La última capa de chapa y pintura a la franquicia sigue dando el pego, pero menos
Nota: 5,5
Lo mejor: que sólo es un poco peor que la anterior.
Lo peor: Michelle Rodriguez, que ya compite en número de resurrecciones con Son Goku y Jesucristo.
¿Recordáis Thunder in Paradise? ¿Aquella serie noventera en la que Hulk Hogan salvaba el día sin arrugarse la camiseta de tirantes ni bajarse de su super lancha? Pues esto es un poco la misma idea sólo que con tropocientos millones detrás. Si en aquel clásico de la caspa televisiva los villanos se veían siempre obligados a ejecutar sus maléficos planes junto a la costa o en alta mar, por eso de no joderle la estrategia al protagonista y a su arma acuática, en este caso todo se reduce a elaborar una gran justificación para que otro maromo con predilección por enseñar el hombro -Vin Diesel- conduzca coches cada vez más rápidos y modificados hasta destrozarlos de la forma más espectacular y dolorosa posible. Así que teniendo en cuenta que es un 6 lo que cuelga al final de su título y que hace ya más de una década que conocimos a Toretto y O'Conner, hasta tiene mérito que la última entrega de A Todo Gas no aburra ni un instante durante sus más de dos horas de metraje y sólo insulte lo justo y necesario.
Con un panorama argumental eternamente supeditado a la gasolina y a la lycra ceñida, es normal que una fórmula centrada en enfrentamientos con pandilleros horteras se agotara hace varias entregas -en la segunda, de hecho-, obligando a los responsables de la saga a tunear un poco su estructura. A Todo Gas 5, con su bien traído giro hacia las películas de robos a caballo entre la saga Ocean´s y Misión Imposible, fue la confirmación del milagro; la demostración palpable y endiabladamente divertida de que aquí aún quedaban aspiraciones que iban más allá de las de decorar con sus pósters las habitaciones de los 'Jonans' y 'Jessis' del mundo. Concretamente, la de acercar la firma Fast and Furious al espíritu de las películas-evento, con una misión central y la necesidad de recorrer medio mundo para lograrla, del que hacen gala franquicias eternas como las que protagonizan James Bond o el propio Ethan Hunt.
En este caso, la trama recoge a los protagonistas finalmente retirados y disfrutando del botín que se llevaron al final de la anterior película. La excusa para su regreso al asfalto se la trae un ya viejo conocido, el agente Hobbs (Dwayne Johnson), que les ofrece información sobre el paradero de la presuntamente difunta Letty (Michelle Rodriguez) a cambio de que le ayuden a detener a un criminal (Luke Evans) que quiere robar nosequé o hacer explotar nosecuál, eso sí, siempre sobre ruedas. Esa figura antagónica supone la única aportación realmente nueva a la franquicia gracias a que se encuentra un par de peldaños por encima en la escala del mal con respecto a los habituales mafiosos de medio pelo a los que se suele enfrentar este equipo. El tipo, una especie de super espía/mercenario, incluso cuenta con un par de batmóviles y hasta tiene en nómina a un propio equipo multirracial con su correspondiente bigardo hasta el culo de esteroides, cuya única función en la trama es esperar pacientemente a que llegue el momento de partirse la cara con The Rock, claro.
Mientras la trama aventurera funciona tan bien en su simpleza como en su día lo hizo el saqueo a las arcas del narcotraficante más poderoso de Río, ofreciendo motivos más o menos lógicos para que asistamos a trepidantes persecuciones por las calles de Londres o nuestra Tenerife, no termina de cuajar de la misma forma la que se supone que es la segunda línea argumental más importante: el regreso de Letty. La reaparición y posterior conflicto con el personaje al que encarnó por última vez Michelle Rodríguez en la cuarta entrega está aún más cogido con pinzas que los anteriores regresos a la vida de la actriz tanto en cine -Resident Evil- como televisión -Perdidos-, amnesia incluida, por no hablar de que su complicada relación con Toretto nos obliga a asistir a algún que otro amago de escena intimista entre dos intérpretes que parecen más los reyes del baile de promoción de su bloque de celdas que los Bonnie y Clyde macarras que nos quieren vender. Por lo menos, el que sí ha salido ganando es The Rock con su nueva compañera, la también ex luchadora Gina Carano (Indomable), con una capacidad para soltar ostias como panes que no sólo no tiene nada que envidiarle a Johnson, sino que hasta le roba unos bien invertidos minutos de metraje.
Aunque lo que ha hecho el repetidor Justin Lin en la dirección de A Todo Gas 6 no pasa más que por un cambio de aceite y la colocación de un buen ambientador de pino en el espejo con respecto a la anterior entrega, el apaño termina funcionando a un nivel parecido no sólo en su misión de refrescar los cimientos de la saga, sino también en la de allanar el camino para la ya anunciada secuela. De hecho, estamos ante la primera película de la franquicia que incluye una escena post-créditos ideada para tal fin. Y si dicha secuencia parece más un cortometraje concebido por fans que un epílogo en toda regla es porque realmente ha surgido de los incondicionales de la franquicia, concretamente de la página de Facebook de Diesel, con 42 millones de amigos y subiendo (que es también donde nació la idea de la incorporación de Johnson a la firma). Es en ese momento, cuando son los propios seguidores los que escriben los guiones de la saga, cuando lo que diga cualquier crítico importa bien poco.