Crítica cinematográfica: Jane Eyre

El libro de Charlotte Brönte tuvo un inmediato éxito desde el momento de su publicación, y parece ser que esta historia de amores imposibles sigue atrapando transcurridos ya más de cien años. El universo de la novela de Jane Eyre ha sido explotado por lo menos en veinte ocasiones por la pequeña y la gran pantalla, pero la mayoría de las veces no ha llegado a ser nada reseñable. En esta ocasión bien se merece una mínima atención.
Jane Eyre es una joven huérfana educada con mano dura que es contratada como institutriz por el adinerado Edward Rochester. Ella, casi totalmente aislada durante toda su vida del mundo de los hombres, anhela el poder tener un romance, y el depositario de su amor acaba siendo su señor.
La película en sí tiene un corte clásico desde todos los puntos de vista, un comedimiento y una pulcritud increíbles, en este aspecto llega a ser muy británica, recordando en ciertos momentos al cine de Ivory pero sin llegar a sus detallistas extremos. El ritmo está perfectamente llevado con muy buen pulso, de forma que la película nos conduce a través de su trama con inteligencia y facilidad.
Por lo general, y esto es problema mío, me dan alergia los tremendos melodramas de época con amores imposibles de por medio, pero increíblemente esta película no me ha desagradado. Si bien es cierto no es nada realmente destacable en nuestras carteleras, pero el film está correctamente ejecutado y en ningún momento llegamos a desengancharnos de la trama. Si es cierto que los martirios que llega a recibir la pobre Jane en el inicio de la cinta es algo exagerado, e incluso puede sacar alguna sonrisa, pero rápidamente se encauza con admirable buen tino.
Si hay algo que realmente sobresalga en esta película es, sin duda alguna, las actuaciones. Mia Wasikowska como Jane Eyre luce con gran presencia y madurez, pero queda enturbiada en ciertas ocasiones por el gran Michael Fassbender, que interpreta a Edward Rocherster. Ya lo he comentado en varias ocasiones pero tengo que volver a decirlo, Fassbender es sin lugar a dudas el mejor actor del presente año, y ya ha demostrado que se convertirá en uno de los grandes de los venideros.