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Crítica de cine: 'Drácula: La Leyenda Jamás Contada'

Publicado el 30 octubre 2014 por Lapalomitamecanica
Había una razón para no contar esta leyendaCrítica de cine: 'Drácula: La Leyenda Jamás Contada'

Nota: 4Lo mejor: que la armadura de Luke Evans recuerda vagamente a la que lucia Gary Oldman en el prologo de Drácula (Francis Ford Coppola, 1992).Lo peor: que todo el proyecto necesita una transfusión de carisma.

No hay una sola escena en Drácula: La Leyenda Jamás Contada en la que la presencia de su protagonista transmita esa superioridad animal que se le presupone al padre de todos los vampiros. De la misma forma que en Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009) no se atisbaban los atributos deductivos del detective más famoso de la literatura, o en Van Helsing (Stephen Sommers, 2004) no hacía acto de aparición la faceta de científico y sabio del cazador de vampiros, ahora es a otro icono de la literatura universal el que pasa por la batidora hollywoodiense; esa que se se dedica a arruinar premisas prometedoras en base a fórmulas preestablecidas, como escenas pseudo eróticas aptas para mayores de 13 años y caóticas batallas en las que no cuesta ver a algún espartano descamisado entre el batiburrillo de soldados turcos. 
En este nuevo acercamiento, Vlad "El Empalador" aparece reconvertido en un príncipe vasallo del sultán turco Mehmed (Dominic Cooper), que decide someterse a la misteriosa criatura que vive en la montaña más alta de su reino para utilizar su poder a la hora de dar una lección al tirano gobernante. Sobra decir que el monstruo en cuestión tiene un nombre tan clarificador como el Maestro Vampiro (Charles Dance), un alma condenada cuya propia historia también es un collage de muchas atribuciones a los orígenes de Drácula. Ya con sus poderes, el protagonista tendrá tan solo tres días para derrotar a su enemigo antes de que la sed de sangre selle su condena para toda la eternidad, obra de una de esas maldiciones tan gratuitas como llenas de incoherencias. Ni dos días ni cuatro. Tres. Porque se lo promete Tiwyn Lanister y un Lanister siempre paga sus deudas.Crítica de cine: 'Drácula: La Leyenda Jamás Contada'
Desde la encarnación de Bela Lugosi a la de Gary Oldman, pasando por ilustres derivaciones como el Nosferatu de Murnau, el encanto de Drácula siempre ha residido en su inequívoco lugar en el lado oscuro. En una posición de monstruo primigenio y casi sacrosanto, capaz de servirse del lado más primitivo del ser humano para seducir o acabar con sus víctimas. Sí, la superfuerza, la hipervelocidad y la capacidad de volar siempre han sido rasgos comunes en todas las encarnaciones del mito, pero también lo son en el retrato universal de Superman y no por ello hablamos de personajes que se parezcan lo mas mínimo. Por eso escama tanto el gatillazo en el que se traduce esta Drácula: La Leyenda Jamás Contada: por su empeño en tirar por tierra a un gran personaje y sufrir lo que no está escrito para transformar a Drácula en el héroe tipo del cine de acción del siglo XXI, tan atormentado como lleno de buenas intenciones.
Así, el padre de todos los vampiros nos es retratado como un cariñoso padre de familia, incapaz de acostarse con su mujer más allá de lo que mandan los censores norteamericanos y con la habilidad de asesinar a sus enemigos sin apenas salpicar sangre, no sea que se asuste el espectador más joven. Por si fuera poco, Luke Evans intenta aportar un aire melancólico al personaje que cae en saco roto, absolutamente dejado a la suerte de unos efectos especiales del montón y a un diseño de vestuario especialmente trabajado que sepultan al que estaba diseñado como gran trampolín para el intérprete de A Todo Gas 6 y El Hobbit: La Desolación de Smaug.
Crítica de cine: 'Drácula: La Leyenda Jamás Contada'
A pesar de todo ello, no estamos hablando de Crepúsculo. Aquí, los espectadores necesitados de aventuras chupópteras en sus retinas encontrarán por lo menos buenas intenciones, eso sí, lastradas por una formulación y un desarrollo demasiado costumbristas a cargo del realizador debutante Gary Shore. Sencillamente, no a todos los personajes les sientan bien las mallas de superhéroe. Aunque lejos del bochorno sufrido a comienzos de año con Yo, Frankenstein, esta Drácula: La Leyenda Jamás Contada se encuentra también a muchos kilómetros de distancia de recuperar a uno de los mayores iconos de la Universal y más cerca de la barra libre de colmillos y cámara lenta de la que hace gala la saga Underworld, por mucho que su epílogo se atreva a preparar el terreno para una secuela más fiel a la obra de Bram Stoker. Porque para fabricar una leyenda se necesita algo más que unos dientes postizos, un ataúd de plástico y muchos murciélagos digitales.

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