psicología y psiquiatría, el alma, desaparece o se desvanece en el tratamiento.

No es de extrañar que la psiquiatría oficial abogue por la prescripción de psicofármacos, todos ellos derivados de analgésicos, con el objetivo de erradicar o reducir el dolor o el sufrimiento del paciente. Con ello disminuye o se elimina lo fundamental en todo tratamiento psicoterapéutico: la responsabilidad del yo consciente de hacerse cargo de los contenidos que provocan su padecimiento. Es decir, que el paciente se responsabilice de su vida anímica.



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