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Crítica de Cine: 'Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros'

Publicado el 05 septiembre 2012 por Lapalomitamecanica
Ni para presidente de la comunidad de vecinos, ni para cazar moscas
Crítica de Cine: 'Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros'
Nota: 2
Lo mejor: el tráiler. Lo peor: que no se parece en nada al tráiler.
Una vez más, nos han vuelto a violar el mito, por detrás y sin vaselina. De hecho, son dos leyendas las que han transgredido en este invento que no va ni de vampiros, ni mucho menos de Abraham Lincoln, sino de unos personajes a los que les han puesto nombres populares y han inventado a su conveniencia, una mala costumbre habitual en el cine actual -y parece que en la literatura- que se pasa por el forro de los testículos el folclore.
Bien, hubiéramos podido tratar de ser condescendientes partiendo de la base de que la película que nos ocupa convierte al 16º presidente estadounidense en una especie de Van Helsing, lo cual, no tiene por qué ser malo. En ese caso, incluso podemos admitir que los vampiros correteen bajo la luz del sol sin consumirse, de hecho, la cultura eslava creía que estos seres toleraban el sol sin problema -sin pretender derrocar argumentos anticrepusculeros-, pero lo que no es concebible, salvando que se pueda exterminar a un chupasangre con plata como si fueran puñeteros hombres lobo, es que se haya elaborado un retrato de un Lincoln, que recordemos defendió a capa y espada la libertad de los esclavos negros, más nenaza que un tío meando sentado. Asistimos al dibujo de un símbolo político que en este film no tiene un ápice de personalidad, alzándose como un calzonazos de manual sin carisma alguno que ni es héroe, ni es presidente, ni es abogado, ni cualquier otra cosa que se parezca en algo a lo que cuentan en los libros de Historia sobre Lincoln o, en su defecto, a un defensor del bien aniquilador de malvados. Llegados a este punto, si no tenemos un protagonista con encanto. ¿Qué nos queda? Absolutamente nada, porque el villano alcanza el mismo nivel de crueldad que el Señor Calamardo, por no hablar de una configuración a niveles narrativo y técnico bochornosa.
Crítica de Cine: 'Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros'
No he tenido el placer o el infortunio de leer la obra de Seth Grahame-Smith en la que se inspira la cinta y tras este horror de la naturaleza humana, tampoco tengo la intención de hacerlo gracias a Timur Bekmambetov. El director de las no peores -por imposibilidad más que por estadística- pero molestas Wanted o de Guardianes del Día, ha regresado para recrearse en su capacidad de ingeniar truñacos absurdos con, esta vez, menos gusto aún en la factura técnica que en anteriores ocasiones, que si bien se prestaban a la salvación de alguna escena entre cien mil, aquí ya no hay ni una que merezca la pena, porque el CGI más que hacer un favor visual, queda chapucero, y lo jodido es que uno se da cuenta de que no encontrará jamás esa escena pasada solamente media hora del metraje, cuando el tufo a mojón se torna tempranamente insoportable.
Aunque resulta demasiado obvio explicar la trama, Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros narra la vida del Presidente (Benjamin Walker) desde su niñez hasta alcanzar la Casablanca, pero con un pequeño añadido, el protagonista se dedica en sus ratos libres a matar vampiros para vengar la muerte de su madre. Lincoln será entrenado por un extraño individuo (Dominic Cooper) que también busca vendetta. De vez en cuando al Presi, como es un lector empedernido, le da por subirse a una tarima y soltar un discursito de mierda, dejando patente que ambas facetas del tipo son para llorar.
Crítica de Cine: 'Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros'
Es de suponer que Benjamin Walker (Banderas de Nuestros Padres), aparte de no ser un gran actor, o aquí no lo demuestra, no es el mayor culpable de que el personaje sea lo más nimio que exista después de la propia nada, sino que las explicaciones hay que exigírselas a un realizador y a un guionista (el propio Grahame-Smith, quien también escribió el libreto de Sombras Tenebrosas, todo tiene sentido) que creen que con una nariz de plastilina pueden convencer a alguien. No han sabido idear un protagonista que en lugar de parecer un autista caracterizado vía técnica "payaso fofó", se imponga como un principal mucho más bizarro a lo Machete que dé un poquito de rock & roll a esos cabrones chupasangre. Lo que al menos hubiera asegurado un producto algo más ameno que esta monstruosidad. Claro que ni han sabido confeccionar un Lincoln badass que salvara el barco, ni un villano (Rufus Sewell) que provoque con su sola presencia que a Aída no le hagan falta mas Activias, ni tampoco una línea narrativa con cierto sentido que no transmita vergüenza ajena, ni siquiera un mínimo valor técnico a este despropósito que no pretenda ser un batalla final sobre un tren con un Lincoln de 60 años, un baile feo con cuya sangre no puede ser alimentado siquiera el espectador de haber existido al menos un tono más violento.
Menos mal que pronto llega Spielberg con su Lincoln para dar una lección de lo que es dignificar a un icono histórico que seguro hubo de tener mucho más carisma que esta criatura infame que pegaría más en un anuncio de Tena Lady que dando caza a sanguinarios seres sobrenaturales, y no los llamo vampiros porque son todo, menos eso.
Por cierto, produce Tim Burton. No sé si a alguien a estas alturas de la carrera del cineasta -y de esta crítica- le importa una mierda.

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