Lo más cercano que puede haber a tener en brazos a un hijo recién nacido es acunar la diminuta humanidad de una sobrinilla que apenas ocupa el espacio de un antebrazo mientras, a través de mohines, la pequeña transmite su curiosidad y su sensación de comodidad al tiempo de entrecerrar unos expresivos ojuelos, que intuyen más que ven, arrullada por la cálida voz susurrante de su anonadado tío. Por más que uno mira y remira, los movimientos de sus bracitos y sus graciosas expresiones faciales no aclaran el misterio: ¿qué estará ocurriendo ahora mismo dentro de esa inquieta cabecita.
Tras haber disfrutado con esta película resulta imposible no observar a esa niña sin dejar de preguntarse cómo se forman y de qué modo funcionan esas recién adquiridas emociones que, sin duda, se adivinan a través de su innata elocuencia gestual. Esa sonrisa que transmite alegría, el ceño fruncido a causa de la ira, los labios torcidos en señal de asco, las manitas protectoras como parapeto ante el miedo y las primeras lagrimillas de inconsolable tristeza.
La filosofía de Pixar de disfrazar trabajos adultos, complejos y profundos (Wall-E, Up o cualquiera de los tres títulos de la saga Toy Story) de película para niños acaba de alumbrar una digna sucesora, esta Del revés donde los humanos pasan a ser secundarios ante el protagonismo de la brillante personalización de nuestras propias emociones primarias. Sí, esas a las que hemos conocido en el anterior párrafo: alegría, ira, asco, miedo y tristeza. Ellas pilotan el control central de lo que sucede en la confusa mente de Riley, una niña de 11 años que afronta el conflictivo periodo de la transición hacia la adolescencia.
La desbordante imaginación de la factoría capitaneada por John Lasseter ha plasmado el interior del cerebro humano a través de una epatante dirección artística que parece desarrollada a partir de los fascinantes diseños que aparecían en Rompe Ralph. Las soluciones formales que metaforizan conceptos tan profundamente abstractos como el subconsciente o la memoria funcionan perfectamente articuladas dentro de un guión comandado fundamentalmente por la coherencia narrativa, que sabe entrar en el espacio de la emoción sin olvidar el sentido del humor.
Se trata, pues, de un trabajo que, gracias a su madurez, se encuentra muchos escalones por encima de los filmes de animación que habitualmente se dirigen al público infantil, abordando a esa parte de sus interlocutores como a espectadores y no como a niños. Una propuesta de lo más estimulante que cambiará la forma en que todos nos vemos por dentro y que, sin duda, proporcionará horas y horas de conversaciones intergeneracionales en las que, probablemente, sean los más pequeños los que terminen por llevar la voz cantante explicando los intrincados conceptos de nuestra arquitectura mental de la forma más sencilla del mundo, de la misma en la que se hace oír este cine con corazoncito no exento de didactismo que habla, a través de hermosas metáforas visuales, de lo que somos y de lo que estamos hechos.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright imágenes © Pixar Animation Studios, Walt Disney Pictures. Cortesía de The Walt Disney Company Spain. Reservados todos los derechos.
Del revés
Dirección e historia: Pete Docter y Ronaldo del Carmen
Guión: Meg LeFauve, Josh Cooley, Pete Docter
Intérpretes(voces en la versión original): Amy Poehler, Bill Hader, Kaitlyn Dias
Música: Michael Giacchino
Duración: 94 min.
Estados Unidos, 2015