Revista Comunicación

Crítica de la serie Altered Carbon

Publicado el 06 febrero 2018 por Seriemaniac

Crítica sin spoilers de la serie de Netflix Altered Carbon

A finales del siglo XXIV, si eres asquerosamente rico, puedes vivir para siempre. La gente descarga su consciencia y recuerdos en una pila que llevan en la nuca, pila que es transferible a cuántos cuerpos (o fundas, para la serie) sean capaces de pagar. El que se lo monte bien puede ir cambiando de carcasa hasta el final de los tiempos, a no ser que la pila sea destruida, en cuyo caso significaría la muerte total y verdadera. En un mundo así es sacado de una condena de nada menos que 250 años un tal Takeshi Kovacs, un antiguo terrorista/ activista (según se mire desde uno u otro bando) cuya consciencia es transferida a una nueva funda (que tiene el cuerpo esculpido en gimnasio de Joel Kinnaman, coprotagonista de The killing) para que investigue el asesinato de Laurens Bancroff (James Purefoy), uno de esos multimillonarios que pertenecen al grupo conocido como Mats, de Matusalén, los más longevos y poderosos de la sociedad.

Altered Carbon, la nueva serie con la que Netflix pretende partir la pana este invierno, está basada en la novela homónima de ciencia-ficción ciberpunk escrita por Richard K. Morgan en 2002. En ella encontramos un mundo estéticamente emparentado con el de Blade Runner: un futuro oscuro y distópico en el que casi siempre hay lluvia o niebla, relucientes carteles de neón, coches voladores, superpoblación con ropa estrafalaria, pocos recursos y muchos lugares donde saciar los más bajos instintos. La brecha entre ricos y pobres es aún más dramática que en la actualidad, tratándose una lucha contra esa aristocracia que se eterniza (nunca mejor dicho) en las esferas de poder y que controla los medios, reescribiendo la historia en función de sus intereses.

Se nota que Netflix ha invertido mucho en una serie que luce de maravilla en decorados, vestuario, efectos especiales y la inclusión de multitud de detalles que ayudan a hacer lo más realista posible ese mundo negro que nos pinta. Un futuro en el que vemos una tecnología híbrida entre analógica y digital, una yuxtaposición de entornos sucios y otros lujosos. Una serie con la que es fácil dejarse llevar por su potencia visual y la belleza que trasmiten sus imágenes. Obviamente no llega al nivel visual de Blade Runner 2049, por decir una producción cinematográfica de este estilo que tenemos muy fresca, pero no hay duda de que la calidad de Altered Carbon en este sentido es muy grande.

Crítica de la serie Altered Carbon

Altered Carbon arranca muy bien, sumergiéndonos en ese curioso mundo en el que los cuerpos son casi como unos vestidos caros, explicando conceptos (quizás con cierta sobreexposición en ocasiones) y dando una vuelta con el protagonista por los distintos entornos de Bay City, la megaciudad en la que se desarrolla la trama. Pronto comienza la típica investigación detectivesca por parte de Kovacs, que lleva a la trama por una serie de lugares comunes del género aderezados con entornos de realidad virtual. Lo bueno es que cada episodio va aportando nuevas y estimulantes ideas (algunas podrían aparecer en episodios de Black Mirror), detalles y conceptos de su mitología que enriquecen el conjunto y que hacen pensar en las posibilidades de un mundo del que quizás apenas rascamos la superficie.

La serie combina de forma bastante interesante pasajes de pura ciencia-ficción, incluso disquisiciones filosóficas y algunos dilemas morales de compleja resolución, con multitud de escenas de acción en las que no se cortan un pelo a la hora de dar matarile. Sí, en Altered Carbon hay hostias como panes, una violencia bastante brutal que recuerda en ocasiones al Desafío Total del mítico Schwarzennegger. De hecho la serie tiene una vena pulp que se agradece, no llegando nunca a ser ni demasiado profunda ni demasiado cabeza hueca, hay cierto equilibrio entre la acción palomitera y la ciencia-ficción más o menos sesuda. Junto a la violencia, también hay que mencionar la cuota de carne expuesta en pantalla. Desnudos y escenas sexuales hay en casi todos los episodios, recordando en este aspecto a algunas producciones de la HBO y su desnudez casi impuesta.

Altered Carbon contiene también un evidente aroma al cine negro clásico, tanto por la trama detectivesca y de buceo por los bajos fondos de la ciudad, la presencia de cierta femme fatale (la señora Bancroff, interpretada por Kristin Lehman), como por la elección del título de cada episodio: en ellos encontramos títulos de grandes filmes del cine negro como Retorno al pasado, En un lugar solitario, El perro rabioso o Forajidos. Todo un homenaje y declaración de intenciones: a pesar del envoltorio fantástico y los sofisticados detalles futurísticos, en el fondo Altered Carbon trata de pasiones, rencores y miedos, de lado oscuro del alma humana.

Crítica de la serie Altered Carbon

Su plantilla de personajes es también curiosa. Tarda en caer bien el protagonista, un medio psicótico/medio héroe Takeshi Kovacs (el citado Joel Kinnaman) del que vamos conociendo sus raíces episodio a episodio, mediante los flashbacks en los que vemos su anterior apariencia y su relación con la interesante Quell, la líder de las Brigadas (especialmente el gran episodio 7), el grupo armado al que pertenecía 250 años atrás. Va ganando un paulatino protagonismo la teniente Ortega ( Martha Higareda), con un personaje duro como una roca y obstinado, encontrando en su familia curiosas ideas que envuelven a los neocatólicos. Por su parte James Purefoy (curiosamente uno de los protagonistas de la serie de culto Roma) encarna a uno de esos humanos de la élite, los Mats, personas que no solo amasan poder y fortuna, sino que además se creen inmortales. Esto les confiere aires celestiales, casi como si estuviesen en otro plano. A ojos de la plebe, como en la antigua Roma, los Mats son Dioses.

Cuerpos de quita y pon, realidades virtuales, castas opresoras que optan a la inmortalidad, dilemas sobre el alma, la religión... Hostias y tiroteos, mucha sangre. Altered Carbon combina sic-fi y acción sin descanso en una trama que le va dotando de entidad a cada capítulo, creciendo en intensidad y dramatismo. No rompe moldes pero sí es lo suficientemente atractiva y apasionante como para convertirse en imprescindible para los amantes del ciberpunk, los violentos mundos distópicos, las enrevesadas trama de cine negro y la acción de toda la vida. Un mundo bien trabajado que recoge herencias múltiples y ofrece al espectador un sano divertimento que lleva su cabeza más allá de su realidad. Netflix, quiero más.


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