Una veintena de personas son secuestradas en Filipinas por un grupo de separatistas islámicos que luchan por la independencia de la isla de Mindanao. Thérèse Bourgoine (Isabelle Huppert), miembro de una ONG francesa, y Soledad, su compañera filipina, están entre ese grupo. Durante más de un año los secuestrados recorren la selva junto a sus captores huyendo de un ejercito filipino que conoce su paradero pero que parece no preocuparse por rescatarlos.
Los acontecimientos arriba descritos están basados en hechos reales, en varios secuestros acontecidos en Filipinas por diversas organizaciones separatistas, e incluso el recorrido que llevan a cabo los personajes es similar al que tuvieron que realizar las personas raptadas en el hotel Dos Palmas de Palawan en 2001. El director filipino Brillante Mendoza (Lola, 2009) explica en varias entrevistas que se documentó en profundidad para escribir el guión, yendo a los lugares donde ocurrieron los secuestros y hablando con testigos y miembros del ejército.
De este modo, Mendoza utiliza su filme para plasmar de modo cuasi documental una realidad socio-política que a nosotros nos es ajena e incluso nos puede resultar extraña al ver la historia. Porque sí tiene un cierto enfoque documentalista o hiperrealista e incluso la filmaron en orden cronológico y sin que los actores se conocieran entre ellos antes del rodaje, aunque a algunos espectadores pueda parecerles ficción pura un secuestro de este tipo: más de un año vagando por selvas, incluso siendo entrevistados por la prensa y siendo perseguidos por un ejército que se preocupa más de deshacerse de los captores que de salvar a los secuestrados.
Además, Mendoza nos va mostrando la faceta personal tanto de retenidos como de carceleros, por lo que los rezos, las lecturas del Corán o incluso alguna violación y alguna boda, se mezclan con las bromas e incluso con algún flirteo entre secuestradores y retenidos. El director pretende así hacernos pensar sobre la realidad de Filipinas en relación a la problemática de su país (el conflicto entre gobierno e independentistas o la problemática de un país con los cada vez más habituales secuestros) pero explicado de modo poco denso aunque la película resulte un tanto larga.
Al final, es el personaje de Isabelle Huppert (La pianista) quien sustenta todo el filme, y, a pesar de estar simplemente correcta en su interpretación, es la cara conocida que nos trae este filme a las carteleras españolas y que, con suerte, llevará a los espectadores al cine. Vivimos la situación del secuestro a través de los ojos de esta extranjera cristiana (lleva Biblias para enseñar a leer a la gente) que mira las relaciones entre cristianos e islamistas en Filipinas (el trato a la mujer, principalmente), o que se asombra por esas cuestiones políticas que la obligan a estar retenida más tiempo que otros compañeros de otras nacionalidades cuyos gobiernos permiten a las familias pagar las recompensas.
Desde luego es un filme que, aunque no tenga ningún merito cinematográfico sobresaliente, nos sirve para conocer una realidad social que nos queda lejana. Aunque el pretendido documentalismo de Mendoza sucumba cuando recurre a las manidas metáforas de imágenes de animales comiendo animales (la serpiente engullendo al pájaro), el bebé naciendo en medio de un tiroteo (la vida que sigue su curso) o con alguna escena que resulta una licencia muy poética, como es la del pájaro Sarimanok, un mito del sur de Filipinas que simboliza la libertad y que se creó digitalmente para que el personaje de Huppert lo contemple como una premonición de su inminente liberación.