Revista Cultura y Ocio
David Cronenberg no es un director fácil, ni mucho menos. No es sencillo apreciar su cine, y tampoco lo es soportar algunas de sus películas, ya que suelen ser considerablemente desagradables. Películas como El almuerzo desnudo, además de tener una calidad dudosa es capaz de revolver el estómago hasta a el más aguerrido. Incluso su adaptación de La mosca, aún siendo aclamada por la crítica, tenía escenas grotescas en las que Seth Brundle se descomponía y se desprendía a trozos. Cuando en 2005 Cronenberg nos sorprendió con la excelente Una historia de violencia, parecía que iba a cambiar de tercio, y efectivamente así fue, nos deleitó con dos películas más de muy buena calidad: Promesas del este y Un método peligroso. Pero esta buena racha ha terminado estrepitosamente con el tropiezo que supone Cosmopolis, su último film.
Eric Packer es un joven multimillonario que recorre Manhattan en su enorme limusina. Fuera de los irreductibles muros de su coche el capitalismo se derrumba, y la ciudad es devorada por el anarquismo. Eric mantiene largas conversaciones con sus amantes, con su esposa, con su guardaespaldas, su peluquero, y todo esto mientras alguien aprovecha el caos que se está formando para intentar asesinarlo.
Sin duda lo peor que podemos decir de Cosmopolis no es solo que sea terriblemente aburrida, que lo es, sino que es insoportable. Resulta prácticamente una cruel tortura que aparenta no tener fin. A través del pequeño mundo de Eric Packer, el director trata de mostrar una crítica a un amplio sector de la sociedad que parece no tener motivación alguna en su vida, que es incapaz de vivir ni de sentir nada por nadie, que arrastran su existencia de forma patética tras de sí sin implicarse jamás en nada, que está atrapado en una no-vida. Fuera de su coche su imperio se derrumba y el mundo que conoce y domina se vuelve contra él para destrozarlo. Pese a tener un miedo casi patológico a sufrir alguna enfermedad, por lo que es examinado por un médico a diario, no tiene gran aprecio a su vida ni a la de los demás, de esta forma asesina a sangre fría a un personaje que trata de ayudarle y prácticamente ni se inmuta cuando le disparan desde una ventana.
Los diálogos que pueblan todo el film son absurdos, farragosos y sin interés ninguno, insoportablemente pretenciosos pero muchos no pasan del ridículo. Es otra de esas muchas cintas que trata de mostrarse grandilocuente e incomprensible que tratan de aparentar mucho y que no son más que un pez globo que se deshincha en cuanto le prestamos la más mínima atención. Por otra parte, resulta muy triste ver actores excepcionales en papeles secundarios, como es el caso de Juliette Binoche, Sarah Gadon, Paul Giamatti o Mathieu Amalric, mientras que el actor que soporta el papel principal es el tristemente conocido Robert Pattinson que, sin guardarle rencor por su tetralogía vampírica, sigue siendo de todas formas un actor pésimo que no da la talla.
En general es un triste tropiezo el que se ha pegado en esta ocasión Cronenberg. Si bien estamos acostumbrados a que su obra sea irregular y que de la mima forma que realiza una obra maestra también es capaz de dirigir truños insoportables, el impacto en esta ocasión ha sido terrible, pues llevaba tres obras de alta calidad para precipitarse en caída libre en esta ocasión con Cosmopolis.