Una bonita y olvidable fábula deportiva
Nota: 5'5
Lo mejor: una manufactura en 3D llamativa.Lo peor: la monotonía y tipicidad de la trama.
Tras la gran sorpresa que supuso El Secreto de sus Ojos, todos estábamos expectantes por disfrutar de un nuevo trabajo de Juan José Campanella. Quizás, el esperado regreso no ha sido en la forma que imaginábamos -imagen real-, pero resulta interesante descubrir al realizador en un terreno desconocido para él. Futbolín ha sido su capricho como director, una oportunidad que se le ha prestado tras el exitoso thriller de Ricardo Darín, una llave que le abrió las puertas a llevar a cabo todo lo que se propusiera a partir de entonces. Tanto es así que el argentino se ha atrevido a competir en un género dominado por imbatibles iconos como Disney/Pixar o Dreamworks y a salir en defensa de un cine de animación latinoamericano con escasa proyección internacional, al menos hasta ahora, puesto que la primera inmersión de Campanella en el formato puede enorgullecerse de resultar un decente debut para un inexperto, aunque mucho nos tememos que para alcanzar el arrollador éxito de sus contrincantes a la película le falta magia, imaginación y va sobrada de estereotipos.
Las carencias y excesos que presenta Futbolín no impiden que, al fin y al cabo, de su historia puedan disfrutar los más pequeños, quienes encontrarán en la cinta cierto pasatiempo, plano, pero entretenido al fin y al cabo, a la vez que aleccionador de los valores que el cine de animación ha intentado transmitir siempre a la chavalería. No se divertirá tanto el público adulto que, al menos entre las fluctuaciones rítmicas y tópicos del film, podrá amenizar el rato con alguna carcajada suelta o identificando simpáticos homenajes a clásicos cinematográficos, como 2001: Odisea en el Espacio o ciertas referencias al western, camufladas entre el relato.
Si ya de por sí la narración se ha marcado el complicado objetivo de abarcar a un público amplio, más difícil resulta aún cuando la fuente de la que bebe el relato tiene una celebridad que se limita en mayor medida al país argentino, fuera de cuyos márgenes pierde ese sentido nostálgico que puede inspirar a la audiencia del territorio de origen de Roberto Fontanarrosa, autor del cuento que adapta el film. Futbolín desarrolla una mágica trama centrada en Amadeo, un chico de un pequeño pueblo que desde su niñez ha sido un fanático del juego que da título a la película. Cierto día, llegan al lugar unos tipos que quieren transformar la villa en un parque temático y los habitantes, liderados por nuestro protagonista, se jugarán la propiedad del terreno a un partido de fútbol contra la megaestrella del deporte y rival desde la infancia de Amadeo. Para alzarse con la victoria, Amadeo contará con la ayuda de sus pequeños jugadores de futbolín, que una noche cobrarán vida.
Si bien la historia posee todos los atributos para facilitar una inclusión de tópicos valores sobre la amistad, el amor, la vanidad, la competición, los sueños y un sinfín de enseñanzas morales más, es quizás la nota menos agradecida del metraje, porque a pesar de presentarse como una propuesta de cierto tono cómico y emotividad, ni sorprende ni es capaz de encantar a las mentes adultas tanto como lo harán en las más pequeñas. Por supuesto, si el rasero de calidad atiende a la satisfacción de este último sector de espectadores, la cinta obtiene algo más que un aprobado, al igual que el resultado del diseño de estereotipados personajes y factura técnica en 3D, que sin ser una de presupuesto Pixar (unos 20 millones de dólares se han invertido en la producción hispano argentina), es bastante efectiva.
Al margen de virtudes y defectos, la sensación última que abandona Futbolin en el público, al menos en el internacional que carece de la visión nostálgica que puede imprimir la nacionalidad argentina, es la de haber asistido a un espectáculo visual entretenido pero sin sorpresas ni cualidades para perpetuarse en la memoria, como otras películas pertenecientes a la filmografía de un Campanella al que le va mejor narrar cuentos para el espectador adulto y dejar a las expertas fábricas de la imaginación las historietas para los críos de hoy, más encantados quizás por "lluvias de albóndigas" y su correspondiente aplicación para dispositivos móviles que por juegos que ya parecen arcáicos.