
La intención, a la hora de llevar a cabo un producto como fue la primera entrega de los mercenarios, era la de reunir en una sola cinta a un importante elenco de lo más granado de los actores de películas de acción de la década de los años '80 y principios de los '90 y, a la vez, intentar recuperar el espíritu de aquel tipo de producciones, con la clara intención de entretener y, ya de paso, intentar tocar la fibra nostálgica de un cierto sector del público. Resulta evidente, pues, que si lo que se pretendía era ser fiel a un espíritu, era obligado que “los mercenarios” se terminara convirtiendo en una longeva franquicia (ahora nos llega la segunda parte y ya se está preparando una tercera que, como todo el mundo sabe, suelen resultar ser las más petardas y alocadas). El otro requerimiento de obligado cumplimiento, que quedaba por llevar a cabo, es que esta vez: fuera personal

La trama es la que es y mejor no darle muchas más vueltas al asunto porque lo cierto es que la cosa es más bien justita. Y es que, aunque en estos casos acostumbra a ser lo de menos, los productores del film continúan con su molesta costumbre de querer contratar a guionistas con la intención de lograr una mínima linea argumental para este tipo de productos. Pero lo cierto es que, al fin y al cabo, lo más importante aquí son los golpes, las patadas voladoras, los disparos, las explosiones, las persecuciones y, ¿por que no?, la aniquilación en masa del enemigo. El director Alfred Hitchcock solía decir que “Una película tiene tres elementos fundamentales: El guión, el guión y el guión”. Los mercenarios 2 demuestra que se equivocaba.


