Nota: 6
Lo mejor: un nivel general sin fisuras a lo largo de 146 minutos.Lo peor: sigue sin haber suficiente acción.
La revolución ya ha comenzado. Por lo menos, en la maltrecha utopía en la que se celebran anualmente Los Juegos del Hambre, reconvertida en una hoguera llameante tras la irrupción de la idealizable Katnis Everdeen (Jennifer Lawrence). De ahí que resulte especialmente escamoso que, pese a un acertado cambio de realizador, a esta secuela no le luzca el espíritu revolucionario por ningún lado y acabe evidenciando casi uno a uno los problemas de los que adolecía su predecesora, como si se tratara de una repetición dictatorial y totalitarista de una fórmula de probada eficacia. En medio, una Che de cara angelical y con un sinsajo como símbolo del cambio; frente a ella, una horda de seguidores más preocupados por agenciarse una camiseta con su retrato que de profundizar en el discurso.
En un bien traído giro, evidentemente heredado de la novela de Suzanne Collins, la base argumental de la continuación pasa por mostrar unos Juegos del Hambre especiales con motivo del 75 aniversario del espectáculo en el que las reglas a cumplir por los competidores son aún más arbitrarias de lo normal. Su principal aliciente se concentra en una peligrosidad elevada al cubo, resultado de que cada pareja de luchadores está formada por antiguos ganadores de sus respectivas ediciones. En la práctica y como ya sucedía en la primera cinta, la batalla en sí misma termina pareciéndose más a una excursión de scouts por el monte que a una lucha a muerte entre esclavos. Porque no tiene demasiado sentido contratar a intérpretes como Jeffrey Wright, Amanda Plummer o Sam Caflin para que impriman carácter a los nuevos oponentes de nuestros protagonistas si luego no les dejen desarrollar ni un ápice a sus personajes.
Por lo menos, en la cinta previa el poco mimo en los secundarios quedaba disfrazado por el poderío de Jennifer Lawrence. Pero una vez disipado el factor sorpresa de su meteórica incursión en la primera plana hollywodiense, Oscar a la Mejor Actriz inlcuido, no nos extraña nada que la intérprete de 23 años reserve sus esfuerzos para proyectos más interesantes, como la inminente American Hustle, y delegue a su Katniss a los mandatos del guión, especialmente esforzados en retratar a una protagonista traumatizada tras los hechos de la primera película. Al principio, cuando su trauma se refleja en violentas alucinaciones o ataques de ansiedad en plena jungla, al más puro estilo Rambo, la idea funciona en su intención de expandir al personaje, pero es cuando entra en juego el consabido triángulo amoroso con Peeta (Josh Hutcherson) y Gale (Liam Hemsworth) el momento en el que esa desubicación de la que hace gala Katniss se acaba convirtiendo en una bipolaridad bastante pedorra, capaz de situar una trama romántica al mismo nivel de importancia que una revuelta social. Tampoco ayuda demasiado un eje del mal que ralla el tópico hasta acercarse a una parodia chanante. Y es una pena porque Donald Sutherland, con sus cejas demoníacas y ese porte siempre orgulloso, resultado de haber engendrado a Jack Bauer, encarna con algo más de lucimiento que en la anterior entrega al dictador de esta sociedad controladora y de discutibles tendencias estilísticas. Su partenaire maquiavélica tiene los rasgos de Philip Seymour Hoffman en el que probablemente sea el rol más gratuito y menos esforzado de toda su carrera, lo que no quiere decir que no sea un gustazo disfrutar de su presencia en cada una de sus escuetas apariciones. El problema se encuentra en la dinámica de ambos personajes, más preocupados por filosofar en sus despachos sobre lo terriblemente malos que son que de poner en práctica algún tipo de plan.Si en algo mejora En Llamas a su predecesora es en una realización más limpia y estática, siempre de agradecer cuando lo que nos interesa es conocer al dedillo el exótico mundo en el que se sitúa esta historia y también bienvenida a la hora de tocar la acción, ya sea arco en ristre o no. Por eso agradecemos la sustitución de Gary Ross en favor de Francis Lawrence (Soy Leyenda, Constantine), más acostumbrado a desenvolverse en la primera línea palomitera, aunque sigamos adoleciendo de más dosis de pirotecnia de las mínimamente exigibles, sobre todo con la inclusión en esta entrega de una arena de combate inteligente y dinámica, tristemente desaprovechada y relegada a la anécdota, colocando a la acción una vez más como la asignatura pendiente de la saga.Al final, la sensación última que imprime En Llamas en el espectador medio es la de estar perdiéndose algo, no ya a nivel agumental sino en la dimensión real de la película, capaz de despertar una pasión y efecto marea sin nada que envidiar a las grandes sagas de nuestro tiempo. Porque esta franquicia sigue siendo una fiesta privada a la que es mejor acudir con invitación previa, reservada para los ávidos lectores de las novelas de Suzzanne Collins, que serán los únicos a los que las reglas de estos Juegos no les parezcan arbitrarias hasta el ridículo, al igual que el interminable desfile de personajes con dos frases cada uno. Tras su visionado, el resto seguiremos hambrientos de ciencia ficción de calidad, aunque tampoco nos sentiremos insultados del todo. Esto no es Crepúsculo. Es otra cosa, con bastante mas esfuerzo y talento invertidos, pero con una respuesta que no deja de ser desproporcionada.