Crítica sin spoilers de la serie de Netflix Godless
El western posee tan buena salud en nuestros días que cualquiera diría que es un género con más de un siglo de vida. Y es que el género que hicieron célebre John Ford, Howard Hawks, Sergio Leone y Clint Eastwood (por mencionar mis favoritos), vive desde hace una década un momento dulce que nos ha regalado grandes films como los remakes de El tren de las 3:10 y Valor de ley, Django desencadenado y Los odiosos ocho de Tarantino, El Renacido o Bone Tomahawk, sin olvidar grandes series como Deadwood o Westworld, ésta última un híbrido entre ciencia-ficción y western.
Aprovechando este buen momento, Netflix ha acudido a poner la guinda en el pastel con Godless, una serie dura como ella sola, áspera y profunda, todo un compendio de las constantes clásicas del western que introduce también algunos elementos novedosos para dar al fin una obra potente e inolvidable. Una miniserie de siete episodios, con historia cerrada, que pasa a figurar desde ya en la lista de imprescindibles de los amantes del género americano por excelencia.
Godless sitúa el núcleo de su trama en 1884 en un pueblo del oeste americano llamado La Belle, antiguo poblado minero que posee la particularidad de estar habitado prácticamente solo por mujeres. Allí acudirá un forajido que le ha hecho la Pascua al líder de la sanguinaria banda para la que trabajaba y que, como cabe esperar en estos casos, será buscado con ahínco para que pague bien cara su osadía.
Un planteamiento clásico, con una serie de personajes reconocibles tales como el forastero malherido, el violento y carismático líder de los forajidos, el sheriff de capa caída... todo con la agradecida novedad de esa particular "No man's land", la tierra dominada por las mujeres rifle en mano, en la que destacan los personajes de Alice Fletcher y Mary Agnes, dos mujeres con la tragedia en sus mochilas que no dudarán en adaptarse al tipo de vida que los nuevos y peligrosos tiempos demandan, abandonando lo que la sociedad de la época les dice que deben ser y dando varios pasos más allá.
Uno de los puntos fuertes de Godless son sus brillantes personajes, todos trabajados con mimo desde el guión y ejecutados a la perfección por un lúcido reparto. Permitidme que empiece por el villano, porque lo que hace Jeff Daniels (recordad, uno de los Dos tontos muy tontos) con este personaje es carne de Emmy. Cada vez que aparece en pantalla resulta magnético y aterrador, da auténtico miedo este hombre y las atrocidades que cuenta y lleva a cabo en pantalla. Muy destacable igualmente el trabajo de Michelle Dockery, dotando a su Alice (probablemente la protagonista de la serie) de dureza y alma, un personaje para el recuerdo.
No me olvido de Jack O'Connell (visto en films como Unbroken o 71), muy convincente con uno de los roles más agradecidos del show: "el bueno" (no en vano se llama Roy Goode), y el mencionado personaje de Mary Agnes, al que da vida la actriz Merritt Wever, con un personaje atípico en este tipo de producciones y sobre la que recae buena parte del peso simbólico de la trama.
Dirige todos los episodios con gran pulso y velados homenajes Scott Frank (Caminando entre tumbas), y en la producción encontramos nombres importantes como el de Steven Soderbergh (Traffic), quien ya tiene experiencia en grandes series televisivas como The Knick. Visualmente la serie es una gozada para nuestros ojos, no solo en cuanto a su cuidada fotografía (espectaculares también sus flashbacks) y un diseño de producción de aúpa, sino también por los numerosos y espectaculares paisajes del medio oeste americano con que nos deleita. Impresionantes cuadros en movimiento aderezados con una bonita banda sonora que nos introduce de lleno en aquellos salvajes y hermosos parajes.
Godless es un drama a ratos épico, a ratos costumbrista, en el que tienen cabida importantes temas como la familia, la lealtad, el crisol racial y la liberación de la mujer. Todo en una trama que se toma su tiempo para desarrollar unos personajes poliédricos que intentan sobrevivir (haciendo lo correcto o no) en un mundo crudo y brutal. Una miniserie de gran potencia visual y dramática, con un desenlace para quitarse el sombrero (nunca mejor dicho). El mejor western de 2017, también una de las mejores series que nos podemos echar a la cara hoy día. Esencial.